Usted está aquí: domingo 3 de septiembre de 2006 Opinión Diario de Guerra (electoral)

Diario de Guerra (electoral)

José Agustín Ortiz Pinchetti

El enigma de Fox

El contraste trágico entre el comienzo y el desenlace del sexenio de la alternancia es responsabilidad principal, aunque no única, del presidente Fox. Su desempeño fue mediocre, frívolo, ausentista. Sus logros en la estabilidad financiera contrastan con el déficit en casi todo lo demás. En política termina en naufragio, con el país dividido, la Presidencia agotada y una crisis poselectoral sin precedente. Me pregunto ¿por qué un personaje que le ganó al viejo gran partido, reconocido como tolerante, demócrata, inclinado a las alianzas, puede terminar así?

Un amigo que lo entrevistó en privado días antes de las elecciones presidenciales se sorprendió del contraste entre el Fox de los 90, demócrata e impugnador de Salinas, y el hombre que desde Los Pinios apostó a la eliminación de un adversario con una inversión masiva de dinero. Porque si en lo demás no fue consistente, sí lo fue en querer borrar del mapa político a AMLO. Fue persistente, con una obsesión enfermiza.

Yo puedo decir, porque fui secretario de Gobierno en los primeros años de la jefatura de AMLO, que después de un breve periodo de confrontaciones verbales entre ambos, tuvieron una relación de convivencia armónica. Esto cambió a principios de 2004, y un encono furibundo se prolongó hasta rematar en un proceso electoral injusto y fraudulento, impulsado desde la Presidencia. ¿Por qué se produjo esta degradación en la conducta de Fox?

Hay varios indicios: su esposa ambicionaba ser presidenta de México, cosa absurda. AMLO fue considerado un obstáculo, porque en 2003 tenía clara ventaja sobre los demás precandidatos. Es probable que ciertos grupos de interés, que gozaban de privilegios fiscales y negocios ratificados por Fox, hayan presionado para exigirle que -ya que no podía sacar las "reformas estructurales", de las que esperaban grandes ventajas- al menos impidiera, al costo que fuese, la llegada de AMLO a la Presidencia. También es probable que Fox sintiera temor de que Andrés Manuel, en Los Pinos, lo persiguiera a él o a su familia política por irregularidades cada vez más patentes. Pudo haber una voluntad de eliminación contra el surgimiento de un polo de centro-izquierda desde la ultraderecha incrustada en el PAN y en el gobierno de Fox, o pudo darse una combinación de estos factores.

Me inclino por una hipótesis surgida del conocidísimo concepto de lord John Acton (1834-1902), un filósofo liberal que prevenía contra la capacidad del poder para corromper. Fox no gozó de poder absoluto, pero sí se expuso a la radiactividad de un gran poder sin estar preparado para ello. Dios no lo llamó para presidente por origen, carrera o carácter. Es probable que ya en el cargo se haya producido en él cierto desequilibrio emotivo, como ocurrió con muchos presidentes de México. Quizás esta sea la explicación del desastroso final del proyecto de transición democrática hacia una regresión a la época de abuso del poder, el fraude electoral y el control de los medios, que este país ya no puede tolerar.

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