Usted está aquí: lunes 10 de julio de 2006 Opinión ¿Qué pasa con la economía?

León Bendesky

¿Qué pasa con la economía?

Un resultado inevitable de las recientes elecciones es la profunda división de la sociedad mexicana, la cual se advierte no sólo en el sentido en que se expresaron los votos por alguno de los contendientes, sino en la animadversión con la que políticos, partidos y otros grupos llenaron el ambiente mucho antes de la demasiada larga campaña electoral.

El presidente que gobierne a partir de diciembre sólo habrá sido electo por una tercera parte de los electores y ése no es un dato menor en cuanto al mandato que recibe de los ciudadanos. Esta cuestión tiene un significado político y también para el manejo de la economía.

Cualquiera que sea la ruta que adopte la política pública, incluso en el caso que se opte por una continuidad que se extendería entonces ya por un extenso periodo de tres décadas, habrá de basarse en el hecho de que ahora requiere una mayor dosis de legitimidad y representatividad. Estas han sido condiciones de las que han carecido muchas de las decisiones que tomaron las administraciones de Salinas, Zedillo y Fox.

En el caso particular de la política económica se deberá tener claramente en cuenta el carácter de la situación interna y del entorno internacional que prevalecen actualmente.

Los datos acerca del comportamiento reciente de la economía indican una recuperación del producto en el primer trimestre de este año del orden de 5.5 por ciento medido en términos reales (descontando el efecto del alza de los precios). Este es el registro trimestral de crecimiento más alto de todo el sexenio. Esta cifra se mide con respecto al dato del mismo trimestre del año anterior, que fue 2.4 por ciento, es decir, una base muy baja. Debe tenerse mucho cuidado con las consideraciones que se hacen de las estadísticas para analizar y valorar la situación y el desempeño de la economía.

Las cifras del empleo hasta abril confirman el estancamiento relativo en este rubro en el sector manufacturero, así ocurre con: el personal ocupado, las horas trabajadas y las remuneraciones medias reales por persona ocupada. Pero siguiendo con el sector de las manufacturas, que representa una quinta parte del producto total que se genera en esta economía y del que dependen las exportaciones (no petroleras), la información disponible indica que en marzo pasado creció 10.2 por ciento con respecto al mismo mes de 2005.

Es muy llamativo que en ese mes la producción de manufacturas creció en estados como Sonora a una tasa de 49.5 por ciento y en Aguascalientes 30.5 por ciento. Esta dinámica se concentró en la industria automotriz e indica el decaimiento en que estaba la actividad que depende esencialmente de las condiciones de la demanda en el mercado de Estados Unidos. Las distorsiones de ese sector industrial se advierten con la información de Veracruz, con una tasa de menos 4.4 por ciento, en este caso debido al pobre comportamiento de los rubros de alimentos y bebidas, de productos químicos y los derivados del petróleo. La industria mexicana debe su dinámica a los sectores automotriz, electrónico y eléctrico, que son los que exportan. Ese es un saldo adverso de la política económica y comercial que debe atenderse sin mucha dilación.

En junio la inflación fue 0.09 por ciento; medida en términos anuales (con respecto a junio de 2005) la tasa alcanzó 3.18 por ciento y la acumulada es de 0.65 por ciento en lo que va de este año. Los precios mantienen así un comportamiento estable, sostenido, principalmente en las abundantes reservas internacionales que permiten evitar la volatilidad del tipo de cambio del peso frente al dólar. Estas reservas provienen de los ingresos extraordinarios de la exportación de petróleo y de las crecientes remesas de los trabajadores que están fuera del país. La baja inflación no se sustenta en aumentos de la inversión o de la productividad como base de la generación de más empleo e ingresos para la población.

Ese ha sido el comportamiento de la economía durante varios años en que ha agrandado su dependencia con la de Estados Unidos, pero sin desprender de ella las ventajas que debieran ser posibles. En cambio pierde de modo constante participación en las importaciones de ese mercado y será cada vez más difícil contener la competencia de China, India y otros países.

La estabilidad financiera sostenida en petróleo y remesas ha aguantado el aumento de las tasas de interés estadunidenses, que están ya en 5.25 por ciento y que podrían seguir aumentando, según dejó entrever la Reserva Federal. Pero esa capacidad de aguante se va reduciendo, y si, en efecto, como se prevé, se desacelera el crecimiento en ese país, se resentirá en términos de las exportaciones y la economía mexicana seguirá en su estado vegetativo de largo plazo. Las presiones inflacionarias en el mundo son tales que en Japón se resisten a suprimir la tasa cero de interés y eludir así otra recesión.

Así es que si para interpretar la información económica reciente se tuviera que optar entre la solvencia de los criterios y la aplicación de la política económica o, en cambio, por la alineación favorable de los astros en esta fase final de sexenio, habría que hacerlo por la astrología.

De ahí que cualquier cosa que se haga en adelante en materia económica habrá de partir de consensos que rebasen el campo de lo faccioso y de cuenta de la división política existente. Y eso sin entrar aún en el campo de las reformas, de ésas que se llaman estructurales.

 
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