Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 13 de agosto de 2006 Num: 597


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Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Del deber de la desobediencia civil
HENRY DAVID THOREAU
Lo que el viento a Juárez
Mentiras transparentes
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Columnas:
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Las Rayas de la Cebra
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Una jornada
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Poesía
Reseña de Ricardo Venegas sobre Por las tierras reunidas


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POR LAS TIERRAS REUNIDAS

RICARDO VENEGAS

Juan Díaz Victoria,
Tierra Junta,
Fondo Editorial Borda,
México, 2005.

Los poetas Jorge Fernández Granados y Josué Vega han mencionado que en las nuevas generaciones de poetas mexicanos, sobre todo en la de los setenta, puede advertirse -en su obra- un efecto "retro", es decir, la influencia de los clásicos y de las vanguardias. Quizá este "efecto" ha sido uno de los mejores argumentos para quienes han proclamado la muerte de la poesía, no así para los que la declaran viva dentro y fuera del poema y afirman que hay mucho todavía por repetir de otra manera.

Hace once años Juan Díaz ganaba un concurso para publicación de obra, lo cual era una gran proeza por ocurrir en Cuernavaca, satélite vacacional de un estado que no ha consolidado su propia tradición editorial. En una colección de diez plaquettes, algunas de narrativa y otras de poesía, apareció La celebración del otoño (Eternos Malabares, 1995), volumen de poemas en los que ya se desdoblaban las exploraciones de su libro más reciente.

Tierra junta es el resultado: un poemario cosmogónico que nos remite al tiempo fundacional. La criatura primigenia nació del soplo divino, luz en los ojos del primer hombre. Ineludible aquí el Génesis que nos remite a la creación de Adán, fuimos tierra junta y en tierra acabaremos esparcidos; ¿acaso somos el relámpago entre dos oscuridades? ¿Antes de nacer y después de vivir conocemos la muerte? Si la palabra del poeta es celebración, la apuesta de quien lo sabe, como Wislawa Zimborska, es una sentencia: "escribir es la venganza de una mano mortal".

Las búsquedas de este libro apuntan, en gran medida, al clasicismo español (al modelo digno de imitación); el autor no quiere engañar o impresionar a sus lectores con juegos artificiales. Es un poeta honesto y no peca de impoluto. En sus referencias, él mismo señala los rumbos de los que se ha nutrido su obra. Conocedor de los Siglos de Oro, sabe que la originalidad es una idea erosionada y vaga: no hay nada nuevo bajo el sol y sólo el canto redime el alma de los vivos. Así, el bardo dice en "Abrevios", su más largo poema: "Este libro es también una casa de citas (...) Este libro es también una casa de espejos", y con ello revela su estirpe: ningún poeta nace solo, abreva de la tradición que él mismo se construye.

En Tierra junta habitan poetas como Juan José Arreola, para quien el sapo es todo corazón; a la manera de Efraín Huerta, Juan se pronuncia muerto y amenaza a sus lectores con enviarles flores; Luis Buñuel y los poetas clásicos del haikú (los pequeños universos tan caros a José Juan Tablada) también son huéspedes inevitables del volumen.

Balnearios, islas, piélagos, pájaros del alba, pájaros de luto, peregrinan los territorios donde la poesía afirma su existencia. Como en las grandes travesías (Anábasis, Tierra Baldía, Muerte sin fin, Piedra de sol, Prosa del Transiberiano, El cementerio marino...) Juan incursiona en el poema extenso con "Abrevios", se sacude las etiquetas de los clasificadores y avanza al golpe de dados de su apuesta, por ello no duda en brindarnos una entrega en donde la voz, ya decantada, se entrega al territorio infinito del verso libre: "Amoroso como el golpe que un corazón/ retiene en forma de latido."