Usted está aquí: lunes 5 de junio de 2006 Deportes Oreja a Ignacio Garibay, triunfador en la última corrida de la Feria Torista

Soberbia demostración de torería de Alberto Espinoza, no obstante cuatro avisos

Oreja a Ignacio Garibay, triunfador en la última corrida de la Feria Torista

LEONARDO PAEZ

Ampliar la imagen Ignacio Garibay ejecutó así la suerte del péndulo a su primer enemigo Foto: Jesús Villaseca

Cuando todo indicaba que el daño hecho a la fiesta de toros en nuestro país durante la última década era irreversible, he aquí que el toro, no su caricatura, en un santiamén ha empezado a enderezar las cosas, gracias a la voluntad y taurinismo de la nueva empresa de la Plaza México.

Esta inmediata vuelta a la realidad de un profesionalismo taurino relegado y la puesta en práctica de una filosofía de servicio a cargo de la empresa Renovación 2006 hacen abrigar fundadas esperanzas de que, de continuar por el camino trazado, en corto plazo la fiesta de México volverá por sus fueros, y desde luego no exclusivamente con el encaste español Parladé, sino con el toro mexicano con edad y trapío, con más de 100 años de evolución.

La lluviosa pero emocionante tarde de ayer, en la cuarta y última corrida de la minitemporada torista, hicieron el paseíllo Ignacio Garibay, quien confirmó su alternativa al neoleonés Alberto El Cuate Espinoza y al mexiquense Jorge López. Se lidiaron, mal por las cuadrillas, cuatro toros de Santa María de Xalpa y dos de Barralva, debido a que el juez Miguel Angel Cardona rechazó dos del hierro originalmente anunciado.

Con su primero, Don Jacobo, con 484 kilos, alegre castaño chorreado, de armoniosas hechuras, Garibay realizó una serie de verónicas iniciales como hacía muchísimas temporadas no se veían en este coso. Casi insoportables no sólo por su lentitud sino por el suave juego de brazos y la hondura y dimensión que imprimió a cada lance.

Muy bien llevó Ignacio al caballo al burel, que recargó en una vara, para enseguida engolosinado, inspirado y enamorado, hacer un quitazo por verónicas, dos de las cuales quedaron, modélicas, en la memoria de quienes supimos verlas, paladearlas y sentirlas.

Con la muleta, ante un toro fijo, alegre y noble que iba de largo pero que perdía las manos, se empeñó en hacer una faena a la mexicana, prolongada y bajando demás el engaño, por lo que el trasteo transcurrió entre altibajos. Dejó media y un descabello. El toro fue ovacionado en el arrastre y Garibay agradeció en el tercio.

Con su segundo, Textilero, con "apenas" 468 kilos bien criados y mejor distribuidos, de Santa María de Xalpa, que trajo a mal traer a los banderilleros, Ignacio estructuró una sólida faena derechista de menos a más, salpicada de bellos adornos. Atracándose, dejó una estocada en todo lo alto que mató sin puntilla, por lo que el conmovido público demandó la oreja, que fue concedida. ¡Ah, si a este tipo de toreros les dieran más corridas, la baraja que tendríamos!

Alberto Espinoza, El Cuate, enfrentó primero a Yeguizo, con 480 kilos, bizco del izquierdo, de la ganadería de Barralva, al que bregó muy bien y puso en suerte para que el astado recargara en un puyazo. Pésimo resultó el segundo tercio.

Valiente y enterado toda la tarde con la muleta, Alberto demostró que aunque toree cinco o seis corridas al año su tauromaquia se consolida, al grado de que hizo ver a sus toros mejor de lo que eran. Quieto siempre, sin concesiones ni ventajas, cuajó una importante y torera faena por ambos lados ante una embestida áspera y agarrada al piso. Mal con la espada, escuchó dos avisos.

A su segundo, Ranchero, con 538 kilos, Espinoza lo veroniqueó con gusto antes de que tomara dos puyazos con la cara arriba. Quitó por chicuelinas ajustadas y volvió a derrochar aguante y verdad en cada tanda a un burel repetidor pero deslucido. No obstante que volvió a escuchar dos avisos, fue llamado al tercio a recibir el reconocimiento a su pundonor, sin faltar las protestas de algunos villamelones. ¿Se imagina el lector si Alberto en vez de seis tardes toreara 30 al año? Pero también en lo taurino nuestro subdesarrollo es intencional.

Por cierto, al intentar El Cuate el descabello la espada salió volando e hirió levemente en la cabeza a Garibay, que se encontraba en el callejón, muy cerca de las acciones. Afortunadamente no hubo más que lamentar.

Y Jorge López, tercer espada y sobrino de El Zotoluco, si bien pechó con el peor lote no pudo asegundar sus hazañas de novillero en esta y otras plazas. En ambas faenas tardó en calentarse y en calentar a los tendidos. Deberá revisar su actitud y su estilo de transmisión con el público, que en ocasiones le pitó fuerte y en otras hasta gritó ¡toro!

 
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