Usted está aquí: martes 29 de agosto de 2006 Opinión Mes de la patria

Marco Rascón

Mes de la patria

En la víspera de la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, los protagonistas esperan, la ciudadanía desespera y el poder se reparte poco a poco y a escondidas. El discurso que invoca a todos los héroes de la patria busca una salida histórica como atajo a la desesperación por los malos resultados en la conducción política y que sea una cortina de humo, pues los propósitos sublimes matan los errores.

Felipe Calderón espera el fallo de los magistrados para lanzar luces y para que los mercados globales festejen la democracia mediática mexicana que venció "al peligro de México". Una fiesta de enanos en un país casi destruido, convertido en basurero, maquiladora, prostíbulo y gran casino para especular en un sistema financiero parecido a un extractor de jugos.

Calderón y el partido global celebran no su victoria pírrica, sino los errores y la autodestrucción del adversario que abrirá el camino al poder y a la negociación con la pedacería que deja quien prefirió una estatua antes que la conducción acertada.

Andrés Manuel López Obrador sumó un vendaval de fuerzas que, siguiendo la estrategia de guardar silencio y no decir sus verdaderos propósitos (como dijo), mezclaron ambiciones y miedo, juntando los desperdicios del salinismo, del zedillismo, del priísmo para embarcarlos en una especie de nave de Cortés llena de bandidos para redimir y catequizar por la salvación de la patria. Una nave conducida por los ideólogos del resentimiento, ahora purificados por la necesidad del poder y con la misión contrainsurgente de ahogar las expectativas reales para recuperar el país. A diferencia de Hernán Cortés no quemaron las naves, sino que le metieron calor al horno para quemarlo todo.

En una larga campaña electoral, mediática y maniquea de clientelas contra clientelas, los discursos parecieron confluir en uno. Si a algún mexicano que se hubiese ausentado 15 años del país, regresara y le preguntaran quiénes son del PRI, del PAN y del PRD le sería imposible responder correctamente, pues los más furiosos salinistas ahora son perredistas; los panistas, salinistas, y los priístas el fiel de la balanza o conciencia de la paz y el diálogo.

Como salida digna, pero destructiva, nada mejor que hacer de la lucha histórica una caricatura. El lopezobradorismo como movimiento insurgente tiene una estructura de conciencia senil: memoria lejana y amnesia cercana.

Su deslinde reciente de su raíz se ha convertido en la soga con la que se ahorca en el Zócalo, sin ver más salida que autoproclamarse presidente y destruir su propia fuerza. Para ello, López Obrador prefiere no aceptar las noticias y nadie le dice que Juan Sabines, para quien pide aplausos, ya se rindió y habla con Calderón sobre la manera en que gobernarán México y Chiapas. Nadie le dice que el Partido Convergencia tampoco está; solamente Dante Delgado en un mero acto de prudencia fina le dice quedito al oído: "voto por voto, casilla por casilla" para no molestarlo, pero también ya se va.

Un amigo me ha dicho que ahora sí se está luchando, y es porque ya no están ni Manuel Camacho ni Ricardo Monreal ni Arturo Núñez ni Socorro Díaz, quienes, pienso, en este momento están proclamando: ¡misión cumplida!, una vez que lograron lo que buscaban: senadurías, diputaciones y la ciudad de México que nunca hubiesen conseguido como Partido del Centro Democrático. Gracias a Andrés Manuel, la ciudad más antisalinista ha sido devuelta a los salinistas.

Nadie le dice tampoco que llamó a romper el cerco informativo, luego de que los diputados votaron por unanimidad la ley Televisa. Nadie se explica tampoco cómo llevando una ventaja de 10 puntos en las encuestas hizo una campaña como si hubiera estado en segundo lugar y necesitara fajarse en duelos verbales con su adversario; si sólo hubiese guardado silencio o le hubiera hablado al pueblo de México, habría ganado.

Nadie se explica tampoco que ahora haya sustituido los primeros 20 y luego 50 puntos por cinco que en verdad son esenciales y muchas izquierdas suscribirían, pero ahora son tardíos.

¿Por qué ahora se convoca al mayor esfuerzo y participación, a la presencia en los campamentos, a las guardias, aguantando lluvia y granizo, a las amenazas, si sólo el 10 por ciento de esa energía, convocada un mes antes de la elección, le habría dado el triunfo? ¿Por qué la estrategia maximalista después de la elección y minimalismo soberbio, triunfalista y paralizante antes del 2 de julio? ¿Quién aconsejó bajar la guardia antes? ¿Fue planeada la derrota? ¿Acaso 2 millones movilizados no hubieran podido convocar a 250 mil votantes entre los que se iban a abstener o anular el voto, y entonces los campamentos serían de panistas y horrorizados ciudadanos de las Lomas y Polanco? ¿Por qué conducir deliberadamente hacia la derrota inmerecida?

Para este 15 y 16 de septiembre no dejarán de estar en primera fila, protegiendo a la gente de la represión, Manuel Camacho, Arturo Núñez, Marcelo Ebrard, Dante Delgado, Juan Sabines, Alberto Anaya, Socorro Díaz, Ricardo Monreal, Leonel Cota, Alfonso Durazo, Víctor Anchondo, Gabino Cue, Aceves Navarro y Guadarrama. La impostura o la prueba de una insurrección espuria.

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