Usted está aquí: sábado 19 de agosto de 2006 Espectáculos En íntima velada, Pablo Milanés trazó en su público el rostro de la nostalgia

El trovador cubano se presentó el jueves pasado en el Auditorio Nacional

En íntima velada, Pablo Milanés trazó en su público el rostro de la nostalgia

Recorrió su discografía y deleitó con temas de Como un campo de maíz, su reciente disco

JORGE CABALLERO

Ampliar la imagen Pablo Milanés, en un momento del concierto

La actuación de Pablo Milanés, el pasado jueves en el Auditorio Nacional, no convocó al lleno total, pero los asistentes que ocuparon las tres cuartas partes de las butacas se deleitaron ad infinitum con el recorrido musical de su discografía que brindó el cubano. La voz y los excelentes músicos que acompañaron al autor de Como un campo de maíz, título de su más reciente disco, redimensionaron la trova cubana para virarla al latin jazz, impregnándola de mapeyés y hasta decorándola con visos de orishas. Un concierto que los fanáticos de Pablo disfrutaron de principio a fin, de las 20:30 a las 22:30 horas y desde la epidermis hasta el nivel neuronal.

Inclusive, antes de que comenzara el concierto, se escuchó desde el megaplantón en defensa del recuento voto por voto que permanece frente al Auditorio Nacional, sobre Paseo de la Reforma, la música de Pablo Milanés, colándose por los oídos de la gente que desde las escalinatas del inmueble se dirigía a escuchar al autor de Para vivir.

Ya instalados en las localidades, los atriles e instrumentos preludiaron lo que sería una amena velada para los fanáticos. Al apagarse las luces, la enorme figura de Milanés apareció vistiendo los emblemáticos colores de lucha: camiseta roja y pantalón negro. Tomó asiento, lo flanqueaban las partituras y su guitarra acústica. Acomodó el micrófono y soltó: "Estoy muy contento de estar de vuelta con ustedes porque el público mexicano es de los que disfruto como pocos. Además, quiero precisar que no voy a tocar con mis hijas y que este concierto no lo dedicaré a Fidel Castro, como lo han dicho las agencias informativas. No es mi estilo hacer ese tipo de arengas. Sólo le dejé una nota al presidente Castro, antes de partir para Europa, deseándole su pronta recuperación. Ahora, pido a las agencias informativas que desmientan la información que propagaron". La primera gran ovación del público se dejó escuchar.

Ya instalado en su asiento, el melancólico trovador inició con Días de gloria; el saxofón, los teclados, la guitarra, la batería y las percusiones explotaron. Le siguieron En saco roto y Nostalgias, en donde se hizo acompañar únicamente por la armonía de los sintetizadores.

Abrazo al público

Milanés tomó su guitarra para acompañar al resto de los músicos en Si ella me faltara alguna vez; sus músicos demostraron su calidad y ejecutaron otros instrumentos: violín, congas, timbal y clarinete, entre ellos. El público batía palmas para reconocer a los multinstrumentistas. Pablo abría los brazos al término de cada tema en agradecimiento a la entrega del público; la atmósfera estaba impregnada de sana melancolía, dulzura y musicalidad amorosa.

Pablo comenzó a dar vueltas a sus partituras, de adelante hacia atrás y de atrás hacia adelante. "Quería cantar Sueños, pero no aparece", dijo. La situación obligó a los músicos a repetir tres veces el acorde del inicio de la canción. Se la entregaron y comenzó la ejecución. Siguió el poema musicalizado de Nicolás Guillén, De qué callada manera, interpretación que levantó a los asistentes de sus butacas para mover el cuerpo y cantar vigorosamente el tema.

Después ofreció tres nuevos temas del nuevo disco Como un campo de maíz, "que pongo a su consideración". En estricto orden, Mi esperanza, Yo no sé y la que titula el disco. Todos las escucharon atentamente.

Dirigiéndose de nuevo al público, Milanés dijo: "Esta canción la escribí cuando una de mis hijas estaba embarazada y vi que necesitaba más amor del que recibía. La titulé Canción de cuna para una niña grande". El concierto se acercaba a su nadir, y el ánimo del respetable estaba en su cenit.

Tres mujeres del público Elia, Dora y Norma, quienes hasta el momento disfrutaban tranquilamente el concierto no pudieron resistir la triada de temas compuesta por Yolanda, El breve espacio y El amor de mi vida, y en plena fruición musical se pararon para cantarlas. Sus rostros definieron el significado de placidez; así como en todos los rincones del inmueble.

Pablo Milanés se despidió, pero la insistencia del público lo hizo regresar. Dijo: "Vamos a cantar todos"; las primeras notas de Para vivir puso loquitos a los asistentes, quienes en solitario corearon el estribillo: Yo no te pido/ que me bajes una estrella azul/ sólo te pido/ que mi espacio llenes con tu luz... eso fue exactamente lo que Milanés logró: llenar de luz los corazones y espíritus de los asistentes.

 
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