Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de junio de 2006 Num: 587


Portada
Presentación
Bazar de asombros
Para alejar la idea de la muerte
CARLOS ALFIERI
ENTREVISTA A KAZUO ISHIGURO
Nota útil sobre Bulgákov
JORGE BUSTAMANTE GARCíA
No hubo mujer más feliz que yo
ALEXANDR SCHUPLOV
Escribir antes que morir
OLGA NAUMOVA
Paul Schreber: en busca del lenguaje genial
ANDREAS KURZ
La senda del color
VLADY
Lo que el viento a Juárez
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
Enrique López Aguilar

Verónica Murguia

Angélica Abelleyra

Luis Tovar

Juan Domingo Argüelles

Noé Morales Muñoz


Directorio
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ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR
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INTRADUCIBLE (I DE III)

El optimismo nominalista considera inexistente cuanto no tenga nombre ni se pueda nombrar y pareciera que así es, no bien se aprecian los asuntos físicos y metafísicos del universo, o lo relacionado con los mismos procesos formativos del ser humano: aprender es adquirir palabras para, luego, relacionarlas unas con otras hasta obtener conceptos nuevos, los cuales se comparan con la experiencia y, con el paso del tiempo, terminan decantándose en juicios y complejas estructuras de pensamiento. De laboriosos procesos como el mencionado dan cuenta las disciplinas filosóficas y lingüísticas, más las relacionadas con verbalizar y conocer, aunque existen hoyos negros por donde se escapa la energía del entorno. Trataré de acercarme a uno de ellos al que, por falta de mejor nombre, llamaré de "intraducibilidad", así se trate de palabras relacionadas con las percepciones producidas por los sentidos, esos compañeros dadores de certidumbres e incertidumbres, venturas y desventuras.

¿A qué sabe un filete de res con salsa de morillas? Decir que éste sabe a lo expresado es de tal pobreza conceptual y descriptiva, que quien no conozca los sabores implicados no podría entender la explicación del caso. Bajo la palabra salsa no hay un sabor verdaderamente definido —por tratarse de una mezcla espesa a la que le es inherente el añadir distintos ingredientes en cada formato—, pero si se le agrega el complemento adnominal "de morillas", debe suponerse que se trata de una mezcla cremosa que incluye vino blanco, especias y las morillas citadas en la frase, más el sabor propio de un filete de res, pero la mención de las partes no describe el resultado final, pues ese es el chiste de las recetas y la complejidad de la culinaria: ¿a qué sabe un filete de res con salsa de morillas (además de sabroso)?

De las dificultades para describir verbalmente un sabor también da cuenta la enología, pues si para describir un vino debe decirse: "ligeramente afrutado, con un fondo resinoso, espeso, ligero al ingresar a la boca y un poco áspero en la garganta", no sólo se suman palabras propias del mundo de las texturas, sino que se incurre en referencias sutilmente tautológicas: si la uva ya es un fruto del que proviene el vino, ¿qué es un sabor "afrutado"?

La sociedad humana se adhiere a una multitud de convenciones para no explicar lo que forma parte de su experiencia cotidiana: resultaría desastroso solicitar a cada paso un empirismo constante o largos manuales explicativos pero, si se habla de vinos y se menciona un sabor afrutado dentro del vino, ¿debe sobrentenderse el de una fruta distinta a la uva? ¿La papaya, el zapote, el mamey, el tejocote, la tuna, la pitahaya, el capulín y la chirimoya forman parte del campo semántico afrutado, o sólo se implica el sabor de frutas europeas como la ciruela y la manzana? ¿A qué sabe la resina? ¿Cómo intervienen las texturas espeso, ligero y áspero en la percepción del sabor? (el atole es espeso, el pulque verde es ligero y las tostadas son ásperas).

Es triste admitirlo, pero así es: el repertorio verbal para aludir a las sensaciones gustativas y olfativas es más bien pobre y escaso en español, pues requieren de comparaciones. Describir el olor de un perfume tropieza con la misma pretensión para el sabor, bajo reincidencia en el verso de Gertrude Stein: una rosa es una rosa es una rosa es una rosa. Marilyn Monroe decía: "para dormir, sólo uso dos gotas de Chanel número 5" (sugiriendo que no se ponía ropa)… ¿Podría decirse que ese perfume huele a Marilyn, o huele a algo que no sea repetir el nombre del perfume? (salvo algunos privilegiados, ¿alguien sabe a qué olía Marilyn?). El pan sabe a pan; el vino, a vino; la cafana belgradense "?" —o, lo que es lo mismo, el Signo de Interrogación—, a parrilla… Hablar así es nostalgia de lo preciso bajo la admisión de lo impreciso, pues se acepta que el mundo alusivo permite tantos márgenes de proximidades conceptuales como para sobrevivir en algo elemental como comer y oler.

El resignado recurso de comparar lo desconocido o indescriptible con lo conocido para suponer la ilusión de un conocimiento, ya fue empleado por Bernal Díaz y los cronistas de Indias de la primera generación: deseaban producir la imagen de una naturaleza "nueva" en la mente de los lectores peninsulares. Para describir Tenochtitlan, Bernal hizo símiles entre ésta con Venecia y Sevilla (el lector moderno encontrará ingenuo el símil), pero el cronista no contaba con herramientas verbales para hablar de lo incomparable.

(Continuará)

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