Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 25 de junio de 2006 Num: 590


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Bazar de asombros
El arte de Salvatore Ferragamo
MARGO GLANTZ
La voz de tus zapatos
ALBERTO RUY-SÁNCHEZ
Salvatore Ferragamo, zapatero y artista
STEFANIA RICCI
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
Y Ahora Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

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Tetraedro
JORGE MOCH

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Reseña de Cuauhtémoc Arista sobre Un Lunático en mi novela


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LAS ARTES SIN MUSA

JORGE MOCH
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SI NO FUERA CASUALIDAD

Para Marisol Schulz y Ramón Córdoba, porque por fin

Si no fueran puras, inocentes casualidades que uno va encontrando en la calle, los medios, internet, uno sería un gusano malpensado. Porque todas estas circunstancias peculiares, esos pequeños giros con aderezo de lo cotidiano, tienen que ser casualidades. Tiene que ser casual que todo apunte hacia lo que muchos califican en este gordo, paranoico aporreateclas, como indicios de esa patología decantada por una preclara buena conciencia: que padezco sospechosismo. Y aún abundaría, yendo más atrás en la reciente historia de los neologismos salidos de la dicharachera política mexicana, que ando apanicado. Que soy timorato. Tiene que ser pueril y fortuito que en el correo electrónico se multipliquen como escolopendras los mensajes de odio, cobardes, anónimas sartas de calumnias nacidas de las filas del partido en el poder y que, a falta de argumentos inteligentes, se afirme una estupidez tal que el apellido López es una maldición histórica porque López Portillo, y López de Santa Anna y etcétera, en ese tenor. Se jodió López Velarde.

Si no fuera casualidad, sería un crimen lo que se dice, que en ciertas casas comerciales a los empleados se les conmina a no votar –pero no desde el sindicalismo charro de antes, sino desde la gerencia, desde la oficina enchapada en madera y cristal del dueño, que a menudo preside un crucifijo– por un cierto candidato, infecto de populismo y contagioso de un socialismo recalcitrante que estaría peleado, por antonomasia, con la avidez infinita y la tacañería de los patrones de esas empresas.

Si no fuera mera simpática circunstancia, sería cometer delito de sedición, o al menos pecar de infeliz malagradecido, al sospechar de las razones por las que la calle donde vive uno en municipalidad de derechas, que en catorce años estuvo sumida en el abandono, cuajada de baches, a diecinueve días de elecciones presidenciales, amaneció por edilicio encantamiento exhibiendo tremenda colcha de asfalto, tersa como piel de muchacha.

Si no fuera casualidad, uno podría ser acusado de difamación tan sólo de pensar que las televisoras, en manos tradicionalmente ligadas a sectores rabiosamente conservadores, han llegado a un acuerdo de guerra con el gobierno y su partido para escamotear, lo más disimuladamente que su rusticidad permita, espacios a la oposición, y embocarse las alforjas insaciables con dinero de las campañas políticas mientras, en estrategia tripartita, se distrae al amplio y paleto público con partidos de futbol y una vasta gama de programas en los que se resalten las figuras de cera de mediocres actricillas y vulgares galancetes, sus escándalos, sus berrinches, sus falsos talentos más de putería que de histrionismo; sus falsos ojos de pupilente, sus narices falsas, de cerámica, titanio y goma, sus lágrimas falsas, de glicerina, sus chichis de silicona, sus peluquines de acrílico, sus nalgas de utilería, su piel apergaminada y sus kilos de maquillaje.

Si no fuese una candorosa carambola del destino, uno rumiaría que la presencia de parientes empresarios enriquecidos a la sombra de un funcionario encumbrado es un asunto pestífero, olla putrefacta de corrupción, de tráfico de influencias, de mala leche, de agandalle, de transa mal disfrazada, aunque el tal funcionario lanzase berridos en defensa de una presunta inmaculada trayectoria y aunque los tales parientes sean señoritos encorbatados, de fino trato y filosa sonrisa a los que uno, lucubrando más, no dudaría de calificar como cínicos ricachones que en el fondo serían nada más que unos redomados, abusivos hijos de puta de uñas bien cuidadas.

Si no fuese más que pura casualidad, uno hubiera pensado muy mal del noticiero de Joaquín López Dóriga cuando, recién terminado el debate de los candidatos presidenciales de hace unas semanas, el primero en aparecer a cuadro, por largos segundos y siempre sonriente, fue el insufrible candidato de la derecha gobernante, y más mal hubiera pensado este escribidor si se hubiese cumplido el anuncio del periodista cuando dijo que el último de los candidatos a entrevistar esa misma noche sería... ese mismo candidato. Menos mal que, casualmente, el candidato del pri, presunto harto mañoso, maniobró para hablar al último escamoteándole a la derecha la estrategia.

Pero no. Vuelvo a mis cabales porque todas estas deben ser nada más que calenturientas elucubraciones de la paranoia. Si no, pobres de nosotros.