Usted está aquí: jueves 15 de junio de 2006 Opinión Torbellinos

Olga Harmony

Torbellinos

En Vortex, espectáculo de Rodrigo Mendoza Millán, en coautoría con Laura Morelos, la turbulencia de los celos y la pasión amorosa se disfraza de una muy ágil y divertida comedia. Es la primera incursión de Rodrigo en la dramaturgia, es más conocido como músico aunque ya tiene un par de direcciones y promete un buen camino como creador escénico total. Al principio, la comedia, a pesar de las ingeniosidades y chistes muy logrados, se antoja un poco trivial, aunque poco a poco se van develando matices y contradicciones de los personajes, con lo que el novel escritor consigue ambigüedades que se ajustan en el final que muestra motivaciones y deja abierto el texto para una pareja, cerrado para los otros personajes. De la amistad y el amor, mostrados con mucha gracia en gags muy bien logrados, se transita al despojamiento, la traición y el crimen.

El autor, que también lo es de la iluminación y la composición musical, dirige este tránsito con buena mano. En una muy sencilla escenografía consistente en un librero, una mesa y tres sillas -que desaparecerán al final para dejar el escenario vacío en lo que se supone una calle- que define el departamento de Rogelio (Mario Loria), se encuentran los amigos Amaranta (Alejandra Marín) y Fabián (Fabián Peña) a la espera de la llegada de Yaima (Rocío Verdejo), prometida del primero. Con anterioridad se muestran escénicamente los pensamientos de los amigos, sobre todo de Amaranta que es la que tiene la mayoría de los monólogos, sumamente graciosos con la acción que les corresponde, hasta la llegada de Yaima, cuando el tono de la escena, al quedar ésta a solas con su prometido, cambia a una gravedad que se sostendrá hasta el final de la obra. Esperemos que la trayectoria del polifacético Rodrigo Mendoza se vaya afincando con el transcurso del tiempo, aunque ya ahora se presenta como un buen autor.

Un torbellino de escobas es la que corresponde a la ópera para niños de Engelbert Humperdinck Hansel y Gretel que en dirección de Haydée Boetto -autora de la adaptación- y Emmanuel Márquez presenta la compañía Divádlo bajo el patrocinio del Centro de Teatro Infantil del INBA, dirigido de manera excelente por Marisa Giménez Cacho (quien ahora ofrece ofertas al público, bajo el lema de que el Mundial de futbol no debe dejar las salas vacías). Esta compañía tiene la característica de estar formada por cuatro diseñadores escénicos, escenógrafos y vestuaristas, que llaman a actores y directores para cada una de sus propuestas y cuenta en su haber con varias óperas. En esta ocasión logran un espectáculo de primera, con la escenografía a base de escobas -los padres de Hansel y Gretel se dedican a fabricarlas, amén de la que puede utilizar la estupenda bruja que habla en alemán para corresponderse con la ópera grabada- diseñada por Anabel y Oscar Altamirano y que lo mismo pueden ser ramajes del bosque. El vestuario, las máscaras y los títeres diseñados por Teresa Alvarado y Benjamín Barrios apoyan en mucho la dirección que hace que los actores (Adrián Hernández como el duende Durmiente, César Rodríguez como el duende Vigilante, Verónica Contreras como Gretel, Marcela Castillo como Hansel, Anick Pérez como la mamá y la bruja y Alejandro Arce, u Horacio Trujillo, como papá y bruja del pan) actúen y bailen con mucha gracia y desenfado, destacando los precisos movimientos de los dos que conforman la bruja del pan.

Pequeños torbellinos surten la fuente de la colonia Roma en donde Alicia Martínez Alvarez montó un Ubú en la fuente con porciones de la obra de Alfred Jarry en que reconocemos parlamentos y personajes del muy conocido Ubú rey mezclados con otros tantos de Ubú cornudo y Ubú encadenado, hasta donde recuerdo no escenificados en México y un final de esperanza no localizado en Jarry. Como es costumbre de esta creadora y su grupo Laboratorio de la máscara, los estilizados movimientos de la farsita, más el muy buen vestuario de Marilyn Fitoussi y la directora que recuerdan los clásicos dibujos del original resultan todo un acierto. La muerte del rey con una pistola de agua y la batalla con bolas negras tiradas al agua mientras se forman torbellinos y oleajes, así como la máquina de descerebrar que consiste en bolsas de papel que los actores colocaron en la cabeza de algunos asistentes, entre otros detalles, dieron un lúdico matiz a todo el montaje que ojalá regrese terminada la época de lluvias.

 
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