Usted está aquí: domingo 3 de septiembre de 2006 Opinión Una primera fecha superada

Néstor de Buen

Una primera fecha superada

No es fácil que en el mundo de tensión en que vivimos se produzcan acontecimientos que de alguna manera rebajen esa tensión y mejoren nuestro ánimo. Confieso que la escena de la llegada del Presidente de la República a la Cámara de Diputados, su ingreso al edificio, el alto en el camino para dialogar con la representación del presidente de la Cámara, y el final, cumpliendo estrictamente el mandato constitucional entregando su informe por escrito como lo manda el artículo 69, me emocionó, porque no estaba nada seguro de que las cosas serían así.

Lo que no hago casi nunca: me he pasado un tiempo largo presenciando en la televisión las escenas de la ocupación de la tribuna por diputados y senadores fundamentalmente del PRD, y me parece que también por representantes del Partido del Trabajo, y quizá por mi espíritu de respeto a la ley, me sentí incómodo.

Pero esa ocupación tenía razones de sobra. No se plantearon conflictos que pudieran generar agitaciones en las calles con consecuencias que es muy difícil ponderar. En cambio, hacer una protesta evidente en la tribuna para exigir que se retiraran de las inmediaciones de la Cámara de Diputados y sus alrededores las fuerzas armadas, ya que de otra manera se estaba impidiendo la posibilidad del ejercicio del derecho de reunión previsto en el artículo 9, me pareció absolutamente legítimo.

En todo este tiempo pasado México ha vivido y vive bajo la preocupación de una pregunta: ¿qué va a pasar? El día primero era el punto de arranque para que se pudiera manifestar alguno de los efectos de esta inconformidad que tiene su fundamento en la duda absoluta sobre la legalidad de una elección, que debió conducir a la nulidad de todo el proceso, y que, probablemente, se sancione como totalmente ajustada a derecho. A derecho y a la democracia, el tema permanente del Presidente de la República que genera tantas dudas.

Yo diría que hemos cubierto la primera de las cuatro etapas. En lo inmediato habrá la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, cuyas consecuencias son impredecibles. La ceremonia del Grito no me parece tan relevante porque, a fin de cuentas, siempre ha provocado una presencia tumultuosa en el Zócalo. Tengo mis dudas sobre los problemas que pueda originar el desfile que debe celebrarse el 16 de septiembre, porque su desarrollo coincide plenamente con los espacios ocupados por el plantón.

Podría ser un buen motivo para retirarlo, ya que en ese momento la resistencia civil, ante una declaración contraria a la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, tendrá que desarrollarse por rutas que tengan un valor de permanencia que es difícil encontrar en el bloqueo de las principales avenidas de nuestra capital. Quizá será más inteligente que las alternativas se diseñen antes para que los chilangos y asimilados podamos disfrutar de nuestros embotellamientos habituales.

Obviamente, en la mente de todos nosotros está el miedo a situaciones de violencia. Confieso que mis antecedentes, hoy remotos, de la Guerra Civil de España, con todas sus consecuencias nefastas, me hacen ver estos problemas con preocupación muy especial. Entonces, a la derecha extrema se aliaron las fuerzas armadas italianas y alemanas. Por el contrario, a la República democrática le inventaron el famoso pacto de no intervención que pusieron en vigor Francia e Inglaterra, por miedo riguroso a enfados del nazismo creciente. Pagaron las consecuencias.

Nosotros tenemos un vecino sustancialmente intervencionista. Si con cualquier pretexto sus ejércitos invaden lejanos países del Medio Oriente (el terrorismo ocupa hoy el lugar de honor que hace algunos años correspondía al comunismo), una turbulencia en México sería un pretexto inmejorable para los afanes imperialistas de los republicanos en el poder. Nuestro país es aún sustancialmente atractivo para que los autollamados americanos traten de aprender a hablar bien el español, lo que es muy difícil que logren, aunque seguramente se inclinarían por obligar a todos los mexicanos a aprender el inglés. Pero el petróleo tiene atractivos no solamente en Irak.

Tendríamos que pensar en sostener una acción política concertada a partir de una izquierda razonable que, sobre todo, elimine los grandes obstáculos que se oponen al ejercicio de los derechos sociales.

Deberíamos empezar por impedir que el gobierno continúe su agresión inaudita en contra de las organizaciones sindicales independientes, particularmente el sindicato minero. Ese sería un buen motivo para una lucha que mezclaría lo social con lo jurídico. No es mal tema para empezar por un partido de oposición.

 
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