Usted está aquí: sábado 27 de mayo de 2006 Política Educación y tecnología

Enrique Calderón A.

Educación y tecnología

De tiempo atrás, se ha venido reconociendo en nuestro país la importancia de la tecnología como un recurso esencial para mejorar la educación. El tema es de interés general, en tanto que todos sabemos de las deficiencias de nuestros estudiantes y de nuestro Sistema Educativo Nacional.

Por otra parte, existe el acceso a canales educativos de televisión, como Discovery Channel, National Geographic, History Channel, BBC, etc. Aunque están destinados a un segmento pequeño de la población, sus contenidos resultan impactantes y nos dan una idea de lo que la tecnología puede hacer a favor de la educación, aun cuando en estos casos el rol de los espectadores es meramente pasivo, mientras que la tecnología de cómputo ofrece facilidades que dan a los estudiantes posibilidades de interacción y experimentación real, con lo que la tecnología incrementa su capacidad educativa.

La tecnología ha sido utilizada sistemáticamente para mejorar la educación mediante las habilidades intelectuales y el interés por el conocimiento en diversos países, con resultados sorprendentes. En nuestro país, este interés ha estado presente de tiempo atrás y hay antecedentes de los diversos esfuerzos para integrar el uso de la tecnología a la educación.

Podemos citar el esfuerzo realizado por el gobierno de Miguel de la Madrid para instalar varios miles de microcomputadoras en las escuelas, o los proyectos más recientes realizados por Red Escolar, que agrupa a miles de escuelas que intercambian información o experiencias de aprendizaje a través de Internet, hasta llegar al ambicioso proyecto de Enciclomedia, creado durante la presente administración para llevar información complementaria y estimulante a los salones de clase de decenas de miles de escuelas.

Si bien cada uno de estos procesos ha representado avances importantes y esfuerzos profesionales para mejorar la educación, al lado de críticas entendibles en algunos casos y no tanto en otros, existe un problema latente que será necesario superar en el futuro para lograr que la tecnología pueda revolucionar realmente la educación e incrementar significativamente los niveles de conocimiento y la capacidad intelectual de nuestros estudiantes. ¿A qué me refiero?

La computación, surgida hace 60 años para efectuar cálculos y resolver problemas técnicos a gran velocidad, es utilizada hoy en día en una gran variedad de campos tan disímbolos como la aviación, la medicina, la ingeniería civil, el periodismo, la física teórica, la agricultura, la industria y el comercio, entre otros, provocando profundos cambios y revoluciones completas en cada área. La educación no ha sido la excepción.

Cada una de estas revoluciones ha requerido del replanteamiento de la actividad completa. La medicina ya no es ni puede ser la misma, cuando las computadoras pueden construir modelos del cuerpo humano en tercera dimensión para pacientes específicos que esperan ser sometidos a procesos quirúrgicos; cuando es posible descifrar el código en el ADN de individuos determinados, o cuando se pueden realizar procesos de diseño de proteínas y otras moléculas particulares para corregir determinadas fallas en tejidos enfermos.

En la educación sucede lo mismo, las posibilidades de cambio son inmensas; en principio es posible lograr que determinados fenómenos y principios fundamentales de la ciencia, que hasta hoy no se enseñan por dificultades pedagógicas, puedan ser presentadas a los estudiantes, incluso desde una edad temprana. Con las computadoras es posible poner a los niños frente a procesos dinámicos que ocurren a lo largo de uno o varios años, y con los que ellos pueden interactuar en minutos o incluso segundos. La computadora puede llevarlos a sitios remotos en el tiempo y en el espacio, de modo que las cosas que han leído sobre la historia o sobre lugares lejanos pueden adquirir presencia para ellos, a través de su computadora.

Muy poco de esto se hace hoy, no por dificultades técnicas, sino porque los temas y las ideas no están contenidos en los libros de texto, que se convierten así en la verdad oficial y única, y que marcan por sí mismos el límite del conocimiento, lo que los niños pueden saber y las habilidades que es válido desarrollar. Lo demás resulta impensable.

Sin embargo, es claro que ni los libros de texto ni los programas oficiales de estudios contemplan las posibilidades que la computación viene abriendo desde hace tiempo. De esta manera, la computación está de facto restringida como herramienta de escritura, o como ayuda visual para los procesos educativos que se vienen realizando tradicionalmente. Las posibilidades de innovación con este esquema son reducidas. Por otra parte, si consideramos las enormes sumas de dinero que hoy se están invirtiendo para llevar las computadoras a las escuelas, bien vale la pena investigar sus enormes facilidades de aplicación para desarrollar los procesos de aprendizaje que nos puedan ubicar a la altura de las naciones más adelantadas.

Hoy las habilidades de memorizar, de realizar operaciones aritméticas en forma mecánica, de responder a preguntas prefabricadas, no responden a la complejidad del mundo actual, que requiere en cambio de la exploración, del pensamiento lógico, de la toma de decisiones, del manejo de riesgo y la incertidumbre; para adquirir estas habilidades, la tecnología resulta fundamental.

 
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