Usted está aquí: lunes 28 de agosto de 2006 Opinión Aprender a morir

Aprender a morir

Hernán González G.

Más sobre la palabra

Especial interés provocó el texto publicado en este espacio hace 15 días de don José Castillo Farreras, profesor de filosofía en la Preparatoria 7 de la UNAM, por lo que no sólo continuaremos con sus reflexiones, sino que, previa autorización del maestro Castillo, proporcionamos a los lectores interesados en conocer la versión íntegra del ensayo Exégesis de la palabra del médico, su correo electrónico: [email protected]

El médico no tiene autorización alguna para ser torpe ni tosco con los enfermos -continúa Castillo Farreras. Quien no pueda impedir su torpeza debe retirarse de la profesión y el tosco también, pues pone en riesgo la paz, la tranquilidad del "otro", del paciente, a quien debe procurar.

Un caso cotidiano es cómo impedir o con qué motivos válidos frenar que un enfermo desahuciado acuda no sólo a las llamadas medicinas alternativas, sino también a la charlatanería de toda índole. Sé de quien se apresura diciéndole: "Le he dicho, reinita, que su enfermedad no tiene remedio y que es de gente ignorante utilizar esas hierbas".

En éste y en casos similares me parece que es el médico quien muestra su falta de delicadeza y su rusticidad. Y esto conforma un maltrato, además de innecesario, injusto, porque coloca al enfermo en una situación de desamparo total. Son muchos los que, desesperados y como último recurso, acuden a las medicinas alternativas, pero asimismo a la curandería, a las recetas del vecino y hasta a la magia y los exorcismos, y nada bien hace que se le pretenda impedir y sí un mal, porque arrasa con sus últimas esperanzas.

Tendría que buscarse la manera de cambiar expresiones ineficientes. Todos sabemos del dolor intenso que va a sufrir el enfermo, y uno mismo si está en el caso, cuando ante una inyección o al aplicar localmente algún antiséptico o bien frotar con fuerza y lavar una herida el médico dice: "Le va a doler un poquito". El ardor es vivo y agudísimo, por sobre las palabras. Hay, por el contrario, la tendencia de algunos que adecuada y suavemente le informan al paciente que "va a dolerle" y otros que indican (entre broma y en serio) que "va a dolerle muchísimo", con el resultado de que "no dolió tanto", y al propio tiempo el paciente probablemente entienda que el propósito es de explorarlo, revisarlo, ayudarlo y no de lastimarlo.

La profesión de la medicina es una de las más honrosas y dignas, porque combate el dolor humano, lo suprime y lo cura cuando esto es posible. En lo que concierne a los médicos, no está fuera de lugar inferir que es la inmensa mayoría la que cumple con sus deberes cabalmente y hasta hay quienes van más allá de ellos, dando atención gratuita y obsequiando medicamentos en sus consultorios del barrio o en dispensarios. Esto, que debiera ser objeto de encomio, algunos "triunfadores" los consideran como médicos mediocres o del montón, siendo que son los médicos más brillantes, ya que con pocos recursos y bajos emolumentos alivian y dan vida a buena parte de la población.

[email protected]

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.