Usted está aquí: miércoles 28 de junio de 2006 Sociedad y Justicia Necesario repolitizar la UNAM para encarar el siglo xxi

Entrevista a IMANOL ORDORIKA SACRISTAN, CATEDRATICO DEL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ECONOMICAS DE LA UNIVERSIDAD

Necesario repolitizar la UNAM para encarar el siglo xxi

"La autonomía es un asunto que se ejerce, no está dado"

Se deben reconocer como sanas las diferencias entre universitarios, y disponer canales para dirimirlas, de forma institucional, para que "canalicemos los conflictos en un esquema positivo que incorpore todas las visiones", señala el ex líder estudiantil

LAURA POY SOLANO

Ampliar la imagen Durante la entrevista con La Jornada, en la Torre II de Humanidades de Ciudad Universitaria Foto: María Luisa Severiano

Luego de más de seis décadas de un falso discurso sobre la condición apolítica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es necesario impulsar un nuevo paradigma que la reconozca como una institución política de la sociedad y propiciar una transformación profunda que le permita ajustarse a una nueva realidad, señaló Imanol Ordorika Sacristán, autor del libro La disputa por el campus: poder, política y autonomía en la UNAM.

Catedrático del Instituto de Investigaciones Económicas e integrante del seminario de educación superior de esta institución, afirmó que si en 1944-1945 el paradigma fundamental para reorganizar la UNAM fue despolitizarla, es decir, restringir la política a grupos reducidos de universitarios, "el paradigma de la construcción de la UNAM en el siglo xxi es repolitizarla", y con ello abrir un debate sobre los retos y el rumbo que enfrenta.

La universidad, afirmó, debe ponerse a discusión a sí misma en su profundidad filosófica, en un debate de su razón de ser, del papel que juega en el siglo xxi y en el México de hoy.

En entrevista con La Jornada, indicó que es necesario impulsar un debate que analice "qué somos y qué queremos ser, como los grandes debates fundacionales que tuvo la universidad después de la Revolución Mexicana sobre la necesidad de comprometerse con el desarrollo, la erradicación de la pobreza y con el pueblo mexicano, frente a la vertiente que decía que debíamos permanecer puros y ajenos".

Alumno universitario y dirigente estudiantil en la década de los años ochenta, Ordorika Sacristán, recientemente galardonado con la cátedra de estudios mexicanos Alfonso Reyes de la Universidad Sorbona de París para el periodo 2006-2007, aseguró que se deben reconocer como sanas las diferencias internas entre universitarios, y abrir canales adecuados para dirimirlas, de forma institucional y ordenada para que "canalicemos los conflictos en un esquema positivo que incorpore todas las visiones universitarias".

-En su obra señala que la universidad es un espacio político, pero ¿cómo define este concepto?

-Política entendida no como la usan los partidos políticos, y en muchas ocasiones los rectores, sino entendida como relaciones integrantes de la sociedad, en la que tenemos visiones y proyectos diferentes que tratamos de impulsar en condiciones en las que pueden ser contrapuestos, pero que podemos dirimir en el terreno de la política.

"La universidad es un espacio político extremadamente complejo, donde los objetos de disputa política son diferentes a los de otros espacios políticos de la sociedad. Disputamos condiciones, como el acceso, la aplicación de los recursos, la toma de decisiones, los temas que aborda la universidad; todo eso es política, pero también cómo formamos a nuestros estudiantes y si la universidad prioriza la investigación profesional."

-¿A quién beneficia el discurso de la condición apolítica de la universidad?

-Ese discurso, que se manifiesta de una manera poética y romántica, pero en realidad es absolutamente descarnado, porque en el fondo implica que sólo un segmento muy restringido de universitarios tiene acceso real al poder de decisión en la universidad, lo podríamos llamar una elite universitaria, un grupo, no digo pequeñísimo, pero, comparado con el total de la población universitaria, muy restringido, que desde 1945 detenta el poder en la UNAM con una visión muy homogénea de lo que es la universidad.

"Es decir, tenemos un discurso de apoliticismo que permite a los políticos universitarios más poderosos mantener el poder en la universidad y hacer política dentro y fuera de la rectoría."

-En este contexto, ¿qué pasa con la autonomía universitaria?

-Muchos han querido ver en la autonomía una concesión del Estado mexicano, o una conquista de los universitarios que está definida de un día y para siempre, es casi un valor establecido de la universidad, elevado a un rango intocable. Sí es cierto, todos la defendemos y apreciamos, pero tenemos que entender que la autonomía es un asunto que se ejerce, que no está dado de antemano, que se mueve históricamente, es cambiante, ya que esencialmente es una relación de fuerzas, es decir, un concepto político.

-¿Cuál ha sido el papel de los movimientos estudiantiles en la transformación de la universidad?

-Creo que el conflicto es un motor de cambio, sin hacer con ello un juicio moral, pero si analizamos los conflictos estudiantiles más importantes, el de 1929 dio a la universidad la autonomía; el de 1933 otorgó la plena autonomía.

"En 1944, el conflicto dio a la universidad la Ley Orgánica vigente, mientras que en 1966 cambió a la universidad porque trajo a Javier Barros Sierra y abrió un espacio de pensamiento libre en medio de una sociedad mexicana cerrada.

"La universidad se convirtió en abrevadero, en espacio de menos opresión del pensamiento, que dio lugar al movimiento estudiantil de 1968, que abrió al país; dio lugar al sindicalismo independiente mexicano que tuvo su expresión en los sindicatos universitarios.

"El movimiento del Consejo Estudiantil Universitario (CEU), entre 1986 y 1990, dio lugar a una ruptura generacional con el determinismo y la crisis económica de la década de 1970 y la debacle de los años 80 con Miguel de la Madrid, pero también abrió paso a una parte del proceso democratizador de 1988, puso en juego a las instancias directivas de la universidad, abrió la necesidad de un congreso universitario y mantuvo gratuita la UNAM.

"El conflicto de 1999-2000 volvió a mantener gratuita la UNAM y puso frente a nuestras narices el tamaño de la crisis universitaria, que estaba ahí, ya que el movimiento estudiantil es una expresión de la crisis universitaria.

Por ello, alertó que pensar como han hecho actores del movimiento estudiantil o de la derecha universitaria que "en algún momento se van a dirimir los conflictos de una vez y para siempre es absurdo, es reivindicar el fin de la historia en la UNAM y en cualquier institución universitaria".

-¿Cuáles serían las principales diferencias entre el movimiento del CEU y el que vivimos con el Consejo General de Huelga en 1999?

-El sector estudiantil se transformó porque lo cambió la crisis, la forma de hacer política, la violación de los acuerdos de San Andrés, de los acuerdos por parte de la administración de José Sarukhán Kermez, que generó un clima de crisis, de enorme rabia y desesperanza.

"La despolitización y las formas de acción política de los mexicanos exacerbaron la desconfianza en la posibilidad política del debate, de la negociación y el diálogo, de la búsqueda de soluciones al conflicto; eso hizo que el movimiento de 1999-2000 fuera completamente diferente tanto en su organización política como en su acción, que fue mucho más rudo."

-¿Qué retos enfrentaremos si la universidad no da ese paso hacia su transformación?

-Podríamos continuar con esta misma inercia, pero también se corre el riesgo de que ataquemos de manera parcial los problemas que enfrentamos, de forma aislada, como si fueran temas estrictamente técnicos, cuando muchos son expresión de que no tenemos clara, en algunos campos, cuál es la razón de ser de la universidad en el mundo contemporáneo; es decir, podemos estar haciendo reformas y ajustes que implican un enorme esfuerzo sin estar pensando a la universidad en toda su complejidad.

-¿Existe posibilidad de abrir este debate en la universidad?

-Creo que hay que abrirlo; hay una administración universitaria que puede dar ese debate, sería su responsabilidad abrirlo. Con este libro lo que planteo es un paradigma distinto de la organización de la universidad, casi lo podríamos entender como un reto a la administración, una demanda de que se atienda una visión distinta de la universidad o de muchas visiones distintas y posibles.

 
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