Usted está aquí: sábado 5 de agosto de 2006 Política Chihuahua 1986; México entero, 2006

Víctor M. Quintana S.

Chihuahua 1986; México entero, 2006

Definitivamente no es lo mismo Los tres mosqueteros que Veinte años después. El contraste salta a la vista ahora que se cumplen veinte años del fraude electoral perpetrado por el Partido Revolucionario Institucional en Chihuahua contra el Partido Acción Nacional (PAN) y su candidato Francisco Barrio, en un contexto nacional donde ha emergido otra insurgencia electoral, la que exige el recuento "voto por voto, casilla por casilla", que encabeza el candidato presidencial de la coalición Por el Bien de Todos, Andrés Manuel López Obrador.

A quienes critican, sobre todo desde el PAN, las actuales medidas de resistencia civil emprendidas por la coalición, pero asumidas como propias e incluso desbordadas por miles de ciudadanos que buscan defender su voto, hay que recordarles que en Chihuahua 86:

1. La resistencia civil fue un movimiento más ciudadano que partidista, como ahora lo hace la ciudadanía que apoya a López Obrador; entonces, la ciudadanía chihuahuense desarrolló un largo y multiforme proceso de resistencia civil pacífica contra la imposición y el fraude. Ese proceso, aunque se expresó en el PAN, desbordó y trascendió por mucho a ese partido. Se sumaron contingentes rurales como el del recién nacido Movimiento Democrático Campesino, ahora FDC, y los obreros en huelga de Aceros de Chihuahua, así como un vasto contingente de ciudadanos sin partido de todos los niveles sociales.

2. Una parte importante de la izquierda política y social participó con generosidad en ese movimiento; dejando atrás ortodoxias y clichés, lo abrazó con entusiasmo y valentía una buena parte de la izquierda política, sobre todo el Partido Socialista Unificado de México, el Partido Mexicano de los Trabajadores y el Partido Patriótico Revolucionario, además de numerosos militantes de la izquierda social.

3. Sí se llegó a afectar los "derechos de terceros". La resistencia civil de entonces no se expresó en inocuos moñitos blancos ni se redujo a manifestaciones silenciosas. Hubo combatividad y pasión. Se tomaron calles y carreteras. Se bloquearon vías férreas. Se ocuparon por completo los puentes internacionales. Se organizaron boicots a los negocios y a los medios de comunicación identificados con la imposición priísta. Las amas de casa se fueron duro contra las cadenas de supermercados que apoyaron al fraude. La desobediencia civil fue tan amplia y combativa que el 13 de julio de ese año el PAN se declaró "rebasado por sus bases" y demandó un plebiscito para demostrar que hubo fraude.

4. A diferencia de ahora, la Iglesia católica, al menos la local, se colocó al lado de los insurgentes. En Chihuahua 86 a la resistencia civil la inspiraron y le dieron fundamento ético teológico obispos comprometidos con la democracia, como Adalberto Almeida, Manuel Talamás, José Llaguno y el padre Camilo Daniel. El arzobispo Almeida y su clero llegaron a tal punto que anunciaron que el domingo 20 de julio se suspenderían las misas en toda la diócesis para protestar por la violación de la voluntad popular. La decisión, que conmocionó a la nación entera, sólo fue revocada por la complicidad del delegado apostólico Girolamo Prigione, el representante de un papa polaco, en todos los sentidos del término, con la Secretaría de Gobernación. Dos de los tres obispos ahora descansan en paz. Monseñor Almeida, actualmente en el retiro, así como monseñor Talamás fueron sustituidos por el Vaticano por prelados totalmente uncidos al priísmo-salinismo y desde entonces salieron del repertorio de las declaraciones episcopales expresiones como "coherencia cristiana en la política" y "lucha justa por defender el voto ciudadano". Sólo el padre Camilo Daniel, entonces párroco rural y ahora secretario ejecutivo de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, se mantiene, como hace 20 años, apoyando con su presencia y su palabra a la ciudadanía que lucha por salvar la democracia.

Las buenas conciencias panistas, mediáticas y empresariales miden con dos varas muy diferentes. Las acciones de resistencia civil son canonizadas cuando sus promotores son los empresarios, las altas capas medias y se visten de blanquiazules. Pero cuando las emprenden las "clases peligrosas", los morenos, los que hablan cantadito, los malvestidos que se expresan en la izquierda, son por todos lados condenables. Los dirigentes de aquéllas son "líderes responsables", "dirigentes carismáticos", a lo más, "bárbaros del norte", mientras que López Obrador es sólo un "caudillo loco y peligroso". Lo que Gandhi y Luther King desarrollaron para defender los derechos de los parias, de los más pobres y excluidos quieren ahora privatizarlo, como han privatizado hasta la misma naturaleza.

La memoria y la utopía se les han erosionado gravemente a los de la patria libre y generosa. Incapaces ahora de entender lo que produjo y hace posible la actual insurgencia electoral, no pueden más que esgrimir una burda lucha de clasificaciones que mal oculta la cada más evidente lucha de clases que ellos mismos han agudizado.

 
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