Usted está aquí: domingo 27 de agosto de 2006 Opinión Treinta años de neoliberalismo en América Latina

Marcos Roitman Rosenmann

Treinta años de neoliberalismo en América Latina

Tratados de libre comercio y valoraciones encubren su quehacer. Han transcurrido cuatro décadas y el camino trazado por sus estrategas, los que reparten el poder y producen ideología siguen impertérritos ante los resultados obtenidos. Un sesenta por ciento de la población mundial vive en condiciones de miseria y pobreza extrema, aumentando la desigualdad social y económica. El deterioro del medio ambiente se acelera, haciendo peligrar flora y fauna, y transformando en mercancía todo cuanto está a su alcance: el agua, el viento y el sol. La violación de los derechos humanos se generaliza. Se corre un tupido velo sobre el trabajo infantil, la semi-esclavitud y la siniestralidad laboral.

En esta dinámica, las enfermedades producidas por el alto grado de toxicidad en la producción textil, la maquila, la agricultura y la minería se han disparado en los 30 años recientes. El cáncer y las dificultades respiratorias amenazan diariamente la vida de cientos de miles de trabajadores. Lugar destacado ocupan los homicidios laborales, donde la responsabilidad del empresario se encubre bajo la doctrina de abaratar costos y maximizar beneficios. El resultado: muertes sin juzgar, donde se culpa al trabajador y se exonera al empresario, ser impoluto y generador de riqueza. Son los Slim en México; Fernando Flores y José Luis Piñera en Chile; Cisneros en Venezuela, o Pelas en Nicaragua. Pero para el homicidio de un trabajador, encubierto eufemísticamente bajo la denominación genérica de accidente laboral, la ley no prevé responsabilidades civiles y penales subsidiarias. Los empresarios no irán a la cárcel por un delito de imprudencia temeraria.

El capitalismo neoliberal se construye sobre las manos, los pies, los ojos, las orejas y los senos amputados a los trabajadores en acto de servicio, en el tajo, mientras laboraban con peligrosidad y sin la debida protección. Ellos, no otros, sufragan mansiones y la vida de placer y lujo de los multimillonarios, prologados por Carlos Fuentes. Son tantas las mediaciones, que se pierden los vínculos existentes entre capitalismo y explotación.

Presenciamos la destrucción de la ciudadanía. Asistimos a una desarticulación del ejercicio democrático. El liberalismo político arraigado en la teoría de la justicia distributiva y la desigualdad positiva no cumple con sus promesas. El mercado no genera consumidores responsables, solidarios y competitivos. Tampoco garantiza una movilidad social ascendente. Ni la educación es sinónimo de mejora en estatus y calidad de vida. Los mas preparados desempeñan trabajos por debajo de su cualificación. Las nuevas tecnologías requieren robots alegres, de comportamientos simples y disciplinados. El conocimiento no es buen compañero de viaje, supone crítica. El estado social de derecho concebido desde el mercado es un fraude. Existe una gran distancia entre su teoría y su práctica. Las tesis de Hayek, Von Mises, Rawls y sus acólitos son mitos políticos. Ninguna de las premisas del neoliberalismo se cumple. No hay país en el mundo donde se practique y se obtengan los resultados previstos.

La realidad del neoliberalismo y sus ideas emanadas de la teoría de juegos, el pensamiento sistémico y la sociobiología, sólo pudo imponerse por la fuerza a partir de los años 70 del siglo XX, y hoy se mantiene por la violencia. Fracasa en todos los ordenes: el económico, el político, el social, el cultural. No hay por donde cogerlo. Reagan, Teacher, Pinochet, Salinas de Gortari, Felipe González, Carlos Andrés Pérez, Eduardo Frei, Ricardo Lagos, Ménem, Berlusconi o Aznar, tanto monta, monta tanto. Sean neoconservadores, democristianos, socialdemócratas, progresistas o de centro, fue su anticomunismo y la lucha contra el imperio del mal en tiempos de guerra fría su punto de unión. La caída del muro de Berlín simbolizó el triunfo ideológico y político de una generación anti-comunista. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo, el anticomunismo se ha transformado en el gran escudo que encubre el fracaso del neoliberalismo. Se trata de alquimia pura. Convierten plomo en oro.

Si el anticomunismo modificó el itinerario del pensar y actuar de las sociedades occidentales, el neoliberalismo destruye ideas, gobiernos, instituciones, organizaciones y personas cuyo ideario socialista afecte la refundación neo-oligárquica del poder y ponga en cuestión el orden cultural del capitalismo occidental. La lucha se realiza en todos los frentes. No hay distingos. El proceso es complejo. Se trató de evitar el triunfo de la izquierda a cualquier precio. Golpes de Estado, guerras, procesos desestabilizadores, bloqueos, invasiones, asesinatos políticos. Sin olvidar la ilegalización de partidos, las torturas, los encarcelamientos, los acuerdos con la mafia, el cohecho, la corrupción. El mundo entero. Asia, Africa, Europa del este, América latina y Oceanía. Mientras tanto la Europa comunitaria, los países de la OTAN y los aliados estratégicos, se emplean a fondo en las transformaciones. El proceso de cambio social se renombra bajo el apelativo genérico de modernización del estado y liberalización económica. El proyecto se construye descalificando la izquierda política y social, a los sindicatos obreros, a los intelectuales y desahuciando el centro de producción del conocimiento y el debate teórico: a las universidades públicas, ahogandolas financieramente.

Pero todo tiene solución. Si la realidad es tozuda, se modifica estadísticamente. Datos manipulados y cifras macroeconómicas avalan el modelo. El cómo lo hacen es simple. Quienes buscan empleo por primera vez nunca han estado empleados, por ello no pueden estar en las listas del desempleo. Las triquiñuelas son muchas. La sociología estadística aporta los argumentos de la mentira. Pero la población se muere de hambre, la sanidad se privatiza y los servicios sociales disminuyen. Los neoliberales deberían aplicarse el cuento. Al igual que criticaron con vehemencia el comunismo por no cumplir con el principio de unidad entre teoría y práctica, deberían ser coherentes y concluir que tras 500 años de capitalismo en sus diferentes modalidades, incluido el neoliberalismo, su doctrina es un fracaso, ya que no hay congruencia entre su teoría y su practica. Con el agravante que lo existente en los países del Este no era por definición ni comunismo ni socialismo. Cuestión que no sucede con el capitalismo. ya que sus hacedores no reniegan de éste. Por el contrario, están orgullosos de sus logros.

 
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