Usted está aquí: domingo 13 de agosto de 2006 Opinión A la mitad del foro

A la mitad del foro

León García Soler

De lo trivial a lo trágico

Termina el recuento y volvemos al cuento. El tribunal no va a declarar inválida le elección presidencial. Ni por razones "abstractas", más comprensibles para los mexicanos del común que la letra de la ley y su interpretación. Pero lo quieran o no los de truculentas alteraciones a capricho de instituciones y transiciones, sin ley no hay libertad. Aunque en esta ocasión sea coro para la pastorela panista del bien común y el mal populista.

Maniqueísmo para la desmesura tropical y la tibieza tarasca empeñadas en confundir izquierda y derecha en el centro evanescente de la victoria cultural que entregó el poder a la extrema derecha. Pero la sentencia del tribunal es inatacable, dará por válidas las elecciones y declarará presidente electo a Felipe Calderón Hinojosa. Qué le vamos a hacer. Hoy marchan las mesnadas de López Obrador y el tribuno tabasqueño ratifica que no aceptará sentencia que no sea la de reconocer que él ganó, que es "presidente de México por voluntad popular". Carácter es destino. Andrés Manuel sigue en peregrinación rumbo a un par de habitaciones en Palacio Nacional. Ahí donde despachó, vivió y murió Benito Juárez. Y seguirá. La transición, la marcha de sonámbulos al filo del desastre, se asoma al vacío.

Es la omnipresencia de Vicente Fox, con sombrero y sonrisa de ala ancha, que se somete a limpias espirituales en cuanta comunidad indígena visita. Es el vacío de poder que amenaza prolongarse al sexenio que viene. Las arcas llenas, responde la tecnocracia amparada en la disciplina de Francisco Gil y en las reservas acumuladas a cargo de Guillermo Ortiz. Setenta mil millones de dólares en bonos del tesoro de USA nos han permitido reducir la deuda externa en siete mil millones de dólares. Y más todavía, anunció el presidente Fox entre ramos de ruda. Nada dijo de la deuda interna que crece, crece, crece. Ni del desempleo. Ya para qué.

Andrés Manuel López Obrador escribe en The New York Times y asegura al imperio que su movimiento se inspira en Mahatma Gandhi y Martin Luther King. En busca del centro. Para eso están ahí Manuel Camacho y los tejedores de redes. Pero los movimientos de masas adquieren vida propia. No hace falta Ortega y Gasset para que Martí Batres y Fernández Noroña aprendan que los marchistas seguirán sus propios pasos al borde del delito en casetas de autopistas y calles aledañas al aeropuerto de la ciudad de México. Y que nada significan las clausuras de oficinas de Hacienda; que los pacifistas de los sesenta no lograron hacer levitar al Pentágono.

Queda la urgencia de corregir las fallas expuestas por las precampañas y la sucia campaña presidencial: financiamiento, acortar el plazo de las campañas; no permitir la propaganda electoral en medios concesionados por el Estado. Y la pluralidad impone instaurar la segunda vuelta en la elección presidencial. Y cuidarnos de imitaciones extralógicas del parlamentarismo. A menos que coronemos rey, para evitar lo que en Polonia permitió al presidente designar primer ministro a su hermano gemelo.

Está en juego el presente. Marcha del movimiento lopezobradorista y misas de acción de gracias de los seguidores de Felipillo santo. El llano arde y el presidente Fox toca el arpa. Dice un viejo proverbio ruso que el pescado empieza a pudrirse por la cabeza, recordó Gorbachov cuando Yeltsin y sus compinches se repartían el botín de la más grande privatización de la historia. Cuando nos llegó el turno en la democratización, algún humorista involuntario exaltó la presencia de los "cazadores de cabezas" en la alternancia del año 2000. Gobierno de empresarios, para empresarios, y al frente del gabinetazo, Vicente Fox, bien calificado en las encuestas: más de 50 por ciento responden que es buen gobernante y más de 50 por ciento responden que no tiene control alguno sobre el gobierno. Y así llegó al sexto año: dicen que es bueno, pero que no lo dejaron hacer sus reformas.

En ese vacío, el mercado transformó el trasiego de drogas. México ya no era trampolín para que llegaran la coca y la heroína a la alberca de Estados Unidos; somos consumidores. Y mientras festejábamos el blindaje de la economía y la voluntad de sacrificar todo en aras de las recetas del FMI y no apartarnos del consenso de Washington, los narcotraficantes declararon la guerra al poder constituido. Estallaba entre los cárteles el combate brutal por el control de los territorios del menudeo y seguía la vieja batalla por las rutas. Para penosa confirmación de ese poder, mientras la política exterior mexicana se ausentaba de la América nuestra. Al asumir la presidencia de Perú, Alan García declara haberse encontrado con la presencia dominante de los cárteles mexicanos de la droga.

Hoy concluye el recuento de votos. Hoy marchan los de la resistencia pacífica. Los panistas volverán a festinar la victoria de Calderón y a declararlo presidente electo antes que el tribunal diga la última palabra. Hay extrañas angustias en la rediviva lucha de clases; se respira el desánimo, cunde una íntima tristeza reaccionaria y surge una vocinglera voluntad de revuelta. La violencia es el signo de los tiempos. En los últimos seis o siete años hubo más de cien linchamientos en esta República nuestra. Y no todos en las áreas rurales marginadas y aisladas. Los hubo en el Distrito Federal. En el atrio de las iglesias; en las plazas principales; no todos, pocos, con policías como víctimas. Y habrá, si acaso, cinco o seis averiguaciones, actas ministeriales, acción judicial, sobre esos ciento y tantos linchamientos.

Y en Michoacán suman otra cabeza, despojo de un degüello exhibido por los capos del narcotráfico; "para que aprendan a respetar", decía el letrero colgado bajo las primeras cabezas que clavaron frente a oficinas de la policía en Acapulco. Y en Chihuahua. Y en Nuevo Laredo. Y dondequiera que los mexicanos asistimos inermes a la transformación de la marcha de sonámbulos en mascarada sangrienta. Habrá transmisión presidencial y volverá a ser pacífica, así vuelva a ser tan desordenada como en los primeros pasos del recambio en el poder. Pero el poder no puede transmitirse en el vacío de poder.

Lo de Oaxaca se dejó llegar al límite del caos anarquizante. Ya hubo un muerto, de un disparo a quemarropa, dicen; bala de calibre 22, para colmo. Lo pasearon en triunfo los de la sección 22 del SNTE y la asamblea popular del pueblo; exigen la renuncia del gobernador Ulises Ruiz, del Congreso local y del Poder Judicial, para que gobierne la asamblea. Los ilustrados piden que se reúnan los senadores "para desaparecer los poderes". Ni siquiera se preocupan por precisar que es facultad del Senado: "Declarar cuando hayan desaparecido todos los poderes constitucionales de un estado, que es llegado el caso de nombrarle un gobernador provisional, quien convocará a elecciones conforme a las leyes constitucionales del mismo estado."

Las instituciones han resistido. La resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación es inatacable. La resistencia pacífica no puede suplir al poder constituido. A menos que se traduzca en reformas legislativas y en los votos que son el mandato del pueblo.

 
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