Usted está aquí: domingo 13 de agosto de 2006 Opinión Nel pastel

Leonardo García Tsao

Nel pastel

Cualquiera que haya estado atento a los fenómenos de moda durante los años 80, habrá visto por lo menos algunos episodios de la teleserie Miami Vice. El programa fue célebre por introducir el estilo MTV al género policiaco: colores vistosos, cortes rápidos de edición y canciones pop en la banda sonora, todo permeado de una actitud cool que definía las actividades de los héroes: un agente blanco y otro negro. (En México se prohibió el programa en cuanto empezaron a aparecer como villanos los narcotraficantes nacionales... ya sabemos que esos no existen.)

Veinte años después del auge de la serie, el realizador Michael Mann -quien fungió en el programa como productor ejecutivo, aunque no escribió ni dirigió episodio alguno- se ha encargado de la versión cinematográfica de Miami Vice, como otra oportunidad para abordar uno de sus temas predilectos, la ambigua dialéctica entre policías y criminales. Quien espere una revisión nostálgica de su antecedente televisivo se va a decepcionar. No hay colores pastel en el diseño visual de la película (con trabajos hay colores) y la acción se sitúa tanto en Miami como en Colombia y Cuba. La única referencia a la serie es que trata de dos policías de la división antinarcóticos, Sonny Crockett (Colin Farrell) y Ricardo Tubbs (Jamie Foxx), bajo las órdenes del teniente Castillo (Barry Shabaka Henley). En este caso, los dos agentes se hacen pasar por contrabandistas de droga con el fin de infiltrarse en los millonarios contubernios del poderoso narco colombiano Arcángel de Jesús Montoya (el español Luis Tosar).

Como es su costumbre, Mann enfatiza el profesionalismo de los personajes dentro y fuera de la ley. Todos se precian de hacer su chamba con máxima eficacia y de ahí la tensión resultante entre ambas fuerzas. Por lo general, es un mundo masculino donde las mujeres ejercen, si acaso, un papel secundario (el propio Mann había cumplido esa máxima en sus anteriores thrillers). Sin embargo, aquí se introduce a Isabella (Gong Li) como personaje clave.

Criada en Cuba por su madre china, la bella mujer es al mismo tiempo ejecutiva y amante de Montoya. Crockett la enamora en un viaje relámpago a La Habana en busca de mojitos, y la relación tendrá sus consecuencias en la operación.

Es la primera vez, desde El último de los mohicanos (1992), que Mann establece la historia de amor como eje dramático de una de sus películas. Ciertamente es un espectáculo ver a Gong bailando salsa con Farrell, para luego proceder al mambo horizontal. En su incipiente carrera internacional, la actriz china no había interpretado hasta ahora un papel que aprovechara su capacidad de pasar de una dureza externa a un vulnerable apasionamiento, como lo hacía en sus mejores colaboraciones con Zhang Yimou. Sin embargo, el irlandés Farrell no está a la altura de las circunstancias. Aunque es creíble como policía con aspecto de hampón, carece de aliento romántico -el que posee Daniel Day-Lewis, por ejemplo- y de ahí su poco convincente desempeño en cintas épicas como Alejandro Magno o El nuevo mundo. (No es la primera vez que el cineasta comete un error de casting. Uno de los huecos de credibilidad en Colateral era Tom Cruise.)

Por otro lado, la relación entre Crockett e Isabella hace que Tubbs pase a segundo plano, al grado de desaparecer a mitad del relato. Fox es un actor de mucha mayor presencia heroica y aquí está desperdiciado. Aun así, la secuencia más crispante de este thriller es el rescate preciso de la policía Trudy (Naomie Harris), con quien Tubbs tiene una relación amorosa. Es en esas instancias donde Mann demuestra su maestría formal en aras de un producto genérico. De hecho, lo que eleva a Miami Vice por encima de la media hollywoodense es la forma con la que el director consigue atrapar nuestra mirada, más allá de la intriga policiaca.

Haciendo mancuerna por segunda vez con el fotógrafo australiano Dion Beebe, Mann ha filmado Miami Vice en formato digital de alta definición y fundamentalmente de noche, creando imágenes que vuelven patente la sordidez de los ambientes, entre el claroscuro y las texturas aportadas por el video. Hasta las tomas tan trilladas de un avión en vuelo o una lancha cruzando el mar adquieren otra dimensión bajo el esmero estético del cineasta. Quizá sólo Wong Kar-Wai, en un registro diferente, consiga una semejante sensualidad al acompasar sus estilizadas imágenes al ritmo de acertadas canciones pop.

Sin embargo, la impresión final es la misma dejada por Colateral. Todo ese inspirado formalismo no logra disfrazar que Mann está elaborando sobre líneas narrativas demasiado convencionales, desprovistas de la resonancia existencial de sus notables thrillers neo-noir Ladrón, El sabueso y Fuego contra fuego. Una renovación se antoja urgente.

Miami vice

D: Michael Mann/ G: Michael Mann, basado en la serie televisiva creada por Anthony Yerkovich/ F. en C: Dion Beebe/ M: John Murphy; canciones varias/ Ed: William Goldenberg, Paul Rubell/ I: Colin Farrell, Jamie Foxx, Gong Li, Naomie Harris, Ciarán Hinds/ P: Universal Pictures, Forward Pass, Michael Mann Productions. EU, 2006.

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