Usted está aquí: viernes 2 de junio de 2006 Opinión Enajenación

José Cueli

Enajenación

De nuevo nos invade la consternación ante las recientess noticias que llegan de Irak. El sábado pasado nos enteramos de que el 19 de noviembre de 2005 una patrulla de marines había asesinado de forma ''indiscriminada" y ''metódica" a 24 civiles indefensos en la ciudad de Haditha, al noroeste de Bagdad.

En la epopeya de Gilgamesh (tercer milenio antes de Cristo) se habla por primera vez de la angustia que sentimos los humanos ante la muerte. En los pasados tres años, esta angustia ha desplegado sus alas inmisericordes bajo el cielo de Irak. Esta angustia es hoy un perro rabioso que, con la boca abierta, persigue tenaz e incansablemente a los iraquíes desde la mañana hasta la noche.

A eso se agrega la nueva oleada de violencia en Afganistán, donde también la angustia se enseñorea entre la población.

Como consecuencia de esta inestabilidad mundial las repercusiones en la economía aparecen y esta semana las bolsas caen en cascada con todas las repercusiones imaginables en todos los ámbitos y todos los países. De nuevo más angustia por la incertidumbre de las consecuencias que esto nos traerá a escala mundial.

La angustia, ampliamente estudiada por Freud, es una respuesta ante situaciones traumáticas, tanto de origen interno como externo. Inexorablemente nos remiten al desamparo originario y a la indefensión. Cuando estos actos traumáticos son repetidos se tornan inelaborables, con la consiguiente deformación de la estructura síquica y la movilización de mecanismos de defensa que se refuerzan o bien reaparecen otros más primitivos (de forma regresiva), que ya habían caído en desuso.

Antes tales circunstancias de tensión y angustia los sujetos con estructuras síquicas más fuertes intentan adaptarse y buscan vías sublimatorias: el trabajo, el arte, la cultura y reforzar sus vínculos afectivos. Sin embargo las estructuras más frágiles se desorganizan.

Esto, lamentablemente, se confirma día a día tanto en la clínica como en la desorganización progresiva de la estructura social. Van a la alza las depresiones, las crisis de pánico, las adicciones, los trastornos de alimentación, trastornos narcisistas, etcétera. Y en lo social ni qué decir, violencia a todo nivel.

Freud enunció, y en ello se basa el método sicoanalítico, que había que recordar para evitar la repetición y con ello dar paso a la elaboración. Sin embargo vemos con preocupación que en los ''tiempos cibernéticos" que corren lo que ha proliferado es la charlatanería y las seudoterapias ''exprés", así como un preocupante retorno al pensamiento mágico hábil y sicopáticamente explotado por algunos individuos.

Por otra parte proliferan los sucedáneos materiales promovidos y explotados por la cultura del narcisismo para intentar enajenar el vacío con objetos materiales.

La culpa como elemento reparatorio y elaborativo, la preocupación por el otro, (muertos de guerra, desposeídos, enfermos, sujetos que mueren de hambre) se esfuma tras la compulsión por la adquisición de objetos y estatus.

Las próximas semanas la enajenación correrá a cargo del campeonato mundial de futbol. El despliegue de los medios en esta ocasión ha sido intensivo hasta la saciedad. Y la tecnología no se ha quedado atrás. Las ''anheladas" pantallas de plasma que dan ''alta definición" inundarán los hogares. Detrás de todo este despliegue se alienta no sólo el consumo, sino las fantasías narcisistas de que ''todos seremos campeones". Como decía Paul Celan: son tiempos ''de auge de la enajenación de sí mismo y de la masificación por doquier". Lo que importa es que caigan los goles, los caídos por la guerra y el hambre no cuentan en el marcador.

 
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