Usted está aquí: lunes 24 de julio de 2006 Opinión ¿La fiesta en paz?

¿La fiesta en paz?

Leonardo Páez

Toreros divididos

La fiesta de los toros es un termómetro fiel de la temperatura de las sociedades donde está inmersa. Si la desunión y inconciencia prevalecen en un país, este espectáculo tan sui géneris y "extemporáneo" no podía quedar al margen de tamaño desgarriate. Los malos ejemplos cunden.

El pasado jueves la Asociación Nacional de Matadores de toros y novillos citó a una conferencia de prensa, aunque no la realizó en el amplio auditorio Silverio Pérez de esa agrupación, sino en el salón de eventos múltiples del Congreso del Trabajo. ¿El motivo? Informar de los pormenores en la primera corrida realizada en Ecatepec, estado de México, el 15 de julio, así como de las violaciones a diversos acuerdos por parte de los subalternos.

El representante de los matadores, Francisco González Salinas, informó que en el festejo se negaron a actuar los miembros de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, representados por Benigno González Carmona, por lo que hubo necesidad de recurrir a algunos compañeros matadores para que fungieran como peones de brega, picadores y banderilleros.

Esta situación no es nueva. A finales de los años 80, cuando el matador Curro Leal era empresario en la feria de Texcoco y Manolo Martínez regresaba a los ruedos, aquél se vio obligado a habilitar matadores como cuadrillas emergentes porque no hubo un arreglo con los subalternos.

Otros acuerdos que, según Paco González, han sido violados por la unida agrupación de picadores y banderilleros, además de lo ocurrido en Ecatepec, son permitir la actuación de cuadrillas con toreros que, por estatutos, no pertenecen a la Asociación de Matadores; haber violado el Convenio Taurino Hispano-Mexicano, que prohíbe un cartel con dos diestros extranjeros y uno nacional, así como el adeudo de pagos. Para colmo, un novillero manifestó que la empresa de la México cobraba por ponerlos en un cartel.

El representante de los matadores de-nunció también una deuda de cerca de 2 millones de pesos de la administración anterior de la Plaza México con la asociación por el llamado fondo de reserva, y aludió a diversos intentos para dividir a la vapuleada agrupación, que en los años recientes ha tenido cinco representantes.

La realidad, sin embargo, es que desde siempre los matadores ha sido un gremio incapaz de unirse, antes que por falta de solidaridad, debido a sus distintos niveles de desempeño profesional. Aquellos que por la regularidad de sus éxitos son contratados por las empresas en poco o nada requieren de respaldos gremiales; en tanto, los relegados o modestos procuran hacer valer derechos como asociados.

¿Ahora sólo podrán torear aquellos diestros que no pertenezcan a la asociación? ¿Los toreros que actúan regularmente formarán otro grupo? ¿Valdrá más un mal arreglo que un buen pleito? Son preguntas que deberán responder, exclusivamente, los matadores de toros y novillos.

 
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