Usted está aquí: miércoles 26 de julio de 2006 Capital Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez

El IFE, a la compra de credibilidad

Engruesa bolsas de radio y tv con dineros del pueblo

Imparcialidad en entredicho

Renuncia por dignidad

Si el trabajo que desempeñó durante la elección del pasado día 2 se hubiera caracterizado por lo legal, por lo honesto, el IFE no tendría nada que explicar, el resultado sería creíble y no pagaría, con dinero de los causantes, las costosísimas campañas en televisión y radio para que alguien le crea.

El momento exige definiciones claras, soluciones profundas que impidan episodios trágicos, y una de esas definiciones debería ser la renuncia del aparato dirigente del IFE, desde su presidente hasta sus consejeros, porque han convertido al organismo, más allá del PAN, en el verdadero brazo político de Vicente Fox, y de la mafia que pretende asegurar su impunidad con la impostura de Felipe Calderón como presidente de la República.

El IFE ha caído, incluso, en su propia trampa. En un acto que sólo puede ser interpretado como una confesión de parte, el fin de semana pasado envió al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación algo que podría llamarse: Por qué hice trampa, es decir, una serie argumentos para derrumbar los que esgrime la coalición opositora Por el Bien de Todos.

Pero el caso es que esa institución, hoy eco insoslayable del panismo, requiere argumentar con papeles, seguramente alterados, y con campañas publicitarias lo que no ha podido probar con su desempeño profesional.

La presidencia del IFE y sus asociados, perdón, sus consejeros, han vuelto a gastar el dinero de los contribuyentes -tal vez me equivoque y están dilapidando algo de la fortuna de los amigos de Feli-pillo- en la búsqueda de una explicación que no tiene justificaciones.

Si en la conciencia de cada uno de los señores del IFE existiera la certeza de que realizaron un buen trabajo, seguramente estarían en la tranquila espera del fallo del tribunal electoral. Nada ni nadie podría hacer cambiar el resultado de un trabajo honesto.

Pero la realidad no es así, por el contrario, esos señores buscan que sus explicaciones sean atendidas y que el reclamo popular de recontar voto por voto, el sufragio de la gente, no llegue hasta el tribunal.

Tratan de evitar que los números que informaron sean refutados por la realidad, cuestión totalmente fuera de lugar si se piensa en una institución a la que, por su imparcialidad, no debería importarle el tipo de errores cometidos durante los conteos, si hubieran sido cometidos sin dolo, porque se podrían corregir sin importar a quién pudieran beneficiar o perjudicar, siempre que lo legal, lo honesto, estuviera por encima de todo.

Pero como en las arenas movedizas, la presidencia del IFE, a cada paso que da se hunde más. Hoy el gasto enorme que hace para buscar credibilidad, e imponer a Calderón como presidente, no hace sino confirmar que hubo un proceder desaseado.

Ahora resulta que recontar los votos es un insulto para los sufragantes, como si todos los que acudieron a las urnas no se hubieran dado cuenta de que el IFE, su presidente y sus asociados llenaron de porquería la elección.

Existe un inmenso fraude en contra de la gente y el Trife no tiene que ser el que lo devele, está a la vista de todos. El conteo amañado, demostrado ya por expertos en ciencia matemática; el falseo de los cómputos que muestran las actas de casillas, y ahora el gasto inmenso e inmoral que se hace del dinero del contribuyente para tratar de echar más lodo a la voluntad popular, no pueden concluir más que en una cosa: todos los funcionarios del IFE tienen que renunciar antes de que sea demasiado tarde y la justicia los alcance.

México ya no es el mismo de 1988, a ver si lo entienden.

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