Usted está aquí: viernes 30 de junio de 2006 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez

La patraña del poder del dinero

Considera al pueblo como factor de desestabilización

La ignorancia de la derecha dogmática

Nada más eso faltaba. Ahora resulta que sería el pueblo, es decir usted, pequeño empresario; usted, empleado de una industria; usted, burócrata, o usted, desempleado, quienes saldríamos a la calle a desestabilizar el país, según las voces de las derecha, porque los resultados de la elección no fueran lo suficientemente claros.

Desde luego se omite hablar de los señores del dinero, cuando menos algunos de ellos de mucho peso económico, que sólo por su convicción de que el país no lo deben dirigir quienes no obedecen a su poder, podrían, sin salir a las calles, sin gritar consignas, ladear el barco.

La discusión se ha centrado, por ello, en la dicotomía que establece el diferente reparto de la riqueza de la nación, y se le condena como si eso no existiera. Es más, hay quienes se atreven a decir que la campaña política que acaba de terminar fomentó el odio de unos contra otros, como si la diferencia de clases fuera el producto de la contienda y no de la realidad.

En pocas palabras, los señores de la derecha pretendían que los menos o nada favorecidos por la economía global permanecieran, permanezcan, sumisos frente al poder que los abruma, es decir, que sigan escuchando de la bocaza de Fox que las finanzas de México son perfectas, mientras en sus bolsillos no exista ni un centavo para comer, ni para educar a sus hijos ni para sobrevivir.

Entonces eso de que usted o yo seríamos los culpables de que el país se sumiera en un abismo económico, es una más de las patrañas de la derecha que supone en nosotros un peligro para el país.

Pero la historia parece escribirse en sentido contrario a los deseos de esa derecha necia, que prefiere a México en manos de cualquier poder, en tanto que no sea en las de los mexicanos.

Y esa también, o principalmente, es derecha, pero sabe que contra ellos, por más diferente que sea la postura ideológica, no se va declarar la guerra, porque la cosa es México, es procurar un mejor nivel de vida para todos.

Si todos los mexicanos estamos bien de salud y de economía, mejor será el sentido mayor, principal, de la derecha neoliberal: la inequívoca idea de consumir, y eso será un destino difícil de cambiar, pero no imposible.

Eso no lo entiende la derecha dogmática, no lo entiende porque se supone destinada a mandar, porque supone que los demás no son nadie y sólo existe su familia para engrandecer la política y, sobre todo, al país.

Las diferencias entre lo que hay y lo que podría venir es fundamental. El voto lo decide casi todo, siempre que sea limpio, claro. Apostar a la mentira o al engaño podría, eso sí, conducirnos a laberintos de muy tardada salida, donde nadie podría declararse triunfador.

Quien gane deberá tener, sin duda, la simpatía y el apoyo de la gente, pero sobre todo la seguridad de que habrá alguien que luche por sus derechos, y si no, que eso quede claro, todos, todos se lo demandaremos.

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