Usted está aquí: viernes 4 de agosto de 2006 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez

Encinas, nuevo blanco de ataques

Presiones cupulares para utilizar la represión

Las buenas conciencias, espantadas

Ahora el villano favorito de la derecha se llama Alejandro Encinas Rodríguez. Como les ha sido imposible derrotar a Andrés Manuel López Obrador, se lanzan rabiosos, como es su actuar natural, en contra del jefe de Gobierno del Distrito Federal, sin entender que también en este caso toparán con pared.

Igual que con Encinas, primero quisieron atemorizar al secretario de Seguridad Pública, Joel Ortega Cuevas. Le pidieron la renuncia y lo quisieron cesar democráticamente -con una orden de ellos-, pero como Ortega les dijo con absoluta tranquilidad que antes que reprimir dejaba el puesto, pues se le fueron encima a Encinas.

Claro que estamos hablando de la venganza que desde la derecha, la confusión y el oportunismo se ha montado para tratar de demostrar que la resistencia civil, más que una defensa, es una ofensa, para señalar al movimiento como una revolución y no como lo que significa: la oposición al fraude.

La derecha, desde sus cúpulas, condena el movimiento de resistencia, amenaza con despidos, habla de pérdidas con cifras que muy seguramente no contabiliza al momento de pagar impuestos, y hasta la acusan de gobernar nada más para los militantes de su partido.

Pero oh, desgracia, resulta que el miércoles, una tromba que traía más de 150 toneladas de hielo que dejó caer sobre algunas céntricas colonias de la ciudad, puso a prueba a Encinas y su gobierno. Cientos de trabajadores de diferentes oficinas de gobierno -policía y bomberos, principalmente-, trabajaron durante toda la noche y buena parte de ayer para asistir a los habitantes de los lugares afectados.

El gobierno de la ciudad trabajó bien, como debe ser, y con ello dio a la ciudadanía la seguridad de que pese a la gravedad de los fenómenos naturales, se actúa con rapidez y eficiencia, para solventar los problemas que causó el meteoro.

Pero esto, que de no haber tenido una respuesta eficaz sería, seguramente, la tumba de Encinas, no sirvió para matizar la exigencia. Represión o renuncia, gritan los agoreros de la imposición democrática.

A Alejandro Encinas le exigen hacer uso de la represión como forma única para expiarlo del pecado de pertenecer a la misma idea que Andrés Manuel López Obrador, aunque si hiciera caso de estas voces, esos mismos que le piden que ataque al otro día lo condenarían, duramente, por violento.

Porque en la lógica de la doble moral, muchos se espantan de la supuesta parcialidad del jefe de Gobierno, pero callaron, o cuando menos fueron tímidos, para condenar a Vicente Fox cuando ilegal y cínicamente hizo proselitismo con el dinero de la gente a favor de Calderón.

Por lo pronto, y respecto del plantón que provoca escozor en las buenas conciencias, un buen amigo, no muy afecto al cierre de calles y manifestaciones, concedía en la siguiente reflexión: "Mira -nos dijo-, si hay algo triste, lacerante, algo que muestre la realidad de las más de dos décadas de neoliberalismo, son los niños que, harapientos y drogados, se aparecen frente a tu automóvil pidiendo una moneda.

"No hay nada que provoque mayor indignación y enojo, o mejor dicho causaban, porque hoy no son más que parte del escenario urbano. A eso, en el mejor de los casos, quieren reducir la protesta por el fraude: a la nada."

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