Usted está aquí: martes 1 de agosto de 2006 Opinión Los hombres viven menos

Javier Flores

Los hombres viven menos

El año pasado la esperanza de vida al nacer de los mexicanos fue de 75.4 años. Esta cifra ha ido creciendo progresivamente con el tiempo, pues en 1990 era de 71.2. Debe hacerse notar que actualmente existen diferencias importantes en este indicador entre las distintas naciones en el mundo. En los países africanos los promedios son alarmantemente bajos. En Botswana, por ejemplo, actualmente es de 40 años, cifra que autores como Galor y Mohar han estimado para Europa en la Edad Media.

Puede pensarse en la influencia determinante de factores socioeconómicos para explicar estas desemejanzas. Pero además de las discrepancias que se observan entre países, existe una marcada diferencia entre sexos. Salvo muy contadas excepciones (Zimbawe, Nigeria y Somalia), las mujeres viven más que los hombres en todo el orbe. En Australia, que tiene un índice alto de desarrollo, la esperanza de vida femenina es mayor que la masculina: 83 para ellas y 78 para varones. En México 78 y 73, respectivamente, y en Bangladesh 63 y 62 (todas las cifras son para 2005). Quiere decir que al margen del grado de desarrollo entre naciones, ellas viven más.

Estas diferencias son consistentes cuando se examinan las diversas regiones en un país determinado. En México la esperanza de vida más alta la encontramos en el Distrito Federal y en Baja California (76.6 años en promedio) y la más baja en Guerrero y Oaxaca (74.1). Pero a pesar de estas diferencias regionales, en la totalidad de las entidades federativas las mujeres viven más. En la ciudad de México es donde se encuentra el nivel más alto (79.8 para ellas) y el más bajo en Chiapas (76.5 también para las mujeres). Es importante notar que inclusive la última cifra se encuentra por encima del promedio nacional.

Aquí surgen dos preguntas: ¿cómo explicar las diferencias entre sexos y cómo entender las diferencias regionales entre mujeres? Empecemos por la última, que es más fácil, según creo.

Un estudio realizado en Ginebra, Suiza, muestra que la mortalidad en el caso del cáncer de mama depende de la clase social. Las pobres mueren antes que las ricas, de acuerdo con un trabajo publicado en marzo de este año por Bouchardy y sus colegas en el International Journal of Cancer.

Pero aunque esto puede ser cierto para los países ricos y "civilizados" como Suiza, me atrevo a decir que en México afortunadamente es distinto. Es cierto que la disponibilidad de información y las distancias son factores limitantes, pero la medicina social en México permite atender sin distinción de clases sociales a mujeres con cáncer de mama. Me consta que muchas mujeres sin recursos se han salvado de esta enfermedad en nuestras instituciones. Por eso es tan alarmante que alguien quiera desaparecerlas o privatizarlas. Sería un crimen y habría que impedirlo a toda costa.

A pesar de esto, es innegable que las diferencias regionales en la esperanza de vida entre mujeres se deben a factores sociales, económicos y culturales. La educación juega sin duda un papel central. Preocuparse por la detección temprana de enfermedades, acudir a la clínica y seguir puntualmente los tratamientos son algunos aspectos que hacen la diferencia.

Pero, ¿por qué viven menos los hombres? Nadie lo sabe con certeza, lo cual abre el camino a múltiples explicaciones, teorías y especulaciones. Se acepta generalmente que las diferencias sexuales en las tasas de mortalidad involucran factores genéticos, sicológicos, conductuales y sociales. Los aspectos puramente biológicos pueden explicar la susceptibilidad a las enfermedades, pero no son suficientes.

Daniel Kruger y Randolph Nesse, investigadores de la Universidad de Michigan, expertos en salud pública y sicología, respectivamente, realizaron un estudio en el que examinaron 11 causas de muerte en grupos de diferentes edades, principalmente en Estados Unidos, aunque también recopilaron datos de otros países.

El trabajo, publicado en mayo de este año en Human Nature, muestra que el mayor número de fallecimientos de los varones obedece, sobre todo, a causas externas, lo cual otorga gran peso a los factores conductuales y sociales. La edad más crítica corresponde a adultos jóvenes, etapa en la que por cada mujer que muere fallecen tres hombres. Los autores encuentran que mientras la tasa general de mortalidad disminuye, crecen las diferencias en las tasas de mortalidad de hombres y mujeres.

Los expertos introducen una hipótesis inquietante: las diferencias en la mortalidad están moldeadas por la selección sexual y los roles que juegan las mujeres y los hombres en la reproducción. La esperanza de vida, argumentan, radica en el imperativo biológico de atracción de las parejas sexuales. Al igual que ocurre en otras especies, como en los chimpancés, las hembras invierten más en el nacimiento y cuidado de las crías y tienen más limitado el número de nacimientos. Los machos, por su parte, compiten entre ellos por atraer y retener a las hembras. Es sólo una hipótesis.

 
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