Usted está aquí: miércoles 28 de junio de 2006 Opinión Enfermedad y estigmatización

Arnoldo Kraus

Enfermedad y estigmatización

Cuando la enfermedad abandona la célula puede convertirse en "una lectura de la vida". Una lectura social, filosófica, literaria, política, o una donde la ignorancia y los tabúes muestren sus mejores o sus peores credenciales. En todas esas áreas abundan los ejemplos. Me detengo en la de la ignorancia.

La ignorancia es peligrosa cuando el ignorante hace gala de su condición o cuando aplica el peso de sus torpezas para tomar cualquier decisión. El dislate es más grave cuando al desconocimiento se suman motivos políticos, ideologías torcidas o sordera. La historia reciente nos recuerda la aventura cubana de los sidarios, donde se encerraba -¿o se encierra?- a las personas que padecían sida, cuantimás si eran homosexuales, ya que, como se sabe, Fidel Castro los considera seres non gratos. Nos recuerda también el daño que sufren en muchas partes del mundo los individuos que padecen sida o sus vástagos cuando se les niegan empleos o lugar en las escuelas.

Al margen caminan las historias de los tuberculosos -magistralmente narradas en La montaña mágica, de Thomas Mann- o la cruda realidad de los experimentos que los "investigadores" estadunidenses hicieron durante 40 años -entre 1932 y 1972-, en Tuskegee, Alabama, con negros infectados por la sífilis. Como parte de ese estudio, los "científicos" y el gobierno gringo decidieron no tratar a los enfermos a pesar de que se contaba con penicilina desde 1947, ya que, aducían, no podían dejar escapar la oportunidad para estudiar el "curso natural de la enfermedad", es decir, ver cómo los negros iban fragmentándose y muriendo ante los ojos de la ciencia (todo un deleite científico). Al sida cubano, a la sífilis gringa, al sida del panismo mexicano y a la tuberculosis de tantas historias literarias agrego la de la lepra.

La lepra es una enfermedad infecciosa que daña, entre otros tejidos, la piel, la mucosa nasal y los nervios periféricos. Las lesiones que produce en la cara y la insensibilidad resultante causan modificaciones desagradables en el rostro, ceguera y deformaciones graves. En el pasado era frecuente que muchos enfermos perdiesen algunos o todos los dedos. Durante el comunismo del dictador Nicolae Ceausescu la lepra se consideró sinónimo de la decadencia occidental, por lo que en Rumania se creó, al menos, un leprosario, que "curiosamente" no aparecía en el mapa, so pretexto de que en la sociedad marxista no había lugar para esas personas.

La lepra "vieja", al igual que el sida "nuevo", se consideraba un castigo divino. Por miedo a que los enfermos contagiasen se les aislaba y se les recluía en sitios especiales donde reinaba la miseria económica y humana. Como parte de la trama sus pertenencias eran quemadas. Mientras que a los familiares, en la Rumania de Ceausescu, se les obligaba a someterse a exámenes periódicos degradantes, con el fin de investigar si estaban o no infectados (lo mismo sigue sucediendo en algunos países con el sida.) A los enfermos no se les permitía utilizar dinero pues existía la idea de que podrían contagiar. Pese a que el nefasto dictador fue ejecutado en 1989, la cuarentena persistió hasta 1993; la mayoría de los pacientes tardaron en abandonar el leprosario porque no contaban con el dinero suficiente para hacerlo.

No hay duda de que la enfermedad, cuando abandona la célula, abre muchas puertas. Incomoda e inquieta que detrás de esas puertas las lecciones obtenidas y lo que se observa sea similar. La enfermedad sigue siendo espejo de la ignorancia y brazo de la estigmatización. Poco importa que la casa sea la del capitalismo occidental, la de la Cuba castrista, la del México foxista, la del comunismo rumano que no admitía las imperfecciones de los enfermos de lepra o las de la moderna sociedad estadunidense, que sigue denostando, al menos en algunas escuelas, a quienes padecen sida.

Menudo brete: el "viejo" y el no "tan viejo" comunismo maltratan al ser humano enfermo de la misma forma como lo hacen el capitalismo moderno o el foxismo decimonónico. En ese rubro la lepra "vieja" es similar al sida "nuevo", la enfermedad parteaguas de la sensibilidad y la conducta de las personas, y el ser humano del siglo XXI idéntico al de las centurias previas.

 
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