Usted está aquí: sábado 19 de agosto de 2006 Capital Aflora la solidaridad en torno a los campamentos de la resistencia civil

Vecinos de Polanco nos traen comida y cobijas, indica una habitante de Tlalpan

Aflora la solidaridad en torno a los campamentos de la resistencia civil

Una empresa dona diariamente 700 kilos de tortilla; se sirven hasta 7 mil comidas

ROCIO GONZALEZ Y ERIKA DUARTE

Ampliar la imagen Cocina en el campamento de seguidores de la coalición Por el Bien de Todos en Paseo de la Reforma Foto: Guillermo Sologuren

Ampliar la imagen Casas de campaña de participantes en el plantón, en la glorieta del Caballito, en Reforma y Bucareli Foto: Guillermo Sologuren

-Algunas veces traemos los guisados ya hechos y otras los hacemos aquí. Si nos va bien traemos carne y ponemos frijoles, casi siempre hay huevo para el desayuno y café para pasar la noche -comenta María Eugenia Pérez, quien todos los días se traslada desde el pueblo de Tepepan, en Xochimilco, al campamento instalado a unos pasos del zoológico de Chapultepec, para dotar de alimentos a sus compañeros.

"Desde allá venimos con nuestro tambache, pero estamos aquí porque creemos que podemos lograr un mejor país para nuestros hijos", dice. Para llegar, explicó, toma dos microbuses y hace dos transbordos en el Metro.

Cada quien trae lo que puede, y "lo que es seguro es que nadie nos paga nada, al contrario, tenemos que poner de nuestro bolsillo. Imagínese, ¿quién podría sostener todo esto sin el apoyo de la colectividad?", pregunta esta mujer, quien agrega: "nos duele que nos digan que estamos aquí por dinero, sólo con el afán de desacreditar el movimiento".

El sábado, una señora que tiene una carnicería en Milpa Alta trajo 40 kilos de longaniza, que fueron repartidos en todos los campamentos, y al otro día también donaron costales de cocoles, relata María Eugenia.

En el campamento de Tlalpan, Maricela platica que vecinos de Polanco llegan a preguntar qué necesitan. "Nos traen de todo, no sólo comida, también cobijas. Hay una familia que tiene una purificadora de agua, y nos traen los garrafones sin cobrarnos nada". Añade que incluso "hay quienes llegan a desayunar o comer con nosotros y nos dan un donativo".

En general, los campamentos asentados del Zócalo a la fuente de Petróleos tienen sus propias cocinas, habilitadas con una parrilla, mesas y huacales donde hay todo tipo de legumbres, verduras, fruta, pan, agua embotellada y jugos y refrescos de la cooperativa Pascual Boing.

Algunos también cuentan con su propio centro de acopio de víveres, pero otros van al día. En esos casos, el campamento central, ubicado en la glorieta de la Diana Cazadora, reparte las tres comidas diarias que se mandan a hacer afuera de los campamentos. Javier López, uno de los encargados de la comisión de alimentación, precisa que diariamente se entregan alrededor de 3 mil desayunos y 5 mil comidas, aunque los fines de semana la cifra llega a 7 mil.

Con cuatro camionetas, 12 personas que forman parte de este equipo se distribuyen a lo largo de Paseo de la Reforma. "Damos prioridad a la gente más necesitada, pero también apoyamos a los que nos lo piden", señala. Precisa que ayer el menú fue chilaquiles, por la mañana, y pollo con arroz por la tarde.

Sin embargo, hay campamentos donde los alimentos no son suficientes, como el de Iztacalco, donde se ofrecen entre 400 y 500 comidas diarias a pintores, educadores, maestros, oradores, doctores y a todo el personal que permanece en las carpas durante el día, "pero también a aquellos que no están integrados al movimiento de resistencia civil pero se acercan en busca de comida", señalan Ismael Feria y Alejandra Luna, cocineros de ese campamento, mientras sirven los platos con arroz, frijoles y bisteces guisados en salsa verde con calabacitas.

Niños que venden chicles vienen a comer

Entre las 4 y 5 de la tarde "es la hora pico, pero hay ocasiones que a las 7 de la noche se siguen preparando y sirviendo alimentos para quienes permanecen en el campamento, o para aquellos que vienen directo de sus trabajos y se incorporan para hacer la guardia nocturna", indican los jóvenes mientras sirven el mismo platillo a los niños de entre 5 y 7 años que venden chicles en la Alameda y se acercan a pedir comida.

"Aquí no se le niega el alimento a nadie, porque este movimiento también es humanitario; no importa si la gente pertenece a este campamento o si no está en ninguno. Por igual, se le da de comer a todos, hasta donde alcance", expresan los simpatizantes de la coalición Por el Bien de Todos, quienes se muestran sorprendidos ante la solidaridad de la gente y de organizaciones que llegan a donar víveres, como es el caso de la empresa Nuestro Maíz, que diariamente reparte cerca de 700 kilos de tortilla, aunque los fines de semana llega a una tonelada.

Mientras unos se organizan para asistir a su trabajo y prestar su servicio en el comedor, como Ismael y Alejandra, otros están aquí de tiempo completo, como Herminia López, quien hace casi tres semanas decidió dejar encargado a sus hijas el restaurante que tiene en Garibaldi, para preparar los alimentos en el campamento de la delegación Cuauhtémoc, adonde llega diariamente a las 9 de la mañana y se marcha después de las 11 de la noche, luego de servir la cena.

 
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