Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 18 de junio de 2006 Num: 589


Portada
Bazar de asombros
La memoria del horror
SIMONE DE BEAUVOIR
La representación prohibida
JEAN-LUC NANCY
Alemania: antes y
después de Shoah

STEFAN GANDLER
Sobre Shoah
Struthof, entre la
memoria y el olvido

EVGEN BAVCAR
El presente y lo inmemorial
CLAUDE LANZMANN
Buenos Aires: recuperar
la tertulia

ALEJANDRO MICHELENA
Lo que el viento a Juárez
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUIA

Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Teatro
NOÉ MORALES MUÑOZ

El viaje Real
LUIS TOVAR

(h)ojeadas:
Reseña de Mayra Inzunza sobre La posibilidad de una isla


Directorio
Núm. anteriores
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Jean-Luc Nancy

La representación prohibida

Ô vous, voleurs des heures authentiques de la mort,
Des derniers souffles et de l’endormissement des paupières,
Soyez sûrs d’une chose:
L’ange rassemble
Ce que vous avez rejeté.*

[Oh vosotros, ladrones de las horas auténticas de la muerte,
De los últimos suspiros y del adormecimiento de los párpados,
Estad seguros de una cosa:
El ángel recoge
Lo que vosotros habéis desechado.]

(Nuestra lectura es: el ángel que recoge las muertes robadas es el poema.)

A propósito de la representación de los campos de exterminio o de la Shoah, circula en la opinión general una proposición mal determinada pero insistente: no se podría o no se debería representar el exterminio. Sería imposible o estaría prohibido, o sería imposible y además prohibido (o bien prohibido y además imposible). En su indecisión, esta proposición ya es confusa. A ella se agrega con frecuencia, de manera más o menos expresa, una confusión suplementaria cuando parece que se compara con lo que llamamos la prohibición bíblica de la representación. (No voy aquí a buscar huellas escritas de estas proposiciones, pero recordemos que han circulado, en particular, en la polémica que rodeó el estreno de la película de Spielberg, La lista de Schindler, y más particularmente aún, en la que oponía esta película a Shoah, la película de Lanzmann. Podríamos recordar muchos otros episodios en torno a otras películas o a obras plásticas.)

El discurso que rechaza la representación de los campos es confuso, porque su contenido no se deja circunscribir con claridad, y porque sus razones son aún menos claramente determinables (por no mencionar el hecho de que a veces también se deja rodear de un nimbo de carácter sagrado, sobre lo que habremos de volver).

¿Se trata en realidad de una imposibilidad o de una ilegitimidad? Si es de una imposibilidad, ¿a qué se debería (partiendo de que no se puede pensar en problemas técnicos)? ¿Se debería al carácter insostenible de lo que habría que representar? No nos indigna, sin embargo, el cuadro de David Olère que representa a los deportados en la cámara de gas bajo los primeros efluvios del Zyklon B. (Si se dice que David Olère es a su vez un sobreviviente para reconocerle un derecho que nosotros no tendríamos, esto no afecta al cuadro en sí. Tampoco afecta a la cuestión de saber cuál sería ese "derecho", ni a la de saber hasta dónde el pintor sobreviviente es exactamente el mismo que el deportado.) En otro plano, tampoco nos indignan los horrores de la guerra en los grabados de Goya, ni las escenas atroces de heridos y muertos que hay en muchas películas. Tampoco condenamos, sea cual fuere la experiencia como lectores, la escena en White Hotel, de Dylan Thomas, escrita desde el punto de vista de una mujer que se descubre viva entre los cadáveres amontonados en una fosa de ejecutados. (En un registro algo diferente, pero que a mí me parece muy sugerente, también podríamos decir: la cuestión reside en lo que distingue la posibilidad, nunca impugnada, de las innumerables representaciones de muertos y de moribundos en los monumentos de la primera guerra mundial, sobre todo, pero también en los de la segunda guerra y la lucha de resistencia, y la repentina oleada de problemas y discusiones cuando se trata de los campos de exterminio que, de hecho, no tienen nada de bélico.)

Si se trata, en cambio, de una ilegitimidad, sólo puede remitir a una prohibición religiosa, que se empieza a invocar, por lo tanto, fuera de contexto y sin justificar este desplazamiento. Simultáneamente, se produce un deslizamiento de esta prohibición —que en la forma habitual en que se invoca concierne en el más alto grado a Dios—, a la persona de los judíos exterminados (y después a la de las demás víctimas). Este deslizamiento se ha de cuestionar, pero no porque sería ilegítimo que regresara de Dios a la criatura, y después del creyente al incrédulo, sino precisamente porque esta transformación se puede justificar totalmente mediante un análisis preciso tanto de la llamada "prohibición" como de la susodicha "representación".

Hay que hacer, pues, una aclaración necesaria con el fin de pensar con rigor la cuestión que se enuncia como la "representación de la Shoah". Yo, aquí, la esbozo de manera muy simple a partir de tres argumentos de los que ofrezco, para empezar, una formulación mínima:

1. La "prohibición de la representación" no tiene nada (o poco) que ver con la interdicción de producir obras figurativas. Tiene todo que ver, en cambio, con la realidad o con la verdad más firme del arte, es decir, también y en última instancia, con la verdad de la representación que esa "prohibición" saca a la luz de un modo paradójico.

2. La "representación de la Shoah" no sólo es posible y lícita, sino que es de hecho necesaria e imperativa, a condición de que la idea de "representación" se entienda en el sentido estricto que debe ser el suyo.

3. Los campos de exterminio son una maniobra de sobrerrepresentación, en la que una voluntad de presencia íntegra se consagra al espectáculo del aniquilamiento de la posibilidad representativa.

* Nelly Sachs, "Tu cuerpo como humo a través del aire", de la antología de poemas Dans les demeures de la mort, 1943-1947, en Éclipse d’étoile, traducción al francés de Mireille Gansel, Lagrasse, Verdier, 1999.