Usted está aquí: viernes 21 de julio de 2006 Cultura La mirada caleidoscópica de Flores Olea

José Cueli

La mirada caleidoscópica de Flores Olea

Disfrutando el descanso dominical e intentando abstraerme un poco de los desagradables y preocupantes acontecimientos que se están dando en el país y, ni qué decir, del desastre de la guerra en Medio Oriente, decidí hojear los libros de fotografía de mi querido amigo Víctor Flores Olea, que tanto me gustan.

Elegí empezar con su espléndido libro Nueva York sobre Nueva York (2003), que dicho sea de paso, está dedicado a las víctimas del cruel atentado contra las Torres Gemelas.

El material seleccionado, la composición, el colorido y la intención nos reflejan como un caleidoscopio las múltiples facetas, rostros y lugares de una urbe tan hermosa como compleja, Nueva York.

Víctor capta con su lente lo que se ve y lo velado, mezcla mirada exterior e interior y consigue poner el foco tanto en lo central como en lo marginal. En verdad retrata a Nueva York y a los neoyorquinos no sólo en su exterioridad, sino que va más allá: logra que el espectador pueda vislumbrar en las imágenes la interioridad, eso que no se ve a primera vista, eso que habita muy dentro en los sujetos y en la ciudad.

Sus imágenes nos llegan directo del ojo al cerebro y nos tocan el alma tanto por su belleza como por lo que velan y revelan; por las asociaciones mentales que nos permiten llevar a cabo y que conducen la reflexión de problemas cruciales (identidad sexual, riqueza versus pobreza, etcétera).

En sus imágenes podemos ver reflejados con gran oficio y elegancia: miseria y riqueza, cordura y locura, vejez y juventud, esperanza y desesperanza, alegría y tristeza, lujo y marginalidad, erotismo y perversión, grandeza y degradación, vida y muerte.

Cada una de estas visiones nos mueve afectos que se abren y se mezclan con otros afectos, y así adquieren nuevas significaciones y hacen que cada vez que veamos el libro sea un nuevo diálogo y un nuevo texto visual y emocional que, a su vez, nos lleva a nuevas reflexiones.

Me permito transcribir unas palabras de Carlos Fuentes (quien cita a Joseph Conrad) del proemio al libro de Víctor, Los encuentros (1984): ''En el prólogo a El negro del Narciso, Joseph Conrad escribe lo siguiente: 'La sabiduría mutante de las sucesivas generaciones desecha ideas, cuestiona hechos y destruye teorías. Pero el artista hace un llamado a esa parte de nuestro ser que no depende del conocimiento; a esa parte nuestra que es un don y no una adquisición. Habla a nuestra capacidad de deleite y de asombro, al sentido de misterio que rodea a nuestras vidas; a nuestro sentido de piedad, de belleza y de dolor; al sentido latente de hermandad con la creación entera' (...)"

Asimismo, refleja la complejidad de una ciudad que vive y sufre con una intensidad que sólo es vista en Nueva York. Las imágenes de Flores Olea dicen de frases y disfraces, velan y develan, ponen en evidencia la vertiginosa velocidad a la que se vive en esa metrópoli.

Hay una imagen en particular, ¡y vaya si es difícil escoger entre tan magníficas fotografías!, la de un pequeño absorto en la contemplación de un velero que se desliza con suavidad en un pequeño lago artificial. La imagen está cargada de ternura y es de una belleza singular, pero además de tocarnos el alma me lleva a fantasear lo que el pequeño estará pensando y me hace reflexionar sobre el futuro que éste y otros niños tendrán en este mundo convulso que les estamos heredando.

De nuevo felicidades por un libro tan logrado.

 
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