Usted está aquí: lunes 12 de junio de 2006 Política Exigen trabajadores sexuales castigar a los homicidas de Alexis Benhumea

También sufren la brutalidad policiaca, denuncian en reunión de la otra campaña

Exigen trabajadores sexuales castigar a los homicidas de Alexis Benhumea

HERMANN BELLINGHAUSEN

Ampliar la imagen La organización Mujeres sin Miedo, Todas somos Atenco realizó un festival cultural frente a la delegación Coyoacán para exigir la libertad de los presos de ese municipio. Los asistentes hicieron un juicio popular al presidente Vicente Fox y al gobernador Enrique Peña Nieto Foto: Jesús Villaseca

"Aquí me siento más artista que en cualquier centro nocturno", proclama el travesti que ayer representó a una Alejandra Guzmán sin lonjas, casi en los huesos, pues, como dijo la presentadora, "parece que bajó de peso". Su minifalda es muy corta, y su mascada en la cabeza la bandera nacional. Ante el subcomandante Marcos, en el extremo lumpenproletario de la ciudad, la intérprete dice: "Nosotras también hemos estado en la cárcel, aunque nos vean pintadas, y fuimos violadas por los policías. Muchas de nosotras murieron. Aquí soy presencia por aquellos y aquellas que sufrieron, que dejaron su sangre y su vida en la banqueta".

Aunque el dolor y la lucha se sienten fuerte, es una fiesta desmadrosa y alegre, en la que los y las trabajadoras sexuales se pronuncian por la libertad de los presos de Atenco y el castigo a los asesinos de Alexis Benhumea. Reciben al delegado Zero con el cariñoso mote de "muñeco de trapo", y lo invitan de entrada "a que se dé un taco de ojo" con las y los participantes del acto más bizarro y contracultural en lo que va de la otra campaña. Bajo un toldo amarillo en la plaza de la Soledad, se juntan quienes reclaman: "La calle es de quien la trabaja. La tierra es de quien la siembra. Tómala y báilala".

Están ojerosas y pintadas de La Merced, y transexuales que se dedican al espectáculo, pintores y punks, niños haciendo origami en una mesa, junto a otra que es mínima sexshop con los instrumentos y lubricantes básicos, y condones a montón. Borrachines y otros teporochos, la población habitual, también participan en el festival Bailando por un Condón. La mesa donde (albur incluido) se sienta el presídium, está compuesta por un gay, un travesti, un teporocho sobrio, una trabajadora sexual del barrio y el delegado Zero, a quien recibió la danza de Lupe, transexual que a ritmo de reagaetón casi le teibolea al Sup el rato que trepa a la mesa. "A mover el culito de ese cuerpito que está delirando".

Una cartulina define: "Esta es una dislocada realizada por el sector de trabajadores y trabajadoras sexuales de la otra campaña". Las y los perseguidos y humillados se expresan este domingo que las fuentes de la ciudad se pintaron de rojo como la sangre vertida en Atenco, y hubo decenas de pequeñas y grandes "acciones": conciertos, fiestas y foros en todas las delegaciones del Distrito Federal. Cynthia, una formidable trabajadora sexual de La Merced, viste huipil y una falda indígena "que tardó toda la semana en hacerse ella misma", para bailar un son de mariachi de su tierra, acompañada por El Tex, un punk de por acá. Además de "un danzón dedicado al muñeco de trapo", una troupe de trans imitadores traen a Beatriz Adriana, Gloria Trevi y una Verónica Castro muy bien lograda, hasta con la misma cirugía facial y los mismos mohines: "La movida sí me va/ y con todos me muevo igual".

La mítica Alaska llega en un karaoke vampiresco, Isis en velo, y un contratenor de corbata y camisa de manga larga entona un madrigal antiguo y un aria de Xerxes, la ópera de Haendel. "El arte es para todos", expresa luego el fino intérprete, que no desentona con la papa sin catsup de Gloria Trevi revolcada y agarrada a su entrepierna. O Galia, saxofonista que habitualmente se instala en 5 de Mayo pero hoy viene aquí con una Pantera Rosa más allá del kitch a la Mancini. Unas universitarias en zancos parodian a peligrosa altura la Danza de los viejitos. Algunos habituales del parque duermen la mona; uno que está despierto, y chorreado, toma el micrófono para decir "bienvenido" a su calle, la de nadie, al subcomandante Marcos. La anunciadora aconseja a los más de cien asistentes: "Ahora nos sentamos porque dicen que el muñeco de trapo habla un montón. El se para, y nosotras nos sentamos".

Marcos ha saludado de mano y autografiado blusas, camisetas y papeles. "La policía seguido pega a los de abajo. Es una historia que ustedes conocen. Un policía ve a alguien con dinero y se pone a obedecerle. Al que ve taloneando le quiere sacar algo, lo golpea por gusto. No importa si uno tiene trabajo digno, puestero, locatario, trabajadora sexual. Hay que mocharse con la tira". Recuerda el ataque a los floristas de Texcoco y los campesinos de Atenco, "un pueblo como éste" de La Merced. "Llegó la policía y la gente se organizó. El gobierno mandó una gran fuerza policiaca". Marcos añade que los de arriba, distraídos en quién será presidente, "acaso nos miran, como no sea para chingarnos". Dice que "es un honor" estar en ese lugar. "Nos sentimos muy a gusto aquí con la gente de abajo, porque somos indígenas. Ustedes saben lo que hace la policía con las mujeres. Y ahora en el gobierno se hacen patos y no saben quién violó a las detenidas y asesinó a Benhumea". Invita a la gente del barrio a organizarse y "luchar sin armas, con su trabajo".

La conductora despide al invitado: "Libertad a los compañeros que se pintan y a los que pintan las paredes, los que hacen que las calles de México tengan vida. Ninguno aquí vende droga ni le da en la madre a los otros. ¡Viva el EZLN!"

 
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