Usted está aquí: domingo 2 de julio de 2006 Economía Ingobernabilidad inducida

Laura Alicia Garza Galindo

Ingobernabilidad inducida

Para mantener la "gobernabilidad democrática" -concepto que los políticos panistas no se quitan de la boca- de un país en proceso de transición y aunque no les guste, de alternancia en el poder, se requiere del pleno respeto a la legalidad; por eso es esencial, en un régimen que se precie de democrático, que sea el Ejecutivo federal, como cabeza del aparato gubernamental, el primer obligado en cumplir y hacer cumplir la ley. Cuando así no sucede se genera un clima de desconcierto social, porque al evadir o violentar la ley, el gobernante erosiona el estado de derecho. Y al romperse el marco de convivencia pacífica y armónica que él está obligado a pautar y que cada mexicano estamos obligados a respetar, genera el efecto lógico: el de provocar e incentivar la ruptura de la legalidad, induciendo así, a la ingobernabilidad.

De nada han servido los llamados a la cordura, a la que los demás actores políticos lo han convocado. Desde el inicio del proceso electoral, con la escandalosa promoción mediática de sus precandidatos a sucederlo, ha mantenido, hasta la fecha, una actuación inequitativa en favor de su candidato Calderón: manipulando los programas sociales, desviando recursos públicos, otorgando prebendas y contratos a los privados -que en condiciones legales nunca hubieran obtenido-, para ganar favores. En esencia, actuando a favor de su continuidad, ha violentado las leyes, lo que crea un clima de crispación y enfrentamiento entre diversos grupos de mexicanos.

Además, el presidente Fox y su partido han agregado a ese ya explosivo cóctel, las crisis regionales, casi todas en bastiones priístas, que perduran y que están a la vista: con los comuneros, en el estado de México, desde el primer Atenco y sus machetes por el abortado proyecto del aeropuerto internacional, los que inconcebiblemente son recibidos ¡en los Pinos!; con los mineros desatendidos en Coahuila, Sonora, Hidalgo, Guerrero y Michoacán; Oaxaca, donde prevalece un delicado conflicto político, a todas luces inducido, más aún, si observamos que en el resto del país los maestros han resuelto su futuro salarial inmediato.

Tanto así, que en los estados, donde el voto no favorece al panismo nacional, el gobierno federal no ha mediado, como es su más elemental obligación; ha estado, por el contrario, en actitud contemplativa, mientras crecen no sólo resentimientos sociales y problemas económicos en empresas fundamentales para la vida nacional, sino también el enrarecimiento del clima político para estas elecciones. ¿A qué le apuesta el Presidente? ¿Esto es lo que los panistas llaman la gobernabilidad democrática? ¿Así le llaman a la inacción? ¿A la ruptura del estado de derecho? ¿Con qué propósito? ¿Es este acaso su último recurso para tratar de asegurar la continuidad del proyecto de sus amigos, los de Fox? ¿Qué no les han bastado seis años de exprimir al país? ¿Acaso quieren más?

El encono social, la guerra sucia que han utilizado los panistas para ganar adeptos, se basa en una estrategia que, asesorados por la derecha española y los publicistas estadunidenses, se despliega desde la propia Presidencia de la República, utilizando todo el aparato estatal para tratar de posicionar a un candidato presidencial gris y, en el caso de mi estado Tamaulipas, a delincuentes como el presidente municipal de Reynosa, Cabeza de Vaca, nombrado por Calderón coordinador de todos los alcaldes panistas en el país, con el único propósito de desestabilizar la paz social en esos espacios. El objetivo es posicionar a sus candidatos para perpetuarse en el poder y así mantener canonjías, negocios y lograr impunidad. La estrategia desplegada ha sido la guerra sucia basada en la difamación y la calumnia, con las que sólo acusan pero no prueban, como en Jalisco, donde ganaremos la gubernatura.

Sin legalidad no hay democracia y voluntad política es lo que le ha faltado al gobierno panista para hacer cumplir lo que dicta la ley. Pero lo que los foxistas y los calderonistas no han considerado, es que en los demás actores políticos cabe la cordura. Que si el panismo busca generar crisis de ingobernabilidad para su provecho en actitud mezquina, existen por fortuna actores políticos, con la capacidad y experiencia suficiente, para lograr que la concordia retorne, fundamentalmente, porque la sociedad exige paz y estabilidad, esa que se ha perdido por la perversidad e irresponsabilidad del Ejecutivo federal, que ha propiciado y mantenido los conflictos.

Deberán respetarse las reglas para hacer posible la competencia electoral. Porque, como en el 2 de julio de 2000, la sociedad mexicana saldrá con toda civilidad y libertad a ejercer su derecho al voto, demostrando que la alternancia política, como parte de la transición democrática, se puede efectuar en forma pacífica y sin fracturas sociales, no obstante el encono del ambiente. A partir del 3 de julio, podremos ver cómo los conflictos acumulados comenzarán a solucionarse; por supuesto, no habrá mayor inestabilidad y México, una vez más, avanzará por la vía de la legalidad y la legitimidad que dan los votos, aunque la diferencia sea de un solo voto. Se recuperará, ¡al fin!, la estabilidad y la paz social. Y, sobra decirlo, pero manifiesto mi adhesión a todos los candidatos del PRI en el país, en especial, a los tamaulipecos.

 
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