Usted está aquí: viernes 30 de junio de 2006 Opinión La cerrazón del PP ante el diálogo con ETA

Editorial

La cerrazón del PP ante el diálogo con ETA

España ha entrado en un proceso crucial para resolver el largo y sangriento conflicto con la organización separatista ETA, que busca la independencia del País Vasco. Ayer jueves, el presidente de gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), anunció el inicio del diálogo con ETA, decisión valiente que ha sido saludada y respaldada por casi todas las fuerzas políticas, salvo el derechista Partido Popular (PP).

El valor y la sensatez del mandatario español han quedado patentes con su decisión de entablar conversaciones con ETA con base en los fundamentos democráticos, como "el principio irrenunciable de que las cuestiones políticas sólo se resuelven con los representantes legítimos de la voluntad popular", y respetando además "las decisiones que los ciudadanos vascos adopten libremente". Para Rodríguez Zapatero, los acuerdos "han de alcanzarse con el máximo consenso posible, respetando la pluralidad política de Euskadi (País Vasco)", en una lucha en la cual "los partidos políticos, los agentes sociales, económicos, sindicales, deben adoptar acuerdos para ese pacto de convivencia a través de los métodos de diálogo que estimen oportunos y, por supuesto, a través de los métodos democráticos". Estas condiciones para dialogar con los etarras revelan la mesura y la calidad de estadista del presidente español, cuya meta es lograr el anhelo de la mayoría de sus ciudadanos: acabar con la violencia armada y establecer la paz en todo el país.

En ese contexto, Rodríguez Zapatero cuenta con la encomiable y admirable postura institucional de los cuerpos policiacos, de la judicatura ­que ha dado la bienvenida a esta inciativa­ y de las fuerzas armadas, un factor que le permitirá avanzar en el desafío que se le presenta: normalizar la vida política española y dirimir por la vía política las diferencias entre las identidades vasca y española, como ha sucedido recientemente con la aprobación del Estatuto de Cataluña, que le confiere una mayor autonomía a esta región de la península.

Sin embargo, el camino de Rodríguez Zapatero no está libre de escollos, ya que tendrá que enfrentar la obstinada oposición del PP, respaldado a su vez por segmentos de la clase empresarial y la jerarquía eclesiática española. El líder de ese instituto, Mariano Rajoy, dijo que el PP no apoyará al gobierno en este proceso de paz mientras ETA no se disuelva y las autoridades se comprometan a no reunirse con Batasuna ­la agrupación política próxima a los etarras­ ni a legalizar a ese partido hasta que la organización separatista vasca deponga las armas. Estas demandas suponen ante todo un intento por boicotear los esfuerzos para alcanzar la paz y constituyen una actitud políticamente inadmisible, ya que no hay justificación alguna ni argumento válido para oponerse a la pacificación del País Vasco y de toda España.

De hecho, esta visión de la derecha española sobre el conflicto vasco obedece más que nada a cálculos partidistas de un reprobable egoísmo que antepone los intereses de una agrupación política a los intereses nacionales. Y es que el rechazo del PP al diálogo proviene tanto de un acendrado españolismo como del hecho de que a los populares no les conviene que un presidente socialista sea el artífice de la paz con ETA, lo que seguramente redundaría en muchos votos para el PSOE en las próximas elecciones generales. Incluso hay que señalar que el PP ha tenido la misma cerrada postura hacia el movimiento autonómico catalán ­que desde un inicio optó por la negociación y el diálogo­ a pesar de las diferencias con el movimiento vasco, que durante décadas ha preferido la vía de las armas: el PP se opuso al Estatuto de Cataluña.

De esta manera, mientras el PP no supere su visión arcaica y monolítica de España y no reconozca el carácter plural de su composición cultural y política, todas las medidas para lograr la paz en el conflicto vasco corren el riesgo de fracasar, a pesar de las buenas intenciones y el buen oficio de Rodríguez Zapatero.

 
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