Usted está aquí: sábado 15 de julio de 2006 Opinión El cuarto árbitro

Gustavo Gordillo

El cuarto árbitro

1. Las elecciones del 2 de julio efectivamente fueron ejemplares.Votó casi 60 por ciento de los ciudadanos y ciudadanas empadronados. Cerca de un millón de éstas cuidaron casillas y ejecutaron funciones decisivas para garantizar elecciones limpias. Casi no hubo incidentes durante la jornada electoral. Y todos los partidos hasta casi el último momento aseguraron que respetarían los resultados de la elección.

2. Y, sin embargo, estamos metidos en un verdadero conflicto. Al grado que el sentido básico de los resultados electorales puede sintetizarse en dos frases: continuidad en la desconfianza y la sospecha como norma de vida.

3. El IFE fue construido como un conjunto de normas para disipar la desconfianza alimentada por más de 60 años de fraude electoral maquinado. Su precario equilibrio en términos de certidumbre y legitimidad está sustentado en cuatro pilares: apego irrestricto a las normas escritas, autoridad moral de los consejeros, profesionalismo de los funcionarios electorales y consenso activo de los partidos políticos en el desempeño de esta institución. De los cuatro pilares uno es pecado de origen de este segundo consejo electoral. Sabido por todos y quizás buscado por los tres partidos principales, la composición de estos consejeros a diferencia de la primera generación, fue producto de un acuerdo entre PAN y PRI solamente, y la selección y el perfil de los consejeros estuvo muy permeada por tintes partidistas. La apreciación hacia profesionalismo de los funcionarios electorales creo que se ha mantenido, pero frecuentemente se confunde con la evaluación del desempeño de los consejeros. El apego a las normas en general ha sido bueno, pero un grave error de comunicación ocasionado por la ausencia de información el 2 de julio respecto de los poco mas de 2 millones y medio de votos separados en el PREP dio rienda suelta a la desconfianza que se venía acumulando sobre el comportamiento neutral de los consejeros de manera, en mi opinión, irreversible. Y, finalmente, el consenso activo de los partidos respecto del IFE está totalmente deteriorado.

4. El papel de la Presidencia como instancia autónoma y neutra en los procesos electorales ha sido mas bien un wishful thinking que no se ha cumplido en ningún sexenio de los cinco durante los cuales ha transcurrido la transición democrática. Empero, a partir de la autonomía plena del IFE, se logró atisbar un inicio de lo que podría significar la neutralidad del Ejecutivo para garantizar, sobre todo, un segundo arbitraje más de calidad moral que de mandato legal. Desde luego el comportamiento faccioso del presidente Fox ha roto esa ingenua ilusión en una Presidencia que efectivamente fuera nacional y se ejerciera como jefatura de Estado. Al grado tal que resultará extraordinariamente difícil que el Presidente al menos cumpla con un mínimo de decoro republicano la trasmisión de poder.

5. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación es en el andamiaje institucional el único árbitro aún confiable para todos los actores políticos. Tanto es así que los dos conjuntos políticos principales ha recurrido a sus oficios para impugnar un amplio número de casillas electorales que de ocurrir estaremos muy próximos a la revisión del voto por voto que ha demandado la Coalición por el Bien de Todos. Viene a cuento recordar el inteligente comportamiento del presidente Arias en Costa Rica, que ante una demanda similar de su opositor, al cual aventajaba por menos de 30 mil votos y no habiendo en la legislación electoral un claro mandato al respecto, pidió a las autoridades electorales que realizaran el recuento de todos los votos. El resultado sin duda reforzó la legitimidad del triunfo del presidente Arias.

6. Aun con la provisionalidad de los resultados electorales presidenciales, hay sin embargo, ya varias conclusiones. La elite política está profundamente dividida. Esa división no está confinada al ámbito electoral aunque ahí se expresa en una división geográfica. También se trasmite a las calles y en varios conflictos sociales que precedieron al 2 de julio. Habiendo una largo proceso de incubación del descontento social no sería extraño que se exprese más ampliamente en conflictos sociales.

7. De las elecciones ha resultado un gobierno dividido entre el Ejecutivo y el Legislativo y también entre ambas cámaras. Se requiere de acuerdos y pactos. Todo mundo lo dice pero, ¿quiénes están dispuestos a apostar por los acuerdos? Hasta ahora ninguno de los actores principales. Hablar de acuerdos, de coaliciones, de gobiernos de composición y de pactos legislativos suena bien. Pero, ¿quiénes los van a instrumentar cuando lo que existe hoy es un esquema de vetos múltiples?

8. Se requiere un cuarto árbitro. Uno nunca lo fue: el Presidente de la República. Otro está dañado en la autoridad moral de sus consejeros. Otra quizás logre realizar su mandato con un mínimo de deterioro, pero aún así sus funciones están claramente circunscritas. Se me ocurre que los gobernadores, como cuerpo colegiado pero no como expresión de los partidos que los postularon, podrían jugar el papel de árbitros en el proceso de elaboración e implementación de acuerdos en el periodo de transición entre la declaración del presidente electo y la toma de posesión en diciembre. Además de hacerlo y lograrlo exitosamente habrían hecho lo que nadie ha hecho nunca en México. Contribuir al establecimiento de una República federal.

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