Usted está aquí: jueves 17 de agosto de 2006 Opinión El secreto de Hezbollah

Angel Guerra Cabrera

El secreto de Hezbollah

L a agresión en gran escala de Israel contra Líbano ha resultado muy aleccionadora. La transformación en ruinas de extensas zonas del país y los miles de civiles muertos y heridos por los bombardeos, además de reiterar al sionismo como criminal de guerra, subrayan la inutilidad de su enorme ejército -armado y abastecido por Estados Unidos- para enfrentar a una fuerza guerrillera como Hezbollah, con alta moral y preparación combativas y sólida base social. Si hay que reconocer a Israel la proeza de reditar en Líbano y Palestina los métodos nazis del castigo colectivo a civiles, no puede decirse lo mismo de su pobre desempeño militar ante Hezbollah: ni la sombra del empuje incontenible de las divisiones Panzer al principio de la Segunda Guerra Mundial, a la postre también derrotadas por los pueblos de la URSS. Más de medio siglo después se reafirma el fracaso a que están condenadas las agresiones imperialistas frente al pueblo en armas.

Hezbollah, que ya había expulsado al ejército sionista del sur de Líbano en 2000, ahora fue capaz de resistir exitosamente la mayor ofensiva aérea que haya lanzado Israel contra una nación árabe. Aguantó a pie firme las incesantes andanadas de su aviación y artillería y rechazó las embestidas de sus unidades de elite ocasionándoles importantes pérdidas. Prueba de que su infraestructura militar no fue seriamente dañada son los 250 cohetes que lanzó contra el Estado agresor vísperas del cese el fuego.

¿Pero cuál es el secreto de Hezbollah? ¿Qué lo diferencia de los ejércitos árabes convencionales que Tel Aviv acostumbraba barrer? Hezbollah surgió de la comunidad chiíta, la más desfavorecida y discriminada de Líbano, como una respuesta popular a la invasión de Israel contra ese país en 1982. De entonces a la fecha se ha consolidado como el escudo del pueblo libanés contra la agresividad de Israel. Hezbollah cuenta con una rama armada -la Resistencia Islámica-, pero es, sobre todo, un movimiento de masas firmemente arraigado entre los chiítas con creciente simpatía entre las otras comunidades que componen el mosaico religioso libanés. Ha desarrollado una importante obra social y educativa entre los más pobres en un país donde el Estado es muy débil, entre otras razones por la persistente actitud sionista desde 1948 de despedazarlo mediante invasiones, espionaje, asesinato de líderes y fomento de la rivalidad interconfesional. Unicamente borrando esa historia incesante de agresiones es que puede achacarse el inicio de esta guerra a la captura de dos soldados israelíes por Hezbollah.

Testimonios de corresponsales en el sur de Líbano revelan la total identificación de sus pobladores con los combatientes islámicos. Pero Hezbollah, manteniendo su adscripción al chiísmo, ha desbordado -como Hamas en Palestina- el marco confesional. Ha luchado por la unidad nacional, ganado una importante bancada parlamentaria y es parte del gobierno de Beirut, cuya estabilidad sería inconcebible sin su presencia.

Hay que ser muy ignorante de la historia o muy mal intencionado para explicar un movimiento de esta naturaleza como una creación de Irán y Siria y para calificarlo de marioneta de sus gobiernos por más que éstos lo hayan apoyado moral y materialmente. Es la misma superchería que en su momento señalaban algunos sobre la resistencia vietnamita porque recibía ayuda militar de la extinta Unión Soviética.

Washington, que planificó esta operación con Tel Aviv -ahora se sabe, como ensayo de la que prepara contra Irán-, dilató primero la exigencia de cese el fuego en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, convencido de que era cuestión de unos días más que Israel acabara con Hezbollah. Más tarde, cuando vio a su socio en grandes apuros, aceleró a la ONU aprobar la resolución, la cual es tan injusta y vaga que no resolverá nada, ya que deja intactas las causas de la guerra porque no tuvo en cuenta las razonables demandas del gobierno libanés ni mucho menos las raíces profundas del conflicto, que es el carácter agresor y expansionista de Israel desde su fundación.

Si la fuerza "de paz" de la ONU, impulsada por Bush, intenta el desarme de Hezbollah veremos el bochornoso espectáculo del organismo internacional haciendo el "trabajo sucio" a Washington y Tel Aviv, así como una internacionalización de la intervención militar en Líbano. Hezbollah llegó para quedarse, su ejemplo es contagioso y a quienes les molesta no les queda más que resignarse.

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