Usted está aquí: domingo 3 de septiembre de 2006 Espectáculos Abarrotó Zoé el Auditorio Nacional con su rock ambiental y soñador

Chetes, Quique Rangel y Paco Huidobro compartieron el escenario con la banda

Abarrotó Zoé el Auditorio Nacional con su rock ambiental y soñador

PATRICIA PEÑALOZA

No importaba que el acceso por Parque Lira, alrededor de Los Pinos, estuviera bloqueado; no importaba tampoco el plantón sobre Reforma: la noche del viernes, la banda capitalina Zoé abarrotó el Auditorio Nacional para convertirlo en una cápsula espacial que derrochó amor sideral, devoción hermana, calidez musical, elegancia comprimida: "Gracias a ustedes, todo lo de afuera desaparece, y sólo queda esto: un sueño hecho realidad, un sueño hermoso", diría al final del concierto su vocalista y líder, León Larregui.

Y sí. Nada de "lo de afuera" (San Lázaro, los improperios, los bloqueos, los reclamos electorales...) cabía ahí dentro, pues su rock ambiental y soñador, con el que los veinteañeros asistentes se identifican tanto, busca imaginar un mundo fantástico, agradable, lejano a la hostilidad contemporánea.

El quinteto Zoé fue más allá de sí mismo con un ánimo melódico que llevó de la fascinación a la melancolía, entre pantallas con imágenes de estrellas, nebulosas y galaxias, astronautas, bombas atómicas: la era espacial prometida que nunca llegó.

Con un repertorio bastante atinado, su exitosa presentación de julio sólo podría considerarse un ensayo, un demo de cassett, al lado de la redondez y calidad de lo que ofrecieron este primero de septiembre.

Sobre plataformas luminosas, Larregui, al lado de Sergio Acosta (guitarra) y Angel Mosqueda (bajo), se colocaron al frente, mientras Chucho Báez (teclados y programaciones), tripulaba un montículo cual torre de control; en un cubo más arriba, Rodrigo Guardiola le pegaba a la batería. Vestido de Principito dark, León y su mirada lánguida arrancaron los alaridos al iniciar con temas de su tercer disco, Memo Rex Commander y el corazón atómico de la Vía Láctea (Noiselab, 2006): No me destruyas ("The-Cure-esca"), Vía Láctea y la despampanante Triste Sister, algo así como Roxy Music en sicodelia oscura. Los terrenos más seguros vinieron con un selecto set de su "beatlesco" Rocanlover (Sony, 2003): Solo, Tú, Veneno, Peace & Love. Gargantas y lágrimas se desbordaban. Luego, el recuerdo de su debut, Zoé (Sony, 2001) con la hermosa Miel y la "post-grungera" Asteroide. Cerraron ese bloque con la reciente y también expansiva Mrs. Nitro.

Larregui al centro, o sobre unas plataformas instaladas delante del escenario para acercarse más al público, atrae y hechiza; a diferencia de otros cabecillas del rock, no se deschonga ni gesticula, aun cuando las guitarras distorsionadas de Sergio se expandan; no se coloca por encima de quienes lo miran, sino a su nivel; cuando habla es espontáneo, natural, como si estuviera en su ensayo. Ahí en medio, flaquito y ojeroso, luce frágil, tímido, desprovisto de pretensión y arrogancia, pero a la vez impone. Artísticamente, el grupo ofrece sobriedad y sofisticación; lo de ellos es la creación, no el show vano, y sus nuevos y mejorados arreglos, a cada momento, van reflejando lo que han crecido como músicos. Aun así, no son soberbios, sino que se les ve gozar, entregarse. Sus buenas composiciones y energía son ofrendadas, no mediante el estallido obvio, sino a través de una vigorizante implosión.

En el bloque anterior al encore, León dice que tocarán temas que les han pedido por Internet: Zoé es de las primeras grandes bandas de rock mexicanas, de la era cibernética, ad-hoc con sus obsesiones futuristas. Es momento de invitados, y para tocar Memo Rex, la prodigiosa Vinyl, y Frío, Paco Huidobro, de Fobia, entra a tocar la guitarra; baja el ritmo con la ambiental Paz, tipo John Lennon
con Air, en la que entra Quique Rangel de Café Tacvba al bajo. El cierre apoteósico viene con su himno Love, acompañados por Chetes en guitarra acústica. Veinte mil jóvenes no han dejado de corear casi cada tema. El grupo sale mientras el aforo grita: "zoéee-eee, zoé, zoé", como el "olé olé" del futbol. La banda vuelve taciturna con The Room y Paula, la electrónica Deja de conecto y su mega-hit, Dead. Para entonces, el público de abajo ya no está en su lugar: se ha amontonado al frente, estirando sus brazos, esperando que León los toque. A pesar de lo grande del recinto, el concierto ha sido íntimo, harto emotivo.

Svetlana, de 21 años, dice a la salida, alegre: "Nosotros les completamos su sueño, y ellos a nosotros"; Narayán de 22: "Tienen un gran sonido, acá buena onda, bien pachequito; otros se fusilan al britpop sin aportar, pero ellos no, sólo suenan a Zoé".

 
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