Usted está aquí: martes 1 de agosto de 2006 Opinión Más sobre falsificaciones

Teresa del Conde

Más sobre falsificaciones

En esta misma sección me referí a la sorpresa que me produjo la visión de un cuadrito en el Club de Industriales. De primera mano pensé que era un retrato de Frida Kahlo realizado por otro pintor o pintora, pero al acercarme me percaté de que ostentaba la firma de ella (no difícil de imitar) y se exhibía como autorretrato. Intenté, pero no pude, obtener fotografía del cuadrito. Es tan falso como lo fue (o lo es) asimismo Dualidad de mi existir, exhibido en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey en el contexto de la muestra México: Esplendores de treinta siglos y detectado como falso en primer término por Raquel Tibol y Carlos Blas Galindo, que lo vieron colgado durante la inauguración de la exposición, expresando sus respectivos veredictos a las autoridades responsables. Esta y otras obras de diferentes autores, (auténticas) se adhirieron a tal sede de exhibición. No se necesitaba más que ver una fotografía para percatarse de que esa venada de dos cabezas, una de Diego, la otra supuesto "autorretrato", no podía en modo alguno atribuirse a la pintora. La pieza no se exhibió en México y fue sometida a dictamen por el Instituto Nacional de Bellas Artes.

Recientemente vi un dibujo que venía del extranjero, acompañado de documentos de autentificación. Se trataba también de un falso Frida.

En los tres casos que señalo, los manierismos y la equivocada introspección iconográfica de quienes realizaron las piezas las evidenciaron como falsas, pero no siempre ocurre así. A veces sucede que quien se volvió falsificador, lo hizo a través de terceros, cuando que lo que él (o ella) intentaba era producir una obra al estilo de... firmando con su propio nombre.

El connoisseurship sobre falsificaciones es una rama académica de los estudios sobre arte, pero nadie, acaso ni los mejores expertos, están libres de caer en el error. Hay algunos conocimientos y métodos científicos que permiten detectar la época en que se verificó un cuadro. Por ejemplo: ni el azul de prusia ni el blanco de zinc se utilizaron antes del siglo XVIII, y eso permitió que en determinado momento dos especialistas británicos rechazaran la compra de un Mantegna para las colecciones públicas de su país.

Otro inglés, Tom Keating, falsificó un número impresionante de pinturas: Rembrandt, Goya, Turner, Reynolds, Constable, pero tuvo mucho cuidado con los pigmentos porque en etapa anterior a esta actividad suya, fue un acucioso y muy riguroso restaurador. Hay falsificadores que revelan sus técnicas. Por ejemplo, para producir craqueladuras en supuestos cuadros de old masters la tela pintada se hornea un poco y luego se coloca en un refrigerador o se le somete a intemperie con aire frío, y como la pintura no sigue la misma contracción que el soporte, se craquela. Según Felipe de Guevara, hubo en la España del siglo XVI bastantes falsificaciones de Hieronimus Bosch, y se realizaron ahumándolas en chimeneas. De Durero se falsificaron grabados, incluyendo el monograma. Es más, un pintor tan afamado como lo fue Luca Giordano (1634-1705), apodado Luca Fa Presto, acostumbró a falsificar grabados de Durero, se dice que lo hacía debido a la admiración que profesaba al artista de Nuremberg.

Eric Hebborn no tuvo un final feliz. Fue asesinado en Roma, aunque ya de edad avanzada, después de haber producido cientos de dibujos de diferentes artistas, vendiéndolos como auténticos. Como autor de obras suyas, llegó a ser admitido a exhibiciones colectivas en la Royal Academy de Londres y mereció beca para estudiar en Roma, donde inició su carrera de falsario. Realizó falsos old masters, pero principalmente se especializó en Corot, Giovanni Boldini y hasta en el contemporáneo David Hockney, quien, por cierto, se ha interesado asimismo en estudiar y analizar las técnicas de los old masters, pero no para falsificar, sino para escribir un libro que se titula Secret Knowledge. Rediscovering the Techniques of the Old Masters, publicado en 2001.

Eric Hebborn, que era un escritor de calibre, publicó sus experimentos con el título de The Faker's Handbook, así como su autobiografía, donde afirma que fue la venalidad de los art dealers y el deseo de engañar a los que, con suma arrogancia, hacían gala de experticia, lo que lo llevó al terreno de la falsificación. Vale informar que personalidades de la estatura de sir Anthony Blunt autentificaron algunos de sus dibujos, que fueron a dar a colecciones de importancia, donde todavía se encuentran, al menos unos cuantos.

En México contamos en los años sesenta con la visita de otro falsificador notable: Elmyr de Hory (1906-1976), especializado en la "Escuela de París"; logró vender un Matisse al Fogg Art Museum de Boston. Su dealer, Legros, lo metió en este campo espinoso. Elmyr regresó a practicar obra de su autoría y su biógrafo afirma que hoy día hay hasta falsos De Hory.

 
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