Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 2 de julio de 2006 Num: 591


Portada
Presentación
Bazar de asombros
La muerte de Dios postmoderna
ANGÉLICA M. AGUADO Y JOSÉ J. PAULÍN
entrevista con DANY-ROBERT DUFOUR
La otra campaña y la izquierda estadista en América Latina
ULRICH BRAND
Traficantes de ilusiones
LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO
Denis de Rougemont:
100 años de pasión

ANDREAS KURZ
Cortesías y mesianismos
LUIS C.A. GUTIÉRREZ NEGRÍN
Lo que el viento a Juárez
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUIA

Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Teatro
NOÉ MORALES MUÑOZ


Directorio
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Georges Clemeneceau (1841-1929) como primer ministro de Francia derrotó al imperio Alemán y firmó el Tratado de París en 1919, que puso fin a la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Fue dirigente del Partido Radical y contribuyó decisivamente a votar la ley que separó a la Iglesia y al Estado en Francia en el año de 1904. Ley que motivó la ruptura de relaciones con el Vaticano. México creó un Estado Laico 45 años antes que Francia, la República de Italia secularizó su estado hasta 1948, 89 años después que México.

La admiración de Clemenceau por la lucha republicana de Benito Juárez contra el principio monárquico e imperialista fue expresada en una carta redactada después del fusilamiento de Maximiliano de Hapsburgo.

Emilio Cárdenas Elorduy

CLEMANCEAU RINDE TRIBUTO A JUÁREZ

"¿Cómo diablos se le ha ocurrido a usted compadecer a Maximiliano y a Carlota? ¡Dios mío! Sí, lo sé perfectamente; esas gentes son siempre encantadoras. Hace cinco o seis mil años que son así. Tienen la receta de todas las virtudes y el secreto de todas las gracias. ¿Sonríen ellos? Es delicioso. ¿Lloran? Es conmovedor. ¿Le dejan a usted vivir? ¡Qué exquisita bondad! ¿Le aplastan a usted? Una simple desgracia de la que ellos están exculpados. Todos esos emperadores, reyes, archiduques y príncipes son grandes, sublimes, generosos, soberbios; sus princesas son lo que queráis, pero yo les odio con un aborrecimiento sin misericordia como se odiaba en el 93, cuando al imbécil de Luis XVI le llamaban execrable tirano. Entre nosotros y esas gentes hay una guerra a muerte. Ellos han hecho morir, entre torturas de todo género a millones de los nuestros. Y apostaría a que nosotros no hemos matado a más de dos de ellos. Verdad que es mucha la imbecilidad humana, pero ellos se encuentran a la cabeza y, como tales, es a ellos a los que hay que mirar. Yo no tengo ninguna piedad para esas gentes; compadecer al lobo es cometer un crimen con los corderos. Ese archiduque quería cometer un verdadero crimen; y aquellos a quienes quería matar le han dado muerte a él. Me siento encantado. Su esposa está loca. Nada más justo. Esto casi me hace creer en la Providencia. ¿Fue la ambición de esa mujer la que empujó a ese imbécil? Si siento que haya perdido la razón, es únicamente porque no puede darse cuenta de que su marido ha muerto por ella y que ignore que México es un pueblo altivo que sabe vengar las ofensas. Si Maximiliano no ha sido sino un instrumento, su papel es aún más vil, sin que por ello sea menos culpable. Diréis que soy feroz e intratable: pero mi opinión es ésta. Y sabed que no pienso cambiar en los más mínimo. Creedme: todas esas gentes son iguales y se apoyan unas a otras. Benito Juárez está en lo justo..."

Georges Clemenceau
(Carta del 6 de septiembre de 1867)