Usted está aquí: sábado 15 de julio de 2006 Disquero Pulsar arte, pulsarte

Pulsar arte, pulsarte

Como las coincidencias no existen, en el mismísimo instante en que apareció en México un nuevo disco bajo el signo Pink Floyd, el fundador de tal concepto agonizaba. Nos referimos a Pulse y a Syd Barrett.

El primero es un álbum doble en formato dvd que contiene cuatro horas de paraíso terrenal. Y el segundo es el primero, es decir: Syd Barrett es el primer Pink Floyd, el fundador, el ideador, el motor, la conciencia e inspiración. Y es el primero de los Floyd en fallecer. Su deceso ocurrió el viernes 7 de julio, pero la noticia fue dada a conocer hasta el lunes.

Colmado de leyenda, este héroe romántico en pleno siglo XXI en realidad se había perdido para siempre 30 años antes, luego de terminar de plantar la semilla de lo que 40 años después conocemos como dos grupos Pink Floyd, el que comanda Roger Waters, el otro fundador del grupo, pero que no puede usar el nombre oficial porque, luego de la separación, pertenece a David Gilmour. Ambos Pink Floyd, el de Waters y el de Gilmour, han hecho su música en México en conciertos que jamás olvidaremos.

La noticia es doble entonces: la aparición del nuevo disco de Pink Floyd, Pulse, y la desaparición del primer Floyd, Syd Barrett.

En realidad Pulse ya existía en audio y en formato VHS, pero ahora aparece no sólo remasterizado, sino con un tratamiento hipertecnológico que nos ofrece cuatro horas cuatro de alucinantes imágenes y música. Vaya homenaje, sin saber que agonizaba, a Syd Barrett.

Entre el arsenal de imágenes, que incluye dos conciertos en vivo -la gira Pulse, que vimos en México también-, extraordinarios filmes cortos en la idea generada por Barrett y Waters de una música operática, videos piratas, fotogalerías y otros muchos materiales, aparece una versión de Wish you were here con los veteranos Gilmour, Mason y Right y el joven Billy Corgan, líder de los Smashing Pumpkins, quien ilustra la manera como esta música ha atravesado generaciones enteras y ha moldeado la educación sentimental de quienes éramos niños cuando nació Pink Floyd y las de los niños que han nacido en el transcurso de los 40 años de esta impronta cultural.

Es tan abrumadora la cantidad y calidad de material que encierra esta versión flamante de Pulse, que en el cuadernillo de mano (o de pierna, donde guste colocársele para su lectura) se incluye de plano un par de diagramas de flujo para guiar al melómano por este laberinto cibernético de placer infinito.

Una buena pantalla, un buen juego de bocinas y un cinturón de seguridad. Buen viaje.

Pablo Espinosa

 
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