Usted está aquí: sábado 15 de julio de 2006 Opinión Culpas a expiar

Marta Tawil

Culpas a expiar

En el marco de la actual incursión militar israelí en la franja de Gaza, aviones sobrevolaron el palacio del presidente de Siria, Bashar al Assad, para presionarlo con el fin de que "entregue" a Jaled Meshaal, jefe del buró político en Damasco de la organización islamita palestina Hamas (según Tel Aviv, Meshaal fue quien ordenó la captura de un soldado israelí cerca de Gaza).

El hecho amerita preguntarse si actualmente Siria tiene la capacidad y la voluntad para enfrentarse contra el liderazgo de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y de fomentar el radicalismo de grupos palestinos en su diálogo de disuasión con Israel.

Las relaciones entre Damasco y la ANP se rompieron cuando Arafat concluyó con Israel los acuerdos de Oslo en 1993, que Siria rechazó. En 2001 empezó a registrarse un acercamiento. En enero, Siria permitió por vez primera la importación de productos de zonas autónomas palestinas, bajo control de la ANP (antes Siria bloqueaba los artículos de origen palestino, declarando que provenían de áreas ocupadas por Israel); la aduana siria reconoce hoy los pasaportes expedidos por la ANP.

En marzo de ese mismo año Asad y Arafat se encontraron en Ammán, Jordania, y los contactos se multiplicaron, los cuales se realizaron principalmente bajo la intermediación de Faruq al Qaddumi, un duro de la OLP cercano a Siria.

Una vez que la administración Bush declaró terminada la guerra contra Saddam Hussein (abril 2003), anunció de pronto su intención de resolver el conflicto palestino-israelí; curiosamente, lo primero que se le ocurrió fue exigir a Siria el cierre inmediato de las oficinas de militantes palestinos presentes en su territorio y expulsar a sus líderes. Assad replicó que esos grupos no emprenden actividades contra Israel desde territorio sirio; sin embargo, logró que las organizaciones palestinas redujeran el número de sus oficinas en Damasco y que mantuvieran un perfil bajo. Algunos reportes indican que Siria persuadió a Hamas y Jihad Islámica de que aceptaran la tregua de tres meses que se negoció en Egipto en julio de 2003. Durante los funerales de Izz al Din al Shaikh Jalil (miembro del ala militar de Hamas, asesinado en Damasco el 26 de septiembre de 2004, por un cochebomba en el sur de Damasco, del cual se responsabiliza a Israel), Hamas estuvo representado por el líder de la rama libanesa. Tanto Meshaal como los principales dirigentes de otros movimientos palestinos basados en Damasco brillaron por su ausencia. Más aun, el presidente sirio cambió su actitud frente al mapa de ruta, presentado en abril de 2003, y se comprometió a "admitir lo que los palestinos acepten". Más: Asad volvió a proponer a Israel retomar las negociaciones de paz con Siria, que se detuvieron en 2000.

Con la toma de poder de Mahmoud Abbas (Abu Mazen), elegido en enero de 2005, después de la muerte de Arafat, la mejoría de las relaciones sirio-palestinas fue notable. Siria ofreció su apoyo al proyecto de Abbas para la unidad y el diálogo interpalestino; así, en julio 2005, Abbas se reunió en Damasco con los representantes de diversas facciones para obtener una tregua e integrarlas a la escena política palestina. Se trató de un verdadero giro en las relaciones sirio-palestinas, ya que en el pasado los intentos de Siria por limar asperezas con Arafat se inscribían siempre en un contexto de degradación de las relaciones entre palestinos e israelíes (como en las crisis de 1996, 2001, 2003-2004). Por el contrario, presionado por la administración Bush y el aislamiento internacional impuesto a Siria desde la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU (septiembre 2004), Asad se acercó esta vez a un liderazgo palestino que ha optado claramente por satisfacer las exigencias de Israel y Estados Unidos. Damasco ya no pudo manipular la carta palestina para disuadir al enemigo como en el pasado, no sólo porque a diferencia de su predecesor, Hafez al Assad (1970-2000), Bashar no maneja la especialidad de dividir y manipular a los grupos palestinos de la disidencia, sino porque el nuevo escenario regional desde la caída de Bagdad no le permite hacerlo.

A pesar de los intentos de Siria por presentarse como socio constructivo del nuevo liderazgo palestino, particularmente desde la muerte de Yaser Arafat y a pesar de algunos gestos del gobierno de Asad en política interna (como el decreto de desmilitarizar el sistema escolar sirio o los cambios a la carta del partido Baaz en favor de las negociaciones con Israel), los neoconservadores endurecen su posición. El 13 de marzo 2003, por vez primera desde los años 80, la administración Bush calificó la presencia siria en Líbano de "ocupación" y criticó su apoyo a Hezbollah (grupo y partido libanés, inscrito después de los atentados del 11 de septiembre en la lista negra de organizaciones terroristas). En octubre de 2003, luego de un ataque suicida de una joven palestina en Haifa, el gobierno del primer ministro israelí, Ariel Sharon, bombardeó con el beneplácito estadunidense un campo abandonado de entrenamiento palestino cerca de Damasco. El 12 de diciembre 2003 Bush aprobó la política de sanciones contra Siria elaborada por el Congreso, que entró en vigor el 12 de mayo 2004. Recientemente, en el marco de la incursión militar israelí en Gaza, que está provocando una tragedia humanitaria entre los palestinos, Israel amedrenta nuevamente a Siria con la demostración arrogante de su supremacía militar, mientras Estados Unidos persiste en reducir la resistencia palestina a asunto de terrorismo instigado por actores externos. De nada sirven los gestos de Damasco, porque para Washington se trata de hacerla expiar no sólo sus culpas, sino también las ajenas.

 
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