Usted está aquí: miércoles 2 de agosto de 2006 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez

IFE, credibilidad en agonía

En sus urnas habita la duda del fraude

Recuento de votos, vía a la legitimidad

Parece que no se entiende, que la mentira se ha posado en los ojos de muchos que no quieren mirar, que se niegan a entender que sin la certeza absoluta de un proceso claro y limpio, y de un ganador sin sombra de duda sobre su elección, la institución política moderna más importante del país, y la más dispendiosa por su presupuesto: el IFE, habrá muerto, asesinada por la percepción muy elevada de la existencia de un fraude en la elección presidencial del pasado 2 de julio.

Más allá del nombre de quién triunfó en esa elección, como ha dicho Andrés Manuel López Obrador, el candidato de la colación Por el Bien de Todos, está en peligro la credibilidad del IFE, es decir, su único activo político.

Fue difícil la creación del organismo. Tuvo que existir un 1988, la idea, que aún sobrevive, de que en aquella elección el gobierno federal operó un fraude. Nadie hasta hoy puede decir, con pruebas en las manos, que Carlos Salinas llegó a la Presidencia de México de forma clara y absolutamente legítima.

Las pruebas de aquel proceso fueron quemadas por las manos sucias y cómplices del panismo, y Carlos Salinas nunca llegó a ser un presidente legitimado por una elección limpia.

Ahora la duda vuelve a vivir dentro de las urnas del IFE. Es esta institución y sus hombres, es decir, su consejo general, quienes han perdido la confianza de la gente. Ellos, empezando por su presidente, Luis Carlos Ugalde, han dejado de ser creíbles; por tanto, el IFE ya no sirve a la idea democrática para la que fue creado.

Devolver la credibilidad al organismo sólo se puede lograr con la confirmación de sus cifras mediante el recuento voto por voto, casilla por casilla. Pero si el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación decidiera, sin un nuevo escrutinio de los votos, dar el triunfo a Calderón, el IFE nunca más podría ser confiable.

En ese sentido, el país entero, los que votaron por López Obrador, los que lo hicieron por el PAN y los que sufragaron por otras opciones dejarán de confiar en el IFE y se volvería a los años más oscuros de las elecciones fraudulentas en México.

La manzana no está podrida, aún hay tiempo de salvarla. Si los números que se dieron son ciertos, los argumentos fácticos que exhiba el tribunal podrían ser la conclusión del conflicto. Si no es así, si existe una duda razonable, por mínima que sea, el camino del recuento de los votos es el camino para la salvación del IFE, y después será necesario erradicar lo que le ha causado daño, es decir, quienes operaron la elección.

Los costos de la democracia que, se dice, vivimos, han sido muy altos en términos de las vidas que se han perdido por esa lucha, son altos en cuanto a la inversión que se hace de los impuestos de los ciudadanos.

Mantener al IFE significa menos centros de salud, menos jóvenes en las universidades públicas, en fin, muchos derechos ciudadanos que se limitan para que las elecciones sean limpias y creíbles. Si la institución creada para que eso suceda no tiene la confianza de la gente, las vidas, los desvelos, la lucha ciudadana y hasta el dinero se habrán tirado a la basura.

Por eso, cuando alguien se siente desesperado dentro de su automóvil en una de las calles bloqueadas por quienes exigen que la elección se limpie, tendría que recordar todo lo que significa que los votos se cuenten bien.

Hasta ahora el manejo faccioso de la elección, por el gobierno federal, parece no haber dejado mayores alternativas. Siempre se dirá que "sentaditos en la banqueta los manifestantes se ven más bonitos", y seguramente en unos días serían parte del mobiliario urbano, pero hay mucha gente que decidió que esta nueva lucha, con los métodos que ya conocemos, por el voto limpio, vale la pena. Eso es parte de la democracia.

Hoteleros

Por cierto, ¿cómo habrán hecho los hoteleros para recibir tantas cancelaciones de Europa, si el anuncio del plantón se hizo cuando en aquel continente era de noche y nadie se ocupaba de las noticias de México? ¡Qué bárbaros, qué burdos!

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