Usted está aquí: sábado 27 de mayo de 2006 Opinión 59 Festival de Cannes Depardieu se luce, Costa provoca la desbandada

Leonardo García Tsao

59 Festival de Cannes Depardieu se luce, Costa provoca la desbandada

Ampliar la imagen El director francés Xavier Giannoli (izq.) besa la mano de la actriz Cècile de France, quien llega, tomada de la mano de Gérard Depardieu, a la proyección de la cinta Quand j'etais chanteur, en la edición 59 del Festival de Cannes Foto: Reuters

Cannes, 26 de mayo. El penúltimo día de la competencia se caracterizó nuevamente por esa línea errática al borde de la esquizofrenia. Por un lado, estaba la última concursante francesa, Quand j'etais chanteur (Cuando yo era cantante), un proyecto hecho al servicio de su estrella, Gérard Depardieu, quien interpreta a un cantante de salones de baile, especializado en el tipo de canciones melosas que le dieron fama a Julio Iglesias. El hombre cae en una crisis porque se enamora de una recién divorciada (Cécile de France) que no lo pela y, al mismo tiempo, se da cuenta que en estos días de discotecas y karaoke, es un espécimen en vías de extinción.

Dirigida de manera meramente funcional por Xavier Giannoli, la película se sostiene por la actuación de Depardieu, quien consigue una naturalidad carismática como si fuera lo más fácil del mundo. Hace mucho tiempo, desde que empezó a aceptar cualquier chamba, no se le veía así de comprometido con un papel. El actor es tan popular en su país que, al final de la primera función, el público de gayola empezó a palmear a ritmo de la canción de créditos, como si se tratara de un concierto. No sería improbable que Depardieu repitiera el premio de mejor actuación masculina (antes lo ganó en 1990 por Cyrano de Bergerac).

Si Quand j'etais chanteur peca de convencional, la otra cinta en concurso Juventude em marcha (Juventud en marcha), del portugués Pedro Costa, es el colmo de la pretensión trasnochada. Hasta donde pude ver se trataba de una serie de secuencias resueltas mediante planos fijos en contrapicada y lente gran angular, en torno a conversaciones sostenidas por un viejo a quien lo ha abandonado la mujer. La impresión general era la de compartir el punto de vista de un ratón interesado en presenciar los diálogos más inanes que pudieran darse entre dos seres humanos. Quizás en los primeros días del festival uno tendría la paciencia de quedarse a comprobar si alguna vez aparece algún personaje joven que justifique el título. Pero en este caso confieso que me uní al éxodo de colegas, también exasperados por el estilo demodé utilizado por Costa. Por azar hojeé hace unos días un diccionario de realizadores portugueses que definía su filmografía como "escuálida y solipsista". No podría estar más de acuerdo.

Lo incomprensible es la negativa del festival de incluir Belle toujours, de Manoel de Oliveira, en su selección. Antes, el nonagenario maestro portugués gozaba de pase automático en Cannes; ahora es obviado en favor de un don nadie como Costa.

Dentro del programa de películas fuera de competencia se proyectó también United 93, del británico Paul Greengrass, detallista recreación del vuelo del avión titular, secuestrado aquel 11 de septiembre junto con los otros que impactaron el World Trade Center y el Pentágono, y luego -se supone- derribado por la intervención de los pasajeros. La narración es especulativa porque, bien a bien, nadie sabe qué ocurrió en la cabina del vuelo 93 antes de desplomarse. Sin embargo, Greengrass reincide en esa forma irritante de filmar todo como si estuviera en un vuelo turbulento. La cámara no para de moverse y ajustar su encuadre en tramposa imitación de un tono documental, pues cualquier camarógrafo de noticias consigue una mayor estabilidad visual. Era bastante más eficaz el telefilme Flight 93, de Peter Markle, estrenado en el canal A&E a principios de año, el cual, en su individualización de los pasajeros condenados, conseguía un calibrado efecto emocional. United 93 logra marearnos, no conmovernos.

Para que no me acusen de parcialidad iberoamericana, transcribo lo publicado ayer por el crítico Allan Hunter en la revista especializada Screen: "El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro, podría ser la sorpresa, y existe un creciente rumor sobre Crónica de una fuga, el drama político argentino. No sería la primera vez que Cannes dejara lo mejor para el final". Si las palabras de Hunter resultan proféticas serán los cineastas de habla hispana -además de Almodóvar y González Iñárritu, por supuesto- quienes habrán aportado los puntos altos del festival.

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