Usted está aquí: domingo 18 de junio de 2006 Opinión Voces conjuntas

Angeles González Gamio

Voces conjuntas

Así se titula la revista que tras grandes esfuerzos, al fin logran publicar los integrantes de la Asociación de Cronistas del Distrito Federal y Zona Conurbada, que forma parte del Consejo de la Crónica. Aquí se agrupan los cronistas de las delegaciones, barrios, pueblos y colonias más antiguas de la ciudad, quienes de manera honoraria, por amor a su lugar, recogen sus historias, las difunden y defienden el patrimonio, entre las muchas labores que realizan esforzada y modestamente.

Los 38 hombres y mujeres que puntualmente se reúnen por lo menos dos veces al mes en la sede del consejo, que ocupa la antigua capilla de San Antonio, en el Centro Histórico, presentan sus trabajos, los comentan, critican, intercambian ideas y proyectan coloquios, congresos y su anhelada revista, que ahora publican, en parte gracias al generoso apoyo de Manuel Lozano, el prestigiado papelero, quien por cierto ha restaurado dos bellas casonas decimonónicas en la zona.

La revista la van a presentar el arqueólogo Eduardo Matos y la autora de estas líneas, el próximo viernes 23 a las 18 horas, en el imponente Palacio de los Condes de Santiago Calimaya, que alberga al Museo de la Ciudad de México, que hace un par de años estrenó museografía, en cuya curaduría, cabe recordar, participó el maestro Matos.

El opúsculo contiene interesantes textos de los cronistas de Tepito, Alfonso Hernández; Antonio Urdapilleta, de Azcapotzalco; Ana María Castro, de Coyoacán; Silvia Zugarazo, de Iztapalapa; Edgar Tavares, de la colonia Roma, y los cronistas temáticos: del arte funerario, Margarita Martínez, y de urbanismo, Alejandrina Escudero, y no podían faltar unas palabras en recuerdo del añejo y querido cronista de Xochimilco, don José Farías Galindo, quien falleció recientemente. Ahora su colega de la delegación Gustavo A. Madero, Horacio Sentíes, rememora con admiración y cariño al esforzado cronista, que rescató importantes archivos de la demarcación; el editorial lo firma la presidenta de la asociación, María de Jesús Real.

Estando ahí vale la pena recordar algo de la historia del soberbio Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya, para que mientras escucha los comentarios sobre la revista, se deleite admirando las bellezas del recinto y reviviendo su pasado: el primitivo solar se le otorgó a Juan Gutiérrez Altamirano, quien fue gobernador de Cuba, veedor y pariente de Hernán Cortés; las numerosas propiedades que recibió le permitieron fundar un mayorazgo, en 1558.

Años más tarde, en 1616, dada la importancia que habían adquirido sus descendientes, el rey Felipe III elevó el mayorazgo a la categoría de condado. La primera casa de la familia se inició en 1536; de esta edificación se conservan algunos muros y el soberbio monolito en forma de cabeza de serpiente que adorna la esquina, proveniente del Templo Mayor.

En 1778 la opulenta familia decidió rehacer la mansión y contrató al notable arquitecto Francisco Guerrero y Torres, quien diseñó el suntuoso palacio que hoy podemos admirar en la esquina de Pino Suárez y República de El Salvador.

La fachada está recubierta de avinado tezontle y enmarcamiento de Chiluca. La portada principal muestra bella talla en la cantería y sobre el balcón, el escudo nobiliario. En la parte superior del edificio se aprecian gárgolas en forma de cañón, privilegio de los condes de Santiago Calimaya por sus distinguidos cargos.

Un generoso vestíbulo conduce al patio principal, que luce arquerías en tres de sus costados; el cuarto se cierra con un muro adornado con una bella fuente semicircular, adornada con una primorosa sirenita de cola bífida, rodeada de tritones. Las enjutas de los arcos del primer piso muestran los escudos heráldicos de la familia, en tanto que los del segundo lucen mascarones que soportan gárgolas.

Una lujosa escalera, enmarcada por un enorme arco trilobulado y flanqueada en su arranque por dos leones de piedra, abre el acceso al piso superior, donde se encuentran las que fueron las habitaciones y la capilla doméstica; en esta área se encuentran las salas del museo.

Hay mucho más que decir, pero hay que ir a comer antes de la presentación, así es que crucemos a la antigua plaza de Jesús, para llegar al restaurante La Rinconada, y disfrutar en la hermosa casona diesiochezca rica comida mexicana. Las chalupitas para el aperitivo son esenciales. Otro atractivo es el pianista, dentista retirado con un don para las teclas.

Corrección: en la crónica de la semana pasada afirmé que el mural de Diego Rivera Sueño de una tarde en la Alameda estaba en el hotel Reforma; error, se encontraba en el hotel Del Prado. Gracias a los lectores que me lo comentaron.

[email protected]

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.