Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 18 de junio de 2006 Num: 589


Portada
Bazar de asombros
La memoria del horror
SIMONE DE BEAUVOIR
La representación prohibida
JEAN-LUC NANCY
Alemania: antes y
después de Shoah

STEFAN GANDLER
Sobre Shoah
Struthof, entre la
memoria y el olvido

EVGEN BAVCAR
El presente y lo inmemorial
CLAUDE LANZMANN
Buenos Aires: recuperar
la tertulia

ALEJANDRO MICHELENA
Lo que el viento a Juárez
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUIA

Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Teatro
NOÉ MORALES MUÑOZ

El viaje Real
LUIS TOVAR

(h)ojeadas:
Reseña de Mayra Inzunza sobre La posibilidad de una isla


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El presente y lo inmemorial

Claude Lanzmann

Han transcurrido más de ocho años desde la primera proyección de la película en París, en la primavera de 1985. Hablo aquí de un tiempo objetivo que no ha significado nada en mi propia vida; yo no he experimentado este paso del tiempo. Requerido por las enormes tareas prácticas que me imponía cada vez y de nuevo el "estreno" de Shoah en los países a los que llegaba y para las cuales no estaba preparado en absoluto, he hecho frente como he podido —con los medios de a bordo, sin organización ni infraestructura, con frecuencia más sensible a las consecuencias desastrosas y devastadoras que implicaba en mi existencia personal— a la gestión a tientas y al acompañamiento de la película monstruosa de la que yo era autor y a su resonancia inmediata en el mundo. Confieso haber vivido las presentaciones sucesivas de Shoah como las caras de un mismo duelo radical que dejaba en suspenso el tiempo. Y si hoy me parece que el tiempo vuelve a pasar lentamente, convaleciente, el remordimiento de tantas cartas urgentes y bellas que he recibido a lo largo de los días y que he dejado sin eco, sigue siendo emblemático de este profundo desorden del duelo que generó Shoah y cuyo peso me encorva para siempre.

No es éste el lugar para ponerme pesado, pero esta detención del tiempo de después-de-Shoah responde a su suspensión rigurosa durante los once años de la realización de la película y, tal vez más todavía, a una ruptura originaria que, tiempo atrás de Shoah, un día y en circunstancias de las que ya no sabré nada, ha interrumpido su curso. El tiempo para mí no ha dejado nunca de no pasar. ¿Cómo se podría trabajar once años para producir una obra si el tiempo transcurriera? ¿Y cuántas veces durante el parto de una película, a su vez perfectamente inmóvil, me he encontrado contando con un pavor incrédulo, como si me hubieran despertado de repente y me hubieran llamado al orden, que se habían esfumado ya dos, cuatro, siete, diez años? La temporalidad propia de Shoah, su estructura circular, la imposibilidad de llegar a una componenda, por tenue que fuera, con la cronología, y el rechazo de un engendramiento del horror, tienen seguramente uno de sus orígenes y razones en esta disposición íntima. Es más, si Shoah está urdida sólo de presente, si el pasado parece que se funde y se deroga en ella, es porque el orden que rige y mide toda la película es el de lo inmemorial: el acontecimiento humano, del que fui sin embargo contemporáneo, es rechazado por su inhumanidad misma y el espanto que inspira y que lo lanza a una distancia estelar, a un in illo tempore casi legendario y como si estuviera fuera de la duración humana. Esto no pasó. No pudo haber pasado hace cuarenta años. Major e longinquo reverentia: sin el alejamiento y sin el espanto —alejamiento que nace del espanto—, el relato de Shoah, a la vez presente e inmemorial, puro relato épico de la tragedia, no puede ni advenir ni empezar. Aun cuando la película está tramada con testimonios, aunque se apoya en un riguroso saber histórico, esta obra se sitúa en otra parte que no es la Historia, en otra parte que no es la relación del pasado vivido, en otra parte que no es la sobrevivencia actual de los testigos. Es lo inmemorial lo que en Shoah hace sonar el llamado y la hora, permitiendo que el tiempo se vuelva a poner en acción y se tenga acceso al relato. El carácter inaugural y fundador de la película, su estatuto de acontecimiento originario, nacen de esta sumisión sin concesiones a una exigencia más acuciante y más fuerte que la del recuerdo.

¿QUIÉN ES CLAUDE LANZMANN?

Claude Lanzmann nació en París en 1925. En 1943 fue uno de los organizadores de la Resistencia en el Liceo Blaise Pascal de Clermont-Ferrand. Participó en la lucha urbana clandestina y luego se unió a los maquis en la región de Auvergne. Tras la guerra, Francia lo distinguió con la Medalla de la Resistencia con Rosetón, como comandante de la Legión de Honor y como comandante de la Orden Nacional de Mérito. En 1948 y 1949 fue catedrático de literatura y filosofía en la Universidad Libre de Berlín. En 1952 conoció a Jean-Paul Sartre y a Simone de Beauvoir; así comenzó su trayectoria en Les Temps Modernes, la célebre revista mensual que hoy dirige. Hasta 1970 dividió su tiempo entre Les Temps Modernes y el periodismo, escribiendo un gran número de artículos y reportajes testimoniales, mostrando tanto su lealtad a Israel como a sus posiciones anti-colonialistas. Signatario del Manifiesto de los 121, que denunciaba la represión en Argelia y hacía un llamado a la desobediencia civil, fue uno de los diez perseguidos por haberlo firmado y lanzado. En 1970 abandonó el periodismo e inició su trayectoria como cineasta. Preparó y realizó la cinta Por qué Israel. Cuando se estrenó en 1973, la cinta fue considerada la mejor película hasta entonces sobre este tema. En el verano de 1974 Lanzmann comenzó a trabajar en Shoah. Durante once años, se dedicó de tiempo completo a la realización de esta cinta, que es una historia oral del mal llamado "Holocausto". Cuando, en 1985, se estrenó a escala mundial, Shoah fue celebrada como un acontecimiento de gran importancia; ha derivado en miles de artículos, trabajos, libros, conferencias universitarias y ha recibido más de veinticinco premios cinematográficos. Posteriormente, Lanzmann realizó Tsahal, un filme acerca del miedo y la valentía, de la consecución del valor, las armas y la reapropiación de la violencia por parte del pueblo judío. Su cuarta película, Un vivant qui passe, se estrenó en 1997: Lanzmann construyó este documental basándose en una entrevista realizada en 1979 a Maurice Rossel durante la filmación de Shoah. Rossel, un oficial de las fuerzas armadas suizas, fue enviado a Berlín durante la segunda guerra mundial como representante de la Cruz Roja Internacional. Fue el único representante de la Cruz Roja que tuvo la oportunidad de visitar Auschwitz cuando dicho campo de exterminio se encontraba en pleno auge. Allí, Rossel sólo sostuvo una conversación cordial con el comandante a cargo. Este hombre también encabezó la delegación encargada de inspeccionar el "gueto modelo" de Theresienstadt, en 1944. A su regreso, Rossel redactó un informe optimista en el que no se percibían en absoluto las condiciones del campo. La película más reciente de Claude Lanzmann, Sobibor, 14 de octubre de 1943, a las 4:00 pm, formó parte de la selección oficial francesa del Festival de Cine de Cannes de 2001. Relata la sublevación de los prisioneros en un campo de exterminio. Fue loado como un filme tipo Hitchcock y varios críticos lo han comparado con El gran dictador, de Charles Chaplin, así como con Ser o no ser, de Ernst Lubitch. Claude Lanzmann es doctor honoris causa por las universidades Hebrea de Jerusalén, de Amsterdam, Adelphi y la European Graduate School, entre otras.

Filmografía de Claude Lanzmann: Por qué Israel (1973), Shoah (1985), Tsahal (1994), A visitor from the living (1997), Sobibor, 14 de octubre de 1943, a las 4 p.m. (2001).