Usted está aquí: lunes 24 de julio de 2006 Opinión Otro México

León Bendesky

Otro México

Una sociedad es siempre otra, así no sea más que por formar parte de ese río de fluir constante del que hablaba Heráclito y en el que no se puede uno sumergir dos veces. Pero una sociedad es también la misma, pues no se rompe por completo con lo que existía antes para renovarse totalmente. Ambas cuestiones son piezas de lo que hace la historia.

Nadie tiene el monopolio en el terreno de la interpretación de la historia, menos aun cuando se quiere hacer en medio de un conflicto social como el que hay en el país. Sólo desde la miopía política puede decirse que México es hoy completamente distinto digamos al de 1988, y que lo que entonces era justificado en la lucha democrática hoy no lo es. Así lo ha hecho de modo falaz la señora Vázquez Mota, quien coordina las relaciones políticas del candidato panista a la presidencia.

En efecto, México ha cambiado tanto que Vicente Fox está a punto de terminar su periodo presidencial. Doce años antes de iniciarlo, las elecciones habían culminado en un fraude, reconocido con poco decoro por el ex presidente De la Madrid, quien entonces residía en Los Pinos. Carlos Salinas no puede sacudirse ese estigma. La militancia y la resistencia democrática de los líderes del PAN fueron entonces cabales. Por supuesto que no fueron únicas ni acabaron ahí.

Es cierto también que el marco político institucional ha cambiado, sobre todo, en el campo de la organización de la elecciones y los espacios para dirimir las disputas que surgen de ellas: existen el Instituto Federal Electoral (IFE) y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, entidades que son independientes. Es precisamente parte de ese entorno institucional el que hoy está cuestionado y del que en conjunto se espera una resolución que dé legitimidad social al reciente proceso electoral.

Apelar en abstracto al funcionamiento de las instituciones y de ahí derivar que no pueden hoy ser cuestionadas, es un argumento muy pobre de la coordinadora panista, acostumbrada a combatir la pobreza. Las instituciones también requieren de legitimidad para constituirse en la referencia esencial de una existencia colectiva más armónica. Deben servir como un soporte de las relaciones sociales, en este caso de aquellas que conforman los difíciles espacios de la democracia. Un soporte que, al ser eficaz, pueda incluso mantenerse en la penumbra, como ocurre muchas veces con la parte de los contrabajos en el curso de una sinfonía; están ahí, puede que no se adviertan, pero la música no podría ser igual sin ellos.

A pesar de los avances en ese ámbito, aún estamos muy lejos en México de una situación de normalidad institucional. Las instituciones no se justifican por sí mismas, tienen su propia historia, o sea, expresan lo que es nuevo y lo que permanece de antes. Se justifican sólo en su relación con la gente a la que deben servir, lo que de preferencia en una democracia moderna se refiere a la mayoría. Esa condición debe ser la misma, y señalo sólo como ejemplo, para aquellas que tienen que ver la gestión de las condiciones económicas, como es el caso del Banco de México, para las que generan la información básica como es el INEGI, para las que se ocupan de las elecciones como ocurre con el IFE o, incluso, para aquélla en la que reside el Poder Ejecutivo, es decir, la Presidencia de la República. Hoy aún tenemos un gran faltante en nuestras cuentas institucionales.

El PAN debe cuidarse ahora de invocar de modo genérico a las instituciones cuando la presidencia de Fox ha atentado abiertamente contra el marco institucional, como pasó con el finalmente fallido desafuero del ex jefe de Gobierno del Distrito Federal; o bien cuando intervino de modo abierto y perturbador en el proceso de la elección presidencial, motivo de la actual querella. El Presidente no ha expresado con sus actos, y menos con sus dichos, el surgimiento de un México nuevo y tiene los pies atrapados en el que sigue siendo el mismo país de antes. Esto lo ha exhibido de modo constante desde el inicio hasta este periodo ya final de su mandato,

No es realmente otro el México de 2006 que el de 1988 al que se refirió la coordinadora panista. La otra campaña, la que promovieron y mantienen los medios de comunicación concesionados por el Estado, las grandes compañías, el mayor organismo de representación empresarial y la jerarquía eclesiástica no es un ejemplo loable de fortaleza institucional; por el contrario, ha sembrado y abona buena parte de la discordia y el ambiente de miedo que marca hoy al país. Ellos crearon la candidatura presidencial del PAN y aún no han podido llevarla a término.

Hay una fuere resistencia para forjar otro México, para eso no alcanzan los discursos ni los desplantes, y lo que quedan son las evidencias. Así se pone de manifiesto con esta atropellada disputa política y la elección presidencial inconclusa. Persiste la necesidad y la exigencia de ir creando un país renovado y no uno que cambie como si fuese mediante la cirugía cosmética, que al final no podrá esconder su decadencia.

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