Usted está aquí: lunes 28 de agosto de 2006 Capital Penales cambian modo de vida a los pobladores de Santa Martha

El sonido de las sirenas anunciando operativos ya forma parte de su cotidianidad

Penales cambian modo de vida a los pobladores de Santa Martha

La mancha urbana borró fronteras entre cárceles y casas

Su presencia divide a lugareños

RAUL LLANOS SAMANIEGO

Ampliar la imagen Una calle del pueblo de Santa Martha Acatitla, donde se observa el límite de la Penitenciaría Federal, pegado a un domicilio Foto: Roberto García Ortiz

Para los habitantes del pueblo de Santa Martha Acatitla, en Iztapalapa, las penitenciarías construidas en su territorio les han impuesto una nueva forma de vida, en la que ya es parte de su cotidianidad el ruido de las sirenas anunciando operativos de traslado de reos peligrosos o sentenciados, los constantes rondines de unidades policiacas o las potentes luces de los faros que desde las torres de vigilancia se meten a sus casas o serpentean por las calles.

El anárquico crecimiento de la mancha urbana en esta zona llevó a que se perdiera toda frontera entre las casas, jardines de niños, escuelas primarias, mercado, iglesia o centro de salud, de las colonias Paraje Zacatepec, San Sebastián Tecoloxtitlán, Santa Martha Acatitla y de la unidad habitacional Valle de la Ermita, con las penitenciarías federal, del Distrito Federal y la cárcel de mujeres. Esa urbanización los tiene ya encerrados.

Durante un recorrido por este lugar se constató cómo las bardas de muchas viviendas dan directamente a esos centros de reclusión, o bien los accesos de las escuelas están justamente frente a las zonas de ingresos, custodiadas las 24 horas por personal de seguridad.

Arturo Niño, vecino de la colonia Paraje Zacatepec desde hace 42 años, asegura que la norma en materia de reclusorios y penitenciarias marca que éstas deben construirse a 10 kilómetros de las zonas urbanas, pero hoy en día esa distancia se reduce a 50 o 100 metros, a una estrecha calle o a una malla ciclónica que marca el límite con la zona de amortiguamiento de esas penitenciarías.

Lejos de ofrecer una alternativa a esa colindancia -añade Arturo Niño- se está en vías de construir un nuevo centro de alta seguridad, en una extensión aproximada de 20 mil metros cuadrados, situación que ha generado la inconformidad de varios vecinos, quienes han realizado marchas, protestas y peticiones a las autoridades para que detengan ese proyecto.

Opiniones divididas

Los ejemplos de esa vecindad y de la división de opiniones entre la gente son muchos. En Cerrada de Yucatán las bardas de las casas colindan direcamente con la malla ciclónica de la penitenciaría federal, y metros más adelante, las primarias José María Lafragua y el kínder Paraje Zacatepec están frente a las casetas de ingresos del penal que se construyó hace poco menos de tres años.

Sobre la calle Yucatán se localiza una maderería desde la cual se observa la enorme torre de vigilancia de la penitenciaría; pareciera estar dentro del negocio, pero no es así. María Bucio, una adolescente que vive en este lugar, asegura: "no es nada agradable tener la penitenciaría aquí, porque hay el peligro de que se escapen los presos. Si ya lo han hecho de La Palma, ¿por qué de ahí no? Además, allí está presa la mataviejitas, y pues claro que hay temor".

Su opinión contrasta con la de su mamá, quien comenta que con esos reclusorios "hemos tenido más seguridad, están todo el día vigilando y en las noches nos echan las luces de sus faros, y pues la verdad es que ya nos acostumbramos a esa luz que está dando y dando vueltas".

Para don Remigio, quien nació hace 76 años en la calle Venustiano Carranza, en este pueblo de Santa Martha, expresa: "Ya no estamos libres; estamos espantados. A cada rato se escuchan las sirenas de las patrullas que traen o llevan a los presos, y luego hay mucha prepotencia de los policías que los llevan, pues andan ahí queriendo meter miedo con sus armas...Ya no es como antes, que vivíamos tranquilos, ahora a todos se vigila y todos somos sospechosos".

Un caso más es la escuela primaria Francisco Márquez, de la calle Francisco Sarabia, cuya barda de la zona de recreo es limítrofe con la penitenciaría federal. El profesor Miguel Angel Flores comenta que hasta ahora no han tenido problemas con esa vecindad, aunque recuerda que "hace algunos años hubo una fuga y uno de los presos se subió a un árbol, (que estaba en este centro escolar) y ahí lo atraparon".

El personal de intendencia comenta que ha habido casos en que se hacen campamentos en la escuela "y los custodios de las torres de vigilancia echan las luces a los niños y hasta los saludan".

Y así, tan cerca de las penitenciarías están varias escuelas más de la calle de Francisco Sarabia: la Estado de Morelos, Ramos Arizpe, el Conalep Iztapalapa 1 y Artemio del Valle Arizpe.

Abelardo Solano, padre de familia en la privada de Doctor Sosa, considera que con la construcción del nuevo penal se incrementará la peligrosidad de la zona, pues "los que están presos son a veces narcos que tienen mucho dinero, hacen mucho dinero y pueden pagar su fuga".

Incluso, Arturo Niño menciona que la construcción de cada vez más penitenciarías en esta zona ha hecho que baje el precio de la tierra y por ende las viviendas valgan cada vez menos.

A pesar de todas estas situaciones, parece que esa colindacia es la que seguirá marcando la vida de muchas familias de Santa Martha Acatitla.

 
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