Usted está aquí: jueves 17 de agosto de 2006 Opinión Kate Moss y los Bush

Margo Glantz

Kate Moss y los Bush

Hace casi un año escribí un artículo sobre la corrección política en Estados Unidos. Entre otras cosas, me refería yo a la muy publicitada expulsión ¿definitiva? de la modelo Kate Moss del mundo de la moda, es decir, de la cancelación de su contrato con una cadena trasnacional. Esa cancelación, comentada en las primeras planas de grandes diarios y revistas, se contemplaba como un acto dictatorial y filisteo en un ámbito donde la droga es ¿indispensable? y circula libremente, a pesar de declaraciones hipócritas que pretenderían probar lo contrario.

Poco tiempo después de ese suceso, en un número de Vanity Fair, donde salía la modelo en la portada, se preguntaban si Kate sobreviviría a ese terrible golpe. Su primera acción fue asilarse otra vez en una clínica de recuperación y romper con su novio, el roquero Pete Doherty, del grupo inglés Babyshambles, quien todavía se encuentra en una cura de desintoxicación.

Recientemente se ha visto juntos a los dos culpables, en apasionado idilio; además, ella con un sospechoso anillo en la mano izquierda, ¿signo de compromiso o simple adorno, se preguntan en El País del 15 de agosto? Ambos siguen siendo parte importante del show business: él continúa con sus giras veraniegas (en Ibiza, por ejemplo) y ella es figura principal de las portadas de las principales revistas. En la del reciente Vanity Fair se la admira casi desnuda y tocada con un enorme gorro de inmaculado visón blanco, guantes también blancos que le cubren casi completamente los brazos y largas y charoladas botas negras por encima de las rodillas.

A.A. Gill, el autor del texto, la define como una belleza silenciosa y explica: ''Aparentemente demasiado frágil, demasiado real, demasiado natural para sobrevivir a las maniobras de la industria de la moda, y no se diga a la repugnante exhibición que de ella hicieron los periódicos el año pasado, Kate Moss no sólo se ha convertido en la más cotizada supermodelo internacional sino que ha permanecido fiel a sí misma. El secreto de este reinado que ya dura 10 años puede deberse más a lo que no hace que a lo que ha hecho".

¿Y que es lo qué no hace Kate Moss? ''Lo principal -repite con ardiente admiración el articulista mencionado- es su naturalidad, una misma actitud cuando sale desnuda o cuando sale vestida, porque siempre es, completa y naturalmente, ella misma, la vencedora, atractiva y omnisexual Kate, como Eva antes de la manzana (...) Kate Moss no dice nada, pero en su apariencia lo es todo". ¿Un símbolo sexual tan potente -aunque menos rollizo- como Marilyn Monroe, también objeto de recientes especulaciones y retratos póstumos?

¿Y qué importancia puede tener un asunto tan banal en estos momentos revueltos de debates electorales y resistencia civil, me pregunto, de la misma manera en que se lo preguntarán mis apasionados lectores? Quizá al hecho de que en el mismo número de la publicación aparezca un largo artículo sobre los dos Georgies, padre e hijo, esos dos gigantes de la inteligencia, la sabiduría política, la obstinación religiosa y petrolera contra los terrorismos, esos mismos terrorismos que cada vez que nos subimos a un avión, los que venturosa -o desgraciadamente- aún viajamos, jamás podremos olvidar y debemos saborear en todo su esplendor: la prohibición de leer, de usar cosméticos -se los dejarán usar a Kate Moss? ¿leerá Kate Moss?- de portar zapatos, relojes, celulares, medicinas, biberones, lociones, aerosoles, cremas; la humillante revisión, quitarse los zapatos -sobre todo si tienen agujetas o son botas como las que usa Kate Moss-, los gritos pretendidamente amables de los policías en los aeropuertos, la exhaustiva revisión de las maletas que con sus guantes asépticos llevan a cabo esbirros mal entrenados, esbirros que exhiben con delectación morosa nuestras más grandes intimidades y nuestros trapos sucios.

''No, declara, casi con lágrimas en los ojos, Daddy Bush (...) estoy cansado de repetirlo, siempre he respetado y apreciado las acciones políticas del Presidente sin objetarlas en lo más mínimo. Pero, continúa, cuando trato de decirlo públicamente, los reporteros buscan aunque sea un átomo de duda, con tal de lograr que se perciba alguna distancia entre el Presidente y yo. Por eso he decidido no volver a hablar de ello, ni a ustedes ni a nadie. Me asombra que ninguno entienda que nuestra relación es la relación amorosa que existe entre un padre muy orgulloso y su propio hijo."

 
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