Usted está aquí: domingo 28 de mayo de 2006 Cultura En el teatro para niños impera lo que los adultos quieren ver: Susane Lebeau

La dramaturga participó en el Festival Internacional Titerías, en Guanajuato

En el teatro para niños impera lo que los adultos quieren ver: Susane Lebeau

El público infantil tiene todo el derecho de conmoverse y es lo que busco, asegura

CARLOS PAUL ENVIADO

Guanajuato, 27 de mayo. La censura, pero sobre todo la autocensura fue el tema en el que Susane Lebeau, una de las más importantes dramaturgas de teatro para niños a nivel internacional, centró su participación en el contexto de las actividades del cuarto Festival Internacional Titerías, que se realiza en esta ciudad.

Reflexionar sobre esos tópicos es hoy más que nunca de vital relevancia, tanto para los padres de familia como para los creadores, sobre todo para aquellos que tienen el interés de hacer teatro lúdico e inteligente dirigido a los pequeños, expresó la creadora en entrevista con La Jornada. "En el teatro para niños existe una especie de trampa. Siempre se le hace caso al punto de vista del adulto. No son los niños los que imponen límites a lo que se les puede mostrar en escena. Los niños son abiertos, están disponibles. Los adultos, en cambio, tienen una idea muy precisa de lo que puede ser o no presentado a los niños.

"Esta convicción íntima que cada adulto tiene de saber lo que es bueno para los niños es totalmente subjetiva, basada en recuerdos de infancia, en una nostalgia de lo que hubiera querido vivir o de lo que vivió y, sobre todo, matizada por la tradicional relación niño-adulto de subordinación didáctica, en la que el adulto es el que sabe y el niño el que aprende. Los adultos más que decidir quieren controlar."

Para la también codirectora del teatro Le Carrousel de Quebec y autora de más de 25 obras, la censura y la autocensura "van y no de la mano. Aunque la autocensura, destaca, es mucho más sutil e implica muchos más vicios, porque ésta no se siente al principio.

"Como todo adulto pensamos que estamos haciendo lo que es mejor para los niños, pero quién puede decidir eso en una sala de teatro, donde cada niño tiene su historia, sus gustos, su manera de vivir y pensar el mundo que lo rodea."

A lo largo de sus más de 35 años de trayectoria, Lebeau se dio cuenta de que "el contacto del artista con su público siempre se queda en dicha relación didáctica. Lo que busco ahora como escritora es realmente un contacto humano, de un creador hacia un público infantil que tiene todo el derecho de conmoverse o no por lo que se presenta en escena. Planteado así, esto nos abre las puertas para abordar temas fuertes como el divorcio, el incesto o la guerra que generalmente se consideran que no son temas para niños".

Aunque los pequeños pueden ser los mayores críticos, no se debe, abunda, "tampoco sólo trabajar para las reacciones del público, porque hay muchas porquerías u obras muy frívolas que se ofrecen y los niños pueden sentir placer con esas tonterías, por lo que se debe encontrar un equilibrio -que siempre es inestable-, entre los impulsos y preocupaciones del artista y la manera de los niños de ver ese mismo mundo.

"El lenguaje es muy importante. Creo que la llave para un autor, para tocar a los niños, es la posibilidad de que éstos se puedan identificar con un personaje. Cuando esto ocurre lo siguen por todos lados, en sus contradicciones, dudas, anhelos, en lo que es el drama o disfrute de la vida cotidiana".

Susane Lebeau es una creadora comprometida con la realidad que viven los niños maltratados, de la calle o enfermos. En estos momentos escribe una obra sobre los niños soldados. Recientemente retornó de la República Democrática del Congo, en Africa, donde se entrevisto con ex niños soldados, quienes le contaron las atrocidades que tuvieron que vivir y hacer. "Lo terrible es que fueron niños que al mismo tiempo fueron verdugos y víctimas. No conozco, ni imagino peor situación para un niño, en la que a la vez sea verdugo y víctima".

Es importante, concluye, "que un autor para niños se acerque a esas realidades y se las pueda dar a conocer, pues ellos tienen todos los derechos de que conozcan la realidad del mundo y nosotros como adultos el deber de hacerlo, como una manera de ofrecerles una esperanza que no sea una mentira".

 
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