Usted está aquí: viernes 16 de junio de 2006 Opinión Señor embajador, dice usted tonterías

Robert Fisk

Señor embajador, dice usted tonterías

Hace poco recibí una carta del embajador turco que también hizo llegar a la corte de Saint James. Es una de esas misivas que hacen estremecer el alma humana. "Usted alega que el 'genocidio armenio' ocurrió en el este de Anatolia, en 1915".

Su excelencia, Akin Alptuna, me dijo; "Creo que tiene usted ideas erróneas en torno a estos hechos..."

¡Ay, caray!, las tengo. Estoy bajo la totalmente errónea convicción de que millón y medio de armenios fueron asesiandos cruel y deliberadamente por sus amos turcos otomanos en 1915, que los hombres fueron ejecutados a balazos y cuchilladas mientras sus mujeres eran violadas, evisceradas, calcinadas y muertas de hambre en marchas de la muerte, mientras sus niños eran objeto de una carnicería.

He concido a algunos de los pocos sobrevivientes -todos mentirosos redomados, si es que vamos a creerle al embajador turco en Gran Bretaña- y he visto las fotografías de las víctimas que tomó un valiente fotógrafo alemán de nombre Armen Wegner cuyas imágenes, supongo, deberían ir al basurero.

El mismo destino merecen los archivos de todos los diplomáticos que valientemente documentaron el genocidio contra la población cristiana de Turquía que se ejecutó por órdenes de la banda de nacionalistas que estaba al frente del gobierno otomano en 1915.

¿Cuál habría sido nuestra reacción si el embajador alemán hubiera escrito una misiva similar? "Usted alega que el 'genocidio judío' ocurrió en el este de Europa entre 1939 y 1945. Creo que tiene usted ideas erróneas en torno a estos hechos...". Desde luego que en el momento en que dicha carta se hubiera hecho pública, el embajador alemán hubiera sido condenado por la Oficina del Exterior, y nuestro hombre en Berlín hubiera sido llamado a consultas, porque hasta el pusilánime Blair hubiese reaccionado ante ello. Asimismo, la Unión Europea habría debatido si ameritaba imponer alguna sanción a Alemania.

Pero Alptuna no debe preocuparse. Su país no es miembro de la Unión Europea -sólo quisiera serlo- y fue la cobarde administración de Blair la que por muchos meses trató de evitar la paraticipación armenia en el Día del Holocausto celebrado en Gran Bretaña.

En medio de todos estos engaños, hay algunas luces brillantes. La carta de Altpuna es una grotesca representación opuesta a la opinión de un creciente grupo de ciudadanos turcos, algunos de los cuales tengo el honor de conocer, y que están convencidos de que la historia del enorme mal que se infligió a los armenios debe ser dicha en su país. entonces ¿por qué, por qué? me pregunto, Altpuna y sus colegas en París, Beirut y otras ciudades están promoviendo estas tonterías.

En Líbano, por ejemplo, la embajada turca ha enviado un "comunicado" al periódico en francés L'Orient le Jour, refiriéndose al "soid disant" ("así llamado") genocidio armenio, y preguntándose por qué un Estado moderno como Armenia no responde al llamado turco de realizar un estudio histórico conjunto para "examinar los eventos" de 1915.

De hecho, el presidente armenio, Robert Kotcharian, no responde a dicha invitación por la misma razón que la comunidad judía mundial no respondería a una examinación similar del Holocausto hecha por el presidente iraní: porque se cometió un crimen internacional sin precedente y el mero hecho de cuestionarlo es insultar a millones de víctimas.

Pero los turcos son muy artísticos para formular invitaciones. En Beirut recuerdan la catástrofe aliada de Gallipoli, de 1915, cuando soldados británicos, franceses, australianos y neozelandeses sufrieron a manos del ejército turco. En total, incluídos los turcos, un cuarto de millón de hombres pereció en Dardanelles. La embajada turca en Beirut destaca, haciendo honor a la verdad, que las naciones que se enfrentaron en Gallipoli han transformados sus antiguas hostilidades en gestos de reconciliación, amistad y respeto mutuo.

Es un buen intento. Pero el baño de sangre de Gallipoli no involucró el asesinato planeado de cientos de miles de británicos, franceses, australianos, neozelandeses ni turcos, ni incluyó a mujeres y niños.

Pero ahora dediquémonos a las luces de esperanza. Un grupo de "turcos justos" están desafiando la visión deshonesta de su gobierno sobre el genocidio de 1915: Ahmen Insel, Baskin Oran, Halil Berktay, Grant Dink, Ragip Zarakolu, entre otros, afirman que el "proceso democrático" erosionará poco a poco la oscuridad" y buscan, para ello, la colaboración de los armenios.

Pero incluso ellos se refieren a lo ocurrido en 1915 como el "desastre", la "tragedia" y la "agonía" de los armenios.

La doctora Fatma Gocek, de la Universidad de Michigan, está entre los más valientes académicos nacidos en Turquía que luchan por confrontar con los armenios el terror del Imperio Otomano. Aún así, ella también se opone a usar la palabra genocidio -si bien admite que ésta es la más precisa que puede emplearse en el caso-. Ella argumenta que "genocidio" se ha convertido en un término "politizado" que socava el carácter investigativo.

Me inclino a apoyar este argumento. ¿Por qué hacer más difícil la labor de estos honestos hombres y mujeres turcos que están enfrentándose al poder del nacionalismo de su país? El problema es que otras personas de reputación menos intachable están exigiendo la misma omisión.

El señor Alptuna me escribió -con deshonestidad pasmosa- que los armenios "no nos han enviado ninguna evidencia irrefutable que avale sus acusaciones de genocidio". Continúa la carta diciendo que "genocidio, como usted bien lo sabe, es una definición legal muy específica" que consta en la Carta de Naciones Unidas de 1948.

Estoy seguro de que Alptuna sabe muy bien -aunque no lo dice- que esa definición de genocidio fue acuñada por Raphael Lemkin, un judío, en referencia al asesinato masivo de los armenios.

Y mientras tanto, se están abriendo archivos diplomáticos en todo Occidente que dejan escapar de entre sus páginas el olor de la muerte armenia. Cito, como ejemplo, el recién descubierto recuento del representante danés en Turquía duante la Primera Guerra Mundial: "Los turcos están llevando a cabo su cruel intención de exterminar al pueblo armenio", escribió Carl Wandel el 3 de julio de 1915. El obispo de Karput recibió la orden de salir de Aleppo en un plazo de 48 horas "y poco más tarde se supo que que el obispo y todos los clérigos que lo acompañaban fueron asesinados entre Diyarbekir y Urfa, en el mismo lugar donde aproximadamente mil 700 familias armenias sufrieron la misma suerte... En Angora... aproximadamente 6 mil hombres fueron fusilados en un camino... aun en Constantinopla (Estambul), los armenios son secuestrados y enviados a Asia...".

Hay más testimonios. Con todo, la carta de Alptuna me dice: "De hecho, los armenios que vivían fuera de Armenia oriental, incluido Estambul, fueron excluidos de la deportación".

Alguien aquí no está diciendo la verdad. ¿Será el fallecido señor Wandel de Copenhaguen? ¿O el embajador turco a la corte de Saint James?

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

 
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