Usted está aquí: domingo 13 de agosto de 2006 Capital Imágenes de los naturales

Angeles González Gamio

Imágenes de los naturales

Muy particular fue la conquista de México, ya que los vencedores españoles respetaron privilegios y territorios de los gobernantes indígenas, que les ayudaron a vencer a los aztecas, de quienes eran vasallos y a los que tenían que entregar jugosos tributos, por lo que con entusiasmo colaboraron para lograr su derrota. Llamados caciques, como el más usual entre otros apelativos, adoptaron el cristianismo y apoyaron a la Iglesia para que se difundiera entre los pobladores, que lo adoptaron fervorosamente, con un sincretismo que en muchos sentidos aún se conserva.

Esta devoción se plasmó en el arte y nos dejó hermosas pinturas, en las que aparecen los naturales como donantes, en las procesiones, en milagros, proezas y vida cotidiana. Fomento Cultural Banamex, poseedor de una magnífica colección de arte, emprendió una investigación de cerca de cinco años, con un grupo de especialistas dirigido por la doctora Elisa Vargas Lugo, que dio como resultado la exposición Imágenes de los naturales en el arte de la Nueva España. Siglos XVI al XVIII.

La muestra se puede admirar en el Palacio de Iturbide, que en sí mismo es una obra de arte. Está situado en la avenida Madero 17, ahora invadida con carpas que resguardan a los que se encuentran en el plantón de apoyo a Andrés Manuel López Obrador; sin embargo puede caminar con toda tranquilidad por las banquetas, visitar la exposición y después comer sabroso en alguno de los múltiples restaurantes y fondas de los alrededores; al final haremos alguna sugerencia.

Vamos a aprovechar para destacar algo de la historia y arquitectura del inmueble, alhaja del estilo barroco. Lo mandó construir en 1779 el conde de San Mateo de Valparaíso, como regalo de boda para su hija, la marquesa de Moncada y Villafont, que se casaba con un noble italiano.

El arquitecto fue el notable Francisco Guerrero y Torres, quien diseñó una imponente mansión, en tezontle y cantera, cuya fachada presenta dos niveles, entresuelo, y como remate del conjunto una loggia flanqueada por torreones. La ornamentación es lujosa y vibrante, conformada con molduras de diversos diseños, que armonizan con pequeños relieves de temas mitológicos y escudos con blasones. Dos hércules de piedra, deidades protectoras de los moradores, sostienen el balcón superior.

En el interior sólo se conservó el primer patio, muy semejante al del Palacio Real de Palermo, ciudad de origen del novio italiano, que solicitó al arquitecto tal capricho. Sobresalen las esbeltas arcadas de doble altura, decoradas en las enjutas con medallones clásicos, las llamativas gárgolas, los marcos de los vanos, primorosamente labrados, y la ornamentación de la escalera.

Los flamantes esposos se instalaron en el palacio en 1785 y 15 años después abandonaron definitivamente la Nueva España, que ya anunciaba aires independentistas. En 1821 se lo prestaron a Agustín de Iturbide, quien salió del palacete el 21 de julio de 1822, para ser coronado emperador de México. Años más tarde fue ocupado por estudiantes del Colegio de Minería, en tanto reparaban el palacio que les construyó Manuel Tolsá, en la cercana calle de Tacuba.

Durante la invasión estadunidense sirvió de cuartel a las tropas yanquis. En 1851 lo adquirió Anselmo Surutusa para instalar el hotel Diligencias, que años más tarde, al adquirirlo Germán Landa, cambió el nombre a hotel Iturbide, que llegó a ser de los mejores de la ciudad. En 1869 se inauguró en el primer patio el que fuera el primer elevador en México.

Casi 100 años más tarde, en 1966, lo compró Financiera Banamex, que le encargó la restauración al arquitecto Ricardo Legorreta, y desde hace varios años lo ocupa Fomento Cultural de la institución, dedicándolo a exposiciones, conferencias y actividades culturales. Precisamente el próximo martes 15, a las 19:30 horas, se va a llevar a cabo una mesa redonda, con la participación de Pablo Escalante y Pedro Angeles, con el tema La presencia de los naturales en los códices y en la pintura mural novohispana.

Para el regocijo gastronómico, a unos pasos, en la calle de Gante, tenemos múltiples opciones: si es carnívoro, en la esquina de la encantadora calle peatonal con 16 de Septiembre se encuentra La Parrilla de Gante, con excelentes cortes tipo argentino, que le cocinan a la vista en una enorme parrilla de carbón, lo que realza el sabor maravillosamente.

Para presupuestos más austeros, en la misma vía hay una sucursal de Las Gaoneras, el prestigiado lugar que nació en Azcapotzalco. Aquí puede gozar desde unos buenos tacos hasta un suculento filete; hay una barra de ensaladas que prepara muy bien el paladar para degustar la carne en el punto que prefiera.

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