Usted está aquí: martes 11 de julio de 2006 Opinión Semana de falsos

Teresa del Conde

Semana de falsos

Se debe tener en cuenta que hay obras falsas realizadas con experticia y con algún conocimiento de causa (los falsificadores italianos están entre los mejores) y otros que son torpes y que fallan en convencer aun a los no iniciados, por detalles a veces mínimos. En este caso están no pocos Siqueiros ''de la cárcel" (1960-1964) que alcanzan circulación en el mercado, a veces acompañados de certificados, posiblemente realizados con buena intención, pero con escaso conocimiento.

Uno de los mejores falsificadores que existieron en el siglo XX fue Han van Mergeren, famoso por haber pasado la prueba de certificadores tan notables como Bredius y de autoridades museísticas del nivel del Museo Boymans, de Rotterdam. Uno de sus más famosos falsos Vermeer es el Cristo en Emmaus, pero hay que tener en cuenta que el lapso previo a su realización le tomó a Van Mergeren cuatro años de experimentos e investigación acerca de la pintura holandesa del siglo XVII.

Ese cuadro fue iniciado en 1936 y lo terminó hasta el año siguiente en su taller de Roquebrune, al sur de Francia. Van Mergeren actuó en la forma en que lo hizo, debido a un imperativo moral. Desconfiaba de los jueces, de los expertos, de los directores de museos y galerías y de los críticos de arte. Se propuso engañarlos a todos mediante la ejecución de un Vermeer inventado, que estuviera dentro del contexto de la producción religiosa del pintor de Delft, de modo que su cuadro viniera a hacer mancuerna con la obra auténtica sobre el tema de Cristo en la casa de Marta y María.

Cuando vendió el Emmaus y se vio dueño de una cantidad nada despreciable (muy baja si se compara con los precios actuales de la pintura, pues equivaldría a unos 125 mil dólares de entonces), se vio ante un dilema en extremo grave: tuvo que escoger entre la muy buena vida, con bastante dinero ganado, o bien, satisfacer la ambición moral de probar que el valor de una pintura no es intrínseco, sino que depende del nombre y la fama del pintor, como también de la moda.

La tentación fue muy fuerte y Van Mergeren eligió la primera opción, es decir, la del dinero ganado, de modo que, siempre tomando las indispensables precauciones técnicas y semánticas, fabricó otros Vermeer, dos Peter de Hooch y por lo menos un Terborch. Se estima que obtuvo 2.5 millones de dólares y si no ganó más fue porque nunca fabricó en serie y siempre se comportó como un hombre que conocía perfectamente su oficio.

Así es que, de modo por demás justificado, puede considerársele como un art master de la falsificación.

Todo artista con reputación, así sea mediana, si es que alcanza precios buenos, es falsificable, pero la enorme mayoría de las veces las falsificaciones saltan a la vista como tales. Escribo este texto a partir de dos experiencias recientes.

Fui a ver la exposición delicada, elegante, denotadora de buen oficio, pero algo monótona de Miguel Cervantes en el Club de Industriales, sitio que no visito con mucha frecuencia, pero cuando lo hago me gusta ver las joyas de la estupenda colección. Así que ''saludé a Tamayo, a María Izquierdo, a Juan Soriano, a Arnaldo Coen; vi de nuevo La cangrejera, de Francisco Toledo y no lejos de ese mural hay un retrato de Frida Kahlo, expuesto como autorretrato de la pintora, ostentando su nombre, o más bien, su firma. Dígase lo que se quiera, el cuadrito (no está mal pintado) es falso, hasta la iconografía lo es, no digamos ya otros rasgos que acusan su equivocada identificación.

Puedo imaginarme en el mejor de los casos que el autor no quiso falsificar (de lo contrario no la hubiera representado con la cabeza rodeada de flores acuáticas, aunque eso sí, con el changuito adjunto). Pero como ''le salió bien" dijo: ''Va", lo firmó como Frida, cosa no difícil, y si es que pertenece ya a esa colección, logró engañar a los asesores.

Ese mismo día, por la tarde, Esther Echeverría, la viuda de Enrique (1923-1972) depositó en mi domicilio un pésimo falso del extinto representante de la Ruptura, acompañado de un certificado rarísimo. Ella estuvo cierta sobre la no autenticidad de esa Naturaleza muerta, pero como ha dado con otros falsos Echeverrías, quiso saber qué podría hacerse. Poco, porque aunque el cuadro circule como auténtico, resulta que existe un pintor actual del mismo nombre: Enrique Echeverría. Si es que éste es el autor de esta mala falsificación, la culpa la tiene más el o los autentificadores que el creador.

Esa misma semana también me tocó en suerte, por casualidad, dar con un muy dudoso Siqueiros... eso fue en cierto recinto donde se exhibe una excelente pintura de Valdemar Sjolander, a quien no suele falsificarse porque sus precios en vida no llegaron a ser muy altos.

 
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