Usted está aquí: martes 8 de agosto de 2006 Economist Intelligence Unit El futuro de la globalización

El futuro de la globalización

El naufragio de las conversaciones sobre comercio mundial fue un acto sin sentido y carente de miras

Economist Intelligence Unit /The Economist

Ampliar la imagen Un delegado a las pláticas de la OMC espera el comienzo de trabajos en el comité de negociaciones comerciales en la sede del organismo en Ginebra, el pasado 24 de julio, cuando fracasaron las negociaciones Foto: Reuters

Cuando Medio Oriente está en llamas, los precios del petróleo cerca de su máximo histórico, la economía estadunidense y el clima calentándose, es difícil alterarse porque las negociaciones comerciales estén varadas. Después de todo, la globalización es incontenible: ¿qué importa entonces si en Suiza unos cuantos tecnócratas levantan sus portafolios y se van a casa?

Pues mucho. Esa actitud estuvo, el mes pasado, detrás del naufragio de las negociaciones comerciales de la Ronda de Doha. Este desastre, nacido de la complacencia y la negligencia, constituye una derrota del bien común frente a intereses particulares. Si el naufragio es terminal -y después de un estancamiento de cinco años, eso parece probable- todos perderán, quizás en demasía.

No es sólo el pequeño asunto de la Ronda de Doha (si pequeño es un adjetivo apto para el anhelo de rescatar a millones de la pobreza, reducir el ruinoso apoyo a la agricultura de los países ricos y abrir mercados a incontables productos y servicios) lo que está en juego. A largo plazo, la falta de compromiso con un tratado comercial multilateral que hundió a Doha también comenzará a corroer el sistema comercial en su totalidad.

El truco más exitoso del mundo

Los veteranos lo encontrarán alarmista. Siempre las negociaciones de comercio parecen fracasar antes de alcanzar el éxito: se suponía que la Ronda de Uruguay terminaría en cuatro años y demoró ocho. El comercio agropecuario, que causó el colapso del mes pasado, ha sido siempre conflictivo. De cualquier manera, aunque puede haberse perdido la oportunidad de un tratado global, los regionales entre pequeños grupos de países están funcionando con el doble de velocidad y la mitad de líos. Los avances de las anteriores rondas comerciales han sido limitados y nadie va a socavar el comercio ni a poner en riesgo la prosperidad creada ahora que China, India y otros se han unido a la economía mundial.

Los veteranos necesitan mirar con ojos nuevos, porque la debacle de la quincena pasada constituye, hasta ahora, la amenaza más grande al sistema comercial de la posguerra. Marcó la rendición de los diplomáticos comerciales ante el truco de la confianza sobre el cual se funda el sistema. Y evidenció una indiferencia imprudente respecto del valor no sólo de la Ronda de Doha, sino también del buen funcionamiento del comercio mundial.

La perorata de los diplomáticos comerciales de que abrir su mercado es una ''concesión'' a cambio de una apertura en otro sitio es un sinsentido económico derivado de propósitos políticos nacionales. Pero es un sinsentido fructífero porque en la Organización Mundial de Comercio cualquier concesión a un socio comercial se extiende de manera automática a todos los miembros. Este truco ha ayudado a que el mundo disfrute de décadas de prosperidad.

Doha agregó una ficción propia: la idea de una ''ronda de desarrollo'', vista como una forma inteligente de dar al comercio desaseado cierto atractivo moral. Pero ambos trucos han tenido un efecto contrario, al persuadir a los países ricos participantes de que, en lugar de impulsar sus economías, estaban sacrificando sus intereses nacionales frente a los extranjeros.

No debe responsabilizarse a una sola nación: muchos de los participantes son culpables. India deseaba menos subsidios agrícolas y aranceles más bajos, pero no estaba dispuesta a reducir sus barreras a las mercancías agropecuarias y bienes industriales; la Unión Europea no reduciría sus aranceles agrícolas; EU, el espíritu animador detrás de las primeras rondas comerciales, declaró que un mal tratado era peor que ninguno, y lo decía en serio. El fundamento que subyacía en la liberalización comercial unilateral había sido enterrado y olvidado hacía tiempo.

Esa es la razón por la que los diplomáticos comerciales ven los acuerdos regionales como la mejor manera de hacer negocios. Tales acuerdos son más fáciles de lograr.

El mérito de estos acuerdos depende de si generan comercio o lo desvían. Sin embargo, su efecto más amplio puede ser dañino. Los acuerdos bilaterales son complejos y tienden a ser desfavorables para las naciones pobres. Mientras más acuerdos bilaterales haya, será más difícil lograr uno multilateral.

Esos irresponsables náufragos

¿El colapso de Doha es sólo un fracaso en los avances, más que un retroceso? Probablemente no. Cierto, los mares del comercio mundial están en calma. El comercio ha crecido mucho más rápido que el PIB global: los altos precios de las mercancías y el robusto crecimiento significan que la demanda de protección es baja. Pero, aunque el sistema no se desmoronará de la noche a la mañana, con los años se llenará de óxido.

El año próximo, el presidente estadunidense perderá el poder que el Congreso le otorgó para negociar acuerdos comerciales sin que fueran despedazados por la legislatura. Eso hará difícil revivir a Doha. Las discusiones acerca del comercio agropecuario podrían agravarse por la ley agrícola estadunidense del año que viene. La mala fe, evidente esta quincena, podría extenderse si los industriales estadunidenses y europeos comienzan a reducir empleos.

Es más: el esencial procedimiento de disputas comerciales de la OMC podría venirse abajo con facilidad. Después del fracaso de esta quincena, la próxima vez que la OMC tome una decisión contra EU, el Congreso no tomará la ofensa de buen grado. Póngase todo junto y es fácil apreciar que todo el sistema comercial, no sólo una ronda de negociaciones, podría naufragar.

FUENTE: EIU/INFO-E

Traducción de textos: Jorge Anaya

 
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