Usted está aquí: lunes 12 de junio de 2006 Opinión El final de una larga y sangrienta cacería

Gonzalo Martínez Corbalá

El final de una larga y sangrienta cacería

Dos bombas de 250 kilos, lanzadas desde sendos F-16 estadunidenses, pusieron fin a la vida de Abu Mussab al Zarqawi, de 39 años, líder terrorista de Al Qaeda, después de haberse dedicado a encender la guerra civil en Irak, a derramar la sangre de chiítas y kurdos, así como a realizar los más importantes ataques terroristas suicidas, dentro y fuera de territorio iraquí. Una página web islamita hizo el anuncio oficialmente el 7 de junio. Murieron junto con él otros cinco dirigentes de la guerrilla.

El gobierno estadunidense había ofrecido 25 millones de dólares por su cabeza. Se dice a su vez que Al Zarqawi personalmente llevó a cabo varias decapitaciones, pero la suya fue frustrada por el poder explosivo de las bombas, lanzadas por los F-16 con gran precisión sobre una casa de seguridad aislada, en el norte de Bagdad.

Aparte del presidente Bush, quien expresó en conferencia de prensa formal en la Casa Blanca su satisfacción por la muerte del líder, que si bien era ampliamente odiado por las tropas estadunidenses, y tanto o más por los chiítas iraquíes, no ha sido tan celebrada por los comandantes militares yanquis ni por otros diplomáticos que se advierten demasiado castigados por los golpes continuos de la guerra, como para proclamar la muerte de Al Zarqawi como un acto decisivo para cambiar el rumbo y la intensidad del conflicto, y aquí se ha desatado una polémica acerca de su valor real, ya que todavía no se pueden echar las campanas al vuelo.

El propio presidente Bush dijo en la mañana temprano del jueves: "... pero la difícil y necesaria misión en Irak continúa. Esperamos que los terroristas y los insurgentes sigan el mismo camino", mientras el primer ministro británico, Tony Blair, agregó cautelosamente: "sabemos también que ellos continuarán matando, que son muchos, que muchos obstáculos surgirán, pero ellos deberán saber que estamos decididos a derrotarlos".

De modo que se advierten diferentes enfoques entre el presidente estadunidense y el primer ministro de la Gran Bretaña. Da la impesión de que este último aprendió la lección y se muestra más cauteloso que el mandatario estadunidense, necesitado éste de hechos que le restauren algo de la popularidad perdida en los últimos tiempos.

Inmediatamente después de la muerte del líder, el nuevo Parlamento de Irak cubrió importantes nombramientos en el gabinete que estaban vacantes: el ministro de Defensa, del Interior y el de Seguridad Nacional, cuya ausencia tenía muy preocupados a los jefes militares estadunidenses, quienes se mostraban temerosos de que estos importantes puestos fueran ocupados por políticos pertenecientes a los grupos contrarios -a los insurgentes- o también a los sunitas-, en un momento en que les es muy necesario demostrar que son capaces de fortalecer las instituciones gubernamentales y bajar las tensiones bélicas sin la intervención del ejército. No se sabe todavía si la muerte de Al Zarqawi contribuirá a ello, por más que se proclame anticipadamente.

Se ha anunciado en voz del propio general George W. Casey, jefe de la fuerza multinacional en Irak, que quien tiene más probabilidades de sustituir a Zarqawi es Abu-al Masri, quien es egipcio de nacimiento, está en Irak desde 2002 y se le identifica como importante dirigente que ha jugado un rol trascendental en la organización de bombardeos suicidas alrededor de Bagdad, agregando que si esto llegara a concretarse habría pocas esperanzas de acabar con el terrorismo, que es el factor principal que mantiene la violencia viva en Irak.

Por su parte, los miembros de Al-Quaeda han notificado la muerte de Al Zarqawi, sobre todo a través de Internet, celebrando el fin de su vida, la que describen como la culminación de un martirologio y un motivo de felicidad para el mundo musulmán, que saluda su muerte, la que conciben como un motivo de orgullo para él mismo, para sus seguidores y para todos los musulmanes.

De modo que no en todas las latitudes se celebra la muerte de Abu Mussab al Zarqawi. Por lo menos, no en el mismo sentido que en la Casa Blanca o que en las mezquitas de Al Qaeda en Irak y entre grupos musulmanes .

No hay duda de que Al Zarqawi organizó en vida muchos atentados terroristas y de que era un líder cuyo ánimo belicoso mantenía en buena parte la guerra civil en Irak. Pero en lo que sí parece haber una duda muy generalizada es de si su muerte será para la paz en la antigua Mesopotamia, tan importante como en vida lo fue para la guerra.

 
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